Una historia del flamenco


Libros
José Manuel Gamboa
Editorial Espasa Calpe (2005)
Marcos Escánez Carrillo


Contar una historia al revés es una buena forma de contar una historia. Gamboa ha demostrado ya en muchas ocasiones ser un buen comunicador, así que en este volumen se permite la licencia original de plantear el principio de los tiempos en el mismo presente, para luego hacer memoria histórica del acontecer del flamenco.

El planteamiento es interesante, aunque haya momentos de la lectura en que cueste identificar el final del principio del principio de una época o el final de un capítulo, y es que, pese a que el tratamiento general intenta seguir el hilo cronológico, a veces, las pinceladas sobre el seguimiento o trayectoria de los personajes que trata hacen difícil no perderse.

581 páginas dan para tocarlo todo. En este sentido, la obra puede considerarse bastante completa, y en su intención periodística aborda la relación del flamenco y los flamencos con temas tan dispares como la iglesia evangelista, el mestizaje, las drogas o la transición política española.

Aborda el carácter machista imperante de los años 70 con carente sensibilidad. Valorar comportamientos sociales de épocas pasadas con criterios actuales es un error, y este se hace más grande cuando es sectario. Quiero decir que el machismo formaba parte de la idiosincrasia de la sociedad española de los años 70, y de esto no estaban exentos los artistas. Los comentarios de Gamboa, en cambio, atribuyen estos comportamientos a los aficionados, y a pesar del amplio espectro de sus apreciaciones, no los relaciona con el sector artístico.

En un examen crítico y certero, atribuye a Paco de Lucía, a Camarón Y a Enrique Morente la responsabilidad de la más reciente evolución del arte flamenco, pero el tema de la creatividad y la vanguardia con carácter general, es una constante en la obra, y para ello se apoya en multitud de testimonios.

No estoy seguro de que sea un libro para neófitos, sino más bien una crónica para iniciados. Una especia de repaso nostálgico, ya que son muchos los artistas que sólo se nombran sin aportar más información y que sólo son conocidos por los que ya cuentan con bastante afición. Una especia de balance donde todo lo toca, pero profundiza sólo en determinadas cuestiones.

Gamboa estructura la historia diferenciando épocas que llegan hasta 1975, y hace coincidir estas épocas con los cinco capítulos del libro. Como es lógico, en gran medida, la interpretación de los hechos es personal, sobre todo cuando asocia hechos puntuales como consecuencia de otros anteriores. Así, nos explica que al potenciar determinados palos se acaban abandonando otros, o curiosamente, habla del sesgo gitanista en la época de Mairena, pero lo elude en la de Camarón, quedando en el olvido manifestaciones relacionadas con la etnia hechas por José de la Mercé, Cigala, Rancapino, Chocolate o Agujetas, por ejemplo.

Inserta en los textos, a modo de cuñas, lo que podríamos llamar ensayos sobre los distintos palos del flamenco. Esta técnica, que hace más amena la lectura, repasa la información más actualizada sobre el origen, pero fundamentalmente sobre el desarrollo y su trayectoria última, y consigue en su exposición un interesante colorido. Instructivo y generoso con los datos, acomete sin prejuicios cuestiones que se han constituido históricamente como polémicas, aportando luz en unos casos y en otros, elementos informativos que puedan ayudar al lector a formarse un criterio personal. Así y valga como ejemplo, identifica los matices que diferencian el origen de la rondeña y el taranto, desde el ámbito de la guitarra y desde el ámbito del cante, se pasea en la frontera de la aseveración pero no llega a extraer conclusiones claras de los datos que aporta.

Como contrapartida, de su forma de exponer los acontecimientos y de las conclusiones que extrae, denota una considerable aversión hacia la figura de Antonio Mairena. De esta forma, aunque le reconoce extraordinarias dotes cantaoras, lo trata de cantaor de soleares, seguiriyas, tangos y tonás; o ridiculiza sus comentarios sobre la ya manida “razón incorporea”. En definitiva, volvemos a hacer leña del árbol caído, en lugar de construir con el tronco del árbol una buena estantería donde podamos tener a mano los aciertos y los errores de todos aquellos que se han atrevido a hacer cosas que no se habían hecho antes, y que de una u otra forma, han sido los artífices de la historia del flamenco.

Pero lo más desafortunado, sin duda, me parece que es el texto dedicado a los mal llamados “cantes de las minas”. Siempre me ha parecido sospechoso que se reconozca el desconocimiento y el “lio” existente en los diversos estilos del cante levantino, y luego, al hablar del Concurso de la Unión se reconozca en Antonio Piñana al maestro absoluto del repertorio minero de la zona.

Todo esto me hace reconocer el título como muy acertado : “Una historia del flamenco”, y a buen seguro que José Manuel Gamboa lo meditó bastante, ya que no se mide a la hora de exponer sus pasiones y sus preferencias por determinados artistas o personajes, así como algunas de las conclusiones expuestas están basadas en justificaciones subjetivas. Tal es el caso de la atribución de la conocida Malagueña del Mellizo a la Dolores de Cádiz que aparece en la Asamblea General del Solitario, en la que de acuerdo con la definición dada sobre el cante que desarrolla, Gamboa da por sentado que se trata de esta Malagueña. Y no seré yo quien diga que le falte razón… Sólo planteo que a tal aseveración le falta rigor.

En clave de humor y con fuertes dosis de ironía, aún a riesgo de aterrizar en la frivolidad, desmitifica determinadas ideas que ha defendido la flamencología tradicional, y lo hace aportando datos interesantes que abren nuevas vías de investigación cuando no desmantela sofisticados entramados que permanecían construidos en una cimentación falsa. Y esto, sin duda, es el mayor valor de este denso e intenso trabajo que ha obtenido el galardón“Flamenco Hoy 2005” como mejor libro del año.

El autor tiene la capacidad de dispersarse en casi 600 páginas para luego poder sintetizar la evolución del flamenco en una sola frase : “Parece ser que el Arte flamenco es creación moderna, por mucho que sus raíces tengan largura”. Sin duda, cierto y sobresaliente.

Gran parte del último capítulo podría considerarse un análisis sobre los testimonios que nos dejaron escritores románticos extranjeros. Y para traca final, reproduce una manifestación de Pepe de la Matrona en la que afirma que el fandango y todas sus derivaciones, entendiendo como tales aquello que se canta en Málaga, Granada, Jaén, Córdoba y Almería, es popular, pero no es flamenco. Que se trata de un rincón donde todos cantan igual. Estilos que cantaores como Chacón han unido a los cantes flamencos. Que el flamenco de verdad ha nacido del pueblo, pero de lo que se conoce como Andalucía la Baja.

Total, que Gamboa nos deja la duda de su intención con este apoteósico “Fin de Fiesta”, que no sabemos si rubrica o por el contrario utiliza para demostrar cómo nuestros insignes flamencos a lo largo de la historia han estado contradiciéndose constantemente en una misma entrevista.