Un mismo sentir, distinto expresar


Discos Flamencos
Pilar Marchena
Domi Serralbo, 2007
Pablo San Nicasio Ramos


A finales del año 2007 apareció el primer disco de Pilar Marchena. Cantante sevillana de amplia formación musical y vocal que puso sus grandes facultades al servicio del cante jondo. Eso sí, interpretando con técnica lírica. Es decir, estamos ante un trabajo que de nuevo nos vuelve a poner en la duda de si lo que se oye es o no flamenco.

La misma situación que en casos ya comentados con anterioridad. Recuerda esto a los debates sobre la verdadera definición de lo que cantaban Antonio Molina, Farina, etc, la introducción de la guitarra eléctrica supliendo a una sonanta de toda la vida, el flamenco-pop, el jazz, etc.

No acabaríamos enumerando variantes polémicas a la típica estampa flamenca, y no seré yo el que diga si esto es o no flamenco auténtico. Entre otras cosas porque tampoco lo sé a ciencia cierta. Y ante la duda…

La primera impresión que un aficionado tiene al escuchar este disco (subtitulado como “Flamenco Lírico. Un mismo sentir distinto expresar”) es chocante. A las grandes dotes vocales de la intérprete de Marchena, se une un buen sentido del compás y una estupenda colección de músicos a su alrededor. Todos bajo la batuta en la mayoría de los temas del gran guitarrista y compositor José Antonio Rodríguez (no descansa nunca el cordobés). Autor, como no podía ser de otra manera, de gran parte de arreglos y acompañamientos de este álbum.

Chocante porque el resultado es de una estética paralela a la de las canciones de Falla para guitarra y voz, o la de la música decimonónica española. Repertorio seguramente muy conocido por Pilar Marchena y que tiene mucho que ver en los orígenes flamencos. Lo que ocurre es que aquí en cambio hay letras, ritmos y estilos encuadrables en el cante más puro. Y todo en un entorno musical que sí huele a cuarto de cabales, con jaleos y todo.

A ver quién dice que esto no es fusión. Pura y dura. Música flamenca y timbres clásicos. Conceptualmente es la misma apuesta que, por ejemplo, poner a una big band a improvisar sobre ritmos flamencos. O meter una mandola o un laúd en el acompañamiento de un fandango…

“La Soprano del Flamenco” recrea diez cantes variados. Una canción por bulerías, colombiana, soleá, tientos-tangos, alegrías, granaína y media granaína con piano, dos fandangos, una rondeña a compás y una exquisita versión de los Campanilleros que, a mi juicio, supone la mejor aportación del disco.

Pilar Marchena logra unas afinaciones perfectas, limpias, sobradas. Pero suenan a voz pasada por el barniz de una profesora de canto, de una meticulosa educación y colocación de la voz. Demasiado envoltorio quizá para una estética que siempre presumió de desnudez. La propuesta de Pilar Marchena, sin embargo, queda ahí.

Imaginémonos a una persona que no ha pasado por las clases de ningún maestro de canto, si acaso el de su propio oído e intuición. Persona que no obstante, llega a las mismas tesituras que nuestra protagonista, añadiendo el desgarro de su propia existencia, el timbre de su metal y la escueta, si acaso, melodía de una guitarra a su lado. Mundos diferentes. Qué difícil es ser cantaor flamenco.