Una pandemia de locura
Autor: Marcos Escánez Carrillo
El coronavirus es una crisis mundial, y se ha convertido en una psicosis sin precedentes. Una psicosis que en un principio se canalizó a través de un espíritu colectivo solidario y de conciencia sobre la importancia de lo público, pero que ha durado muy poco, transformándose en un tiempo récord, en un proceso de polarización de las ideas, que no de los ideales… y desembocando en la radicalidad y la confrontación.
El gobierno, aunque todo es mejorable, lo intenta… y esto que algunos lo interpretan como un mérito, debiera ser lo mínimo a esperar de quien ostenta estos cargos. Han desarrollado una serie de medidas a costa de las arcas públicas existentes y futuras, que están impidiendo que volvamos a ver a padres de familia rebuscando en los cubos de basura o que desahucien a los más desfavorecidos de sus hogares. Y eso es mucho… Los autónomos también han sido amparados y se han prohibido los despidos fáciles; y la desescalada es una carrera en spring para que el sector turístico aproveche lo que pueda del buen tiempo.
Pero en esta crisis, en la que sobran salvapatrias y memeces, no se está amparando al sector de la cultura, y muy especialmente al del flamenco, en el que tantos profesionales no pagan su sello de autónomos porque la actividad irregular e inconstante no se lo permite. Este es un problema endémico del mundo artístico que en momentos como éste, convierten esta pandemia en una verdadera ruina… En una verdadera locura...
Se ha creado una Asociación para defender los derechos de los flamencos, pero no están atrayendo la atención de los que pueden decidir. Y aún así, los artistas regalan lo mejor que tienen a través de las redes sociales.
El otro día leí una entrada en Facebook de una persona que decía que con el confinamiento había descubierto que podía vivir sin aviones, sin restaurantes y sin tiendas, y en cambio, no se había vuelto loco gracias a los libros, al cine y a la música….
Pues eso…
Muy poco que añadir, excepto que los escritores, los actores y los músicos también tienen la mala costumbre de comer… Cordura, sí, pero para todos…