SOBRE EL NACIMIENTO Y LA PROTOHISTORIA DE LA SOLEÁ
(Temas y esbozos, 2)
(Temas y esbozos, 2)
En algunos de sus primeros artículos dedicados al “cante flamenco”, Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, publicó en 1879 la siguiente información sobre la génesis de las soleares.
a) Nacieron de “las coplas andaluzas, llamadas antes de jaleo”. Esas, según él, son de compás “más vivo y animado” que sus descendientes, y “se destinan especialmente para acompañar el baile”. Otra fórmula suya describe las soleares como “jaleos más tristes y no bailables”.
b) Al “agitanarse”, esas coplas de jaleo tomaron un “carácter triste y abatido” sin llegar por tanto a la intensidad de otras formas de “cante gitano”: según él, las soleares “son alegrías con respecto al cante gitano y tristezas respecto al andaluz”. En esos contextos, la alusión al cante gitano designa principalmente el martinete y las siguiriyas gitanas, mientras el resto del repertorio gitano como lo conocemos era, en aquel entonces, de carácter privado, o en formación, o en el limbo.
c) Dentro de una perspectiva histórica más amplia, Demófilo añade que las soleares “forman, por decirlo así, el primer eslabón de esa cadena de aires y cantares conocidos generalmente con el nombre de cantes flamencos”. Este punto se examinará más adelante.
En la ausencia de datos cronológicos, no se sabe si pasó mucho tiempo entre el nacimiento de la soleá y el momento en el que los gitanos le dieron una orientación distinta, pero hubo por fuerza un antes y un después de aquel momento. Ahora bien: el legado de cantes a disposición consta de manera evidente de dos grupos, uno de soleares andaluzas no gitanas y otro de soleares gitanas. Las primeras son, en su mayoría, calificadas de apolás, una designación por cierto habitual, pero que ha perdido su razón de ser: el polo o los polos de aquella época se han vuelto nebulosos, no todas las soleares calificadas de apolás terminaban polos o cañas, y se trata en realidad menos de un grupo homogéneo que de una colección variada de soleares andaluzas no gitanas, algunas de ámbito melódico largo, otras elípticas y de cierre, y a menudo orientadas hacia la elocuencia más que la intensidad. Según una tradición oral que parece fiable, esas soleares nacieron principalmente en la parte no gitana de Triana, la Triana de los alfareros, algunos de ellos descendientes de moriscos, y se mantuvieron vivas hasta hace poco en la Triana del Zurraque. También se propagaron a partir de Triana a varios ambientes no gitanos del Oriente andaluz. La tendencia hasta ahora ha sido considerar ese grupo de cantes como una suerte de divergencia relativamente menor respecto al tronco principal de la soleá, que fue gitano. Pero parece hoy concebible que esa tradición no gitana nació de primeras formas de la soleá anteriores a su agitanamiento (por llamarlo así), y siguió desarrollándose de modo autónomo más tarde, sin que se pueda excluir la posibilidad de influencias gitanas sobre algunas de esas formas.
A la luz de lo que precede, se revela posible reexaminar la protohistoria de la soleá. Dentro de ese nuevo contexto, el corpus de las soleares gitanas de Triana como definido recientemente por Luis y Ramón Soler, y separadamente por mí, parece a la vez escaso, incierto, y desprovisto de una masa crítica que sea realmente fundacional. Los cantes atribuidos por los Soler a El Fillo y a La Andonda lo son sobre bases precarias, y el cante que llamo Soleá grande de Triana parece tener en la zona un pariente cercano no gitano atribuido a Ramón El Ollero. Curiosamente esos cantes son las dos primeras soleares grabadas por Mairena en 1959 en su primer disco de larga duración.
Otro aspecto notable de una revisión histórica que parece necesaria es que, en aquella primera época de la evolución de la soleá, el único creador de envergadura fue un no gitano: Paquirri el Guanté. Su verdadero nombre fue Francisco Guanter Espinar, y nació en 1834 en El Puerto de Santa María, de padre valenciano y madre natural de Morón. Su familia se trasladó al barrio Santa María en Cádiz cuando el niño tenía unos siete años. Más tarde fue sucesivamente barbero, marinero, y a partir de sus doce años guitarrista y cantaor, con una reputación que llegó hasta Madrid y Barcelona. Muy desastrosamente, murió de enfermedad repentina a sus veintiocho años en 1862, en una cárcel madrileña donde estaba preso. Creó tres soleares, posiblemente cuatro, que fueron transmitidas y le fueron atribuidas por Aurelio de Cádiz y Pepe de La Matrona, ambos no gitanos. Una circunstancia que parece esencial de la carrera cantaora de Paquirri es que nunca fue expuesto a la influencia de Silverio como creador de cantes ya que este volvió de las Américas en 1864, dos años después de la muerte de Paquirri.
Sus soleares desarrollan un impresionante abanico de recursos. Limitándose a lo esencial, se notan en ellas ataques fuertes del cante en forma de llamadas a menudo redobladas en la cumbre del arco melódico, un interés evidente por bajadas tonales profundas que desaparecieron después y, a veces, una capacidad de vehemencia emocional poco común en aquel entonces. Ese último rasgo conoció más tarde un eco inolvidable en grandes voces gitanas de Utrera y la comarca, como la de Fernanda en “No viven las criaturas” o “Me han tomado declaración”. En el legado de una vida que fue casi meteórica, parecen revelarse los dos caminos principales de la primera evolución de la soleá, entre la elocuencia y el dolor, antes de que La Serneta, El Mellizo y Joaquín la reorientaran, centrándola en una dimensión nueva, de interioridad meditativa.
Por otro lado surge un problema, a raíz de la fórmula demofiliana que describe las soleares como formando “el primer eslabón de esa cadena de aires y cantares [calificados de] flamencos”. Al año siguiente el mismo autor opinó en su libro que Silverio había “creado el género flamenco, mezcla de elementos gitanos y andaluces”. La dificultad consiste en eso que, en dicho libro, Demófilo reproduce 470 letras de soleares que ya circulaban, indicando que 21 de ellas, es decir menos de 5 por ciento del total, formaban parte del repertorio de Silverio. Pero la contradicción es más aparente que real. Lo que se debe entender es que, siguiendo la huella a la vez andaluza y gitana abierta por la soleá, y apoyándose en el fuerte interés del público por ella, Silverio generalizó el proceso y creó un repertorio mixto, gitano y andaluz no gitano, “el genero flamenco”, a base de cantes que remodeló o que creó, como la caña, el polo y la serrana. Por esa razón, en el título de la sección de su libro que dedica al “Repertorio de Silverio”, Demófilo menciona polos, cañas y serranas, además de las inevitables siguiriyas gitanas que iban asociadas con el nombre de Silverio.
La popularidad de la soleá está ilustrada por el amplio espacio que ocupa en la Colección demofiliana y que corresponde a la mitad de la cantidad de páginas dedicadas a letras. El elemento esencial a la base de tal popularidad es el carácter moderado de las “tristezas” expresadas, mientras las siguiriyas desarrollan valores de dolor extremo, majestad y solemnidad para los que pocos públicos están disponibles. Esos centenares de letras que precedieron la gran época de la soleá merecerían un estudio detallado: en particular, se necesitaría un estudio comparativo de las letras de tres y cuatro versos, las primeras siendo en su mayoría de procedencia gitana.
FUENTES
Esos artículos se publicaron en la revista sevillana La Enciclopedia en octubre y noviembre de 1879. Se reeditaron en Córdoba en 1982, bajo el título De Soledades (Escritos Flamencos, 1879). Los extractos citados y aludidos se encuentran en las páginas 11,12, 21, 24, 25, 26 y 37 de esa reedición. En 1972, la misma editorial había publicado escritos anteriores del mismo autor, bajo el título de Primeros Escritos Flamencos; pero no he conseguido localizar un ejemplar.
En 1805 el Poeta Calculista del compositor Manuel García, entonces en los albores de su carrera, opinó sobre el jaleo como sigue: “siendo cosa andaluza / Gustará” a públicos madrileños.
Sobre algunas soleares apolás, el lector podrá consultar las entradas de Antonio Barberán Reviriego en su blog:
http://cdizflamencoflamencosdecdiz.blogspot.com.es/2012/11/1-solea-petenera-apuntes-varios.html
y
http://cdizflamencoflamencosdecdiz.blogspot.com.es/2012/11/2-solea-petenera-continuacion-y-final.html
Sobre la geografía de la Triana cantaora, no gitana y gitana, una fuente sugestiva es el libro de J.L. Navarro García y J.M. Trigo, Naranjito de Triana, Sevilla, 1993, pág. 25-sqq.
Las dos soleares de Mairena empiezan con “Llevo una cruz en el hombro” y “Son los cuatro puntalitos”. A propósito de este último cante, en 1962, Ricardo Molina me dijo en Córdoba que era de Juaniquí de Lebrija. Me parece hoy más probable que Mairena –o su fuente– atribuyó ese cante a Juaniquí sobre la base de su frase de conclusión, que puede cerrar varios cantes. La tradición que atribuye esa soleá a Ramón El Ollero parece fuerte.
Los nuevos detalles biográficos sobre Paquirri se deben a Antonio Barberán Reviriego. V. por ejemplo “Paquirri el Guante, Nuevos datos documentados”, La Voz de Cádiz, 16 de noviembre 2008, o http://www.lavozdigital.es, misma fecha. Demófilo, pág. 60 de la edición de 1975, atribuye a Paquirri dos letras de soleares, pero no incluye su nombre en su lista de cantaores.
La cuarta soleá que le es atribuida, “Por las esquinas te pones”, no se encuentra en ninguna grabación anterior a la de Aurelio. Me parece más probable que la creó él y la atribuyó a Paquirri más tarde; v. José Blas Vega, Conversaciones [.…], Madrid, 1978, pág. 41. Los otros tres cantes de ese último corresponden a los siguientes íncipits en la discografía: 1) “M’agino entre mi” o “Puente de Triana”, 2) “Estoy dando tregua al tiempo” o “Por no tener quien te quiera” y 3) “Yo le ofrecí mi caballo” y los dos cantes de Fernanda mencionados.
© Pierre Lefranc