EL FLAMENCO COMO FE DE VIDA
Juan Soto, CD “Vivo por el flamenco”, Fonoruz, 2016
José Cenizo Jiménez
Juan Soto es un cantaor de El Rubio, residente en Estepa, ambos pueblos en la provincia de Sevilla. Nacido en 1950, nos entrega una especie de fe de vida sobre su experiencia flamenca como aficionado y cantaor, un canto al cante, bajo el título muy expresivo y poderoso “Vivo por el flamenco”, que quiere decir, en fin, por y para el flamenco.
Juan Soto es un cantaor, como puede verse por la elección de estilos, de corte clásico. En todos demuestra conocimiento de la tradición del cante, a la que aporta, como cada cantaor, su personalidad, su voz. En este caso, estamos ante un cante sereno, pausado, que degusta la melodía y la esencia de cada estilo. Valiente, por arriba, eso sí, cuando el cante lo requiere, como en las alegrías, los fandangos, la media granaína o la seguiriya. Correcto y solvente en general en los estilos emblemáticos como la caña, la malagueña o la seguiriya.
Abierto a estilos que se hacen poco, como la bambera o la mariana. La primera uniendo la versión tradicional y la del estilo que Miguel Vargas bordó, inspirado, según nos dijo y le dijo Pedro Peña, en El Vito, con letra del propio Soto aquí; la segunda, una muestra quizá algo más tibia de lo habitual, lo más flojo del disco a nuestro parecer, una mariana con la letra que interpretó Curro Malena, con más enjundia y fuerza, en el disco “Quiero sembrar un camino” (Belter, 1976).
Otras interpretaciones, como los tangos “La caravana” y “La Estrella” (con trémolos preciosos de Luis Calderito y David Navarro, respectivamente) tienen un corte e intención más divulgativos, aportan frescura al disco. “La estrella” es el cante que hacía como tangos algo más parsimoniosos de lo habitual Enrique Morente con tanto éxito. Aquí de nuevo la comparación gana a favor del original, lo que por otra parte suele ser lo corriente.
Otro valor positivo del disco es la búsqueda de letras nuevas, algunas del cantaor. Siempre nos parece esto algo destacable, independientemente de su valor literario y de la calidad de interpretación.
Echamos de menos un folleto con datos sobre el autor, alguna foto más (sólo hay dos y no muy logradas), letras… Más aún tratándose de un cantaor no muy conocido. Sería una forma de conocerlo mejor.
Una fe de vida por y para el flamenco, decíamos, digna entrega de un cantaor que, en su tercer trabajo, ha querido volver a mostrarnos y demostrarnos su entrega al cante, su conocimiento de la tradición, su enorme afición. Obra melodiosa, aquilatada, sin grandes pretensiones, hecha con humildad y respeto al cante y a su música envolvente.