Es verano y entre sus ofertas de ocio y cultura resplandece por muchos puntos de la geografía un flamenco que se vuelve fresco y se desprende de estolas y empaques puristas. En las tierras altas de Andalucía a orillas del Guadalquivir y su garganta de plata, Andujar es fiel hito de enjundias flamencas, no en balde es la tierra del maestro Rafael Romero y en esta tierra entre olivos y sierras de lobos, águilas imperiales y linces; algunos cantes han tomado un empaque de especial singularidad. Sí, el verano y sus noches mimosas de encuentro en la calle, es tiempo propicio para que el flamenco salga de los cabales encuentros peñísticos, de escenarios y círculos puristas, y se eche a un espacio y a una sensibilidad más popular y se salpique de festivales. Andújar es uno de esos escogidos lugares, donde la solera pesa en su Gazpacho Flamenco, ya en su vigésima tercera edición, ahora que nada perdura, mantenerse en el empeño es ya un importante logro, que ha calado en hacer del Gazpacho de Andujar un importante, y siempre interesante, referente del donaire que el flamenco toma en el estío, tal vez recordando sus tiempos de espontaneidad en barrios y altozanos ensolerados. Organizado por la Peña Flamenca de Andujar y el Ayuntamiento de la ciudad la noche se prestó al disfrute, unida a ese marco de lujo que es patio del Palacio de los Niños de Don Gome, y a esos gazpachos que se regalaban para refrescar las gargantas atrincheradas en este ya entrado verano, y con un público que abarrotó el recinto. Las palabras de presentación y de hilazón del festival las mantuvo quien estas líneas firma.

El linarense Agustín Navarro estuvo con mucho aire. Su taranta fue seria, las cantiñas, las soleás y los tangos sobresalieron especialmente. Le acompañó a la guitarra el iliturgitano afincado en linares Juan José Gutierrez, el Calao, que con su juventud, apuntó muy buenas maneras.

El cordobés Rafael Ordóñez, con su voz redonda y brillante, con su siempre preocupación por las purezas flamencas demostró que es un gran profesional, un todoterreno del flamenco que sabe estar siempre a una digna altura. Su soleá apolá estuvo muy medida y entre lo bueno que dejó en esta noche se singularizaron, los caracoles, la serrana y el fandango. Estuvo muy bien acompañado por ese valor emergente de la guitarra cordobesa que es Antonio de Patrocinio, hijo.

Y hablando de palabras mayores, el cantaor extremeño Miguel de Tena, estuvo tremendo. Con razón es un artista muy reconocido por la crítica y aficionados serios y no en balde lo avalan múltiples premios, como esa, “Lámpara Minera” del Festival Internacional de Cante de las Minas de La Unión, de 2006. Y bueno, como botón de muestra también en 1999 consiguió el Melón de Oro en el primer premio nacional de Lo Ferro (Murcia).

A pesar de su juventud ha compartido cartel con las primeras figuras del flamenco y artistas de primer orden. Es un cantaor serio, con variado repertorio, con voz dulce y clara no exenta de desgarro, con registros altos y un poderío extraordinario, que además se encuentra en un momento de dulce. Así se llevó al público de calle en el Gazpacho con la granaina y media, los fandangos tan personales, la farruca, las bulerías, ay, la zambra, con ese eco a Caracol pero con más redondez flamenca, los momentos “a capella” agradaron al respetable. Estuvo largo. Lo acompañó a la guitarra Antonio de patrocinio, hijo, diligente y pulcro, que tuvo momentos muy acoplados y otros donde dejó notas de que su soniquete está bien forjado, no obstante está en ese grupo de jóvenes guitarristas cordobeses en plena efervescencia, que acompañan a grandes figuras y avivan de continuo el sentir de los aficionados de las tierras califales.

El remate de la noche en cuanto a cante y subida candeal, estuvo en la voz de Luis Fernández Soto, el Zambo de Jerez, que estuvo acompañado por bastante público deseoso de escucharlo. No defraudó este cantaor del barrio jerezano de Santiago. Luis"El Zambo" goza en los ambientes flamencos siempre de la admiración de todos por su personal eco y su maestría en el dominio del compás en los cantes de tradición gitana. Fue a raíz de su participación en el disco Cayos Reales- Los Juncales de Jerez", en 1998, cuando al fin y por suerte para el buen aficionado decide dedicarse plenamente al cante como profesión y fue llegar y triunfar plenamente. "El Zambo" se une al elenco de artistas de formas expresivas ortodoxas y basadas en la más pura y rancia tradición del cante gitano. No en vano, de su estirpe han brotado nombres tan míticos en la historia del flamenco como Paco Laluz, Tío Juanichi, El Gloria, Tío Cabeza, Las Pompis, Luis Rincones, El Serna, Frijones, Terremoto, Sordera,…

Cuajó unas soleás de escándalo, y no fue a rebufo la seguidilla, que estuvo sublime en su remate, el fandango fue ortodoxo y qué decir de las bulerías a un gitano de Jerez, y de este empaque. Le acompañó a la guitarra José Ignacio Franco, artista que aunque joven tiene larga experiencia, acompañando a lo más granado de las fuguras flamencas.

En el baile, el iliturgitano y joven Antonio González Pulido, muy bien arropado por su magnífico grupo, demostró que no son gratuitas las importantes críticas volcadas acerca de la elocuencia de su arte, de la electricidad de su baile que se vuelve metáfora de templada verónica cuando el compás se adormece en los profundos sentires flamencos. Antonio González es un artista muy bien formado en las más puras esencias del flamenco, pero al mismo tiempo sabe asimilar todo tipo de tendencias coreográficas, de las que deja pequeños acentos muy bien fundidos sobre el escenario. El incesante contacto con el mundo artístico y cultural a lo largo de su joven carrera; su trayectoria junto al Pipa, en la Compañía Andaluza de Danza, en el Centro Andaluz de al Danza, con el Balet de la Opera de Roma, con el Ballet de Murcia, en el Ballet Nacional de España con Jose Antonio, sus trabajos en los programas de la Junta de Andalucía, sus incursiones en el cine, su actividad docente, sus giras por todo el mundo, su presencia individual en distintos tablaos y escenarios, le ha permitido tener, fondo y caudal y una mentalidad muy abierta en sus creaciones. La soleá fue bordada y con dorados caireles.

Noche redonda que afianza un festival que dice muy mucho de cómo está de viva la actividad flamenca por tierras jienenses