Es un término el de refundación que se extendió no ha mucho para justificar un acercamiento mayor a la sociedad y para presentar una nueva cara que maquillara recuerdos del pasado. Parece que la fórmula ha calado, y no ya sólo entre las formaciones partidarias, sino que las de otro tipo -en este caso las flamencas- refundan concursos de flamenco para dar respuesta a necesidades sentidas tradicionalmente. Y es que se ha valorado positivamente huir de las atomizaciones y operar por síntesis. Y me explico.
Planteamos en el Concurso de Flamenco de Santander -ya por la decimotercera convocatoria este año- la conveniencia de que en lugar de dotar cantidades al concepto de ganadores a diversos grupos de cantes se hiciese partiendo del concepto de cantaor o cantaora más completos, con la premisa de que debían interpretar cantes de todos los grupos. Y así hasta tres premios. Se produce así un alza en las exigencias y una forma de decantarse por parte de los profesionales del cante acerca de si se consideran en disposición de abordar palos de todos los grupos o sólo del grupo de sus preferencias. Se clarifica el panorama y se eleva la cuantía de los premios, o sea, se rompe con la tendencia a la atomización.
Y es que otro tanto ha sucedido en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, del que cabía plantear la repercusión posterior entre la afición tradicionalmente; dicho de otro modo, ¿qué explica que un ganador del Concurso con más solera, nacido en su fundamentación de las cenizas de aquel de Granada en el 22, pero ya en los años cincuenta, no alcance la notoriedad que debiera? Cabría responder que las eminentes figuras que le dieron lustre -a poco que se repase la nómina- han dado paso a un gran número de intérpretes, porque el flamenco se ha extendido ostensiblemente y ha crecido el número de los que han hecho de él una forma de vida. Es una manifestación más de la sociedad de consumo que nos aturde ante una gran cantidad propuestas, ante las que los consumidores o en este caso aficionados no tienen suficientemente claro cuáles han de ser sus preferencias; y si a ello se le une la necesidad de buscar nuevos cauces expresivos con fórmulas híbridas no siempre bien entendidas, crece el aturdimiento.
Pareció tomar buena nota de ello Cultura del consistorio cordobés, que fue asesorado por el IMAE (Instituto Municipal de Artes Escénicas- Gran Teatro) para completar la visión. Fuimos requeridas personas que nos movíamos en el medio para ver la oportunidad de remodelar las Bases toda vez que convenía y modificar la fecha de celebración, dada la concentración de celebraciones de tipo festivo que se dan en la ciudad cordobesa en el mes de mayo. El sentido de ciudad tuvo que ver con la conveniencia de huir del tradicional mayo cordobés y trasladarlo al mes de noviembre, sólo jalonado por las organizaciones peñísticas, con la mirada de reojo puesta en la aspiración a la nominación de la Capitalidad Europea de la Cultura. Se conformó así con el tiempo una Comisión Asesora bastante plural, integrada por intérpretes de reconocido prestigio en las tres manifestaciones, Fosforito, Manolo Sanlúcar, José Antonio Rodríguez e Inmaculada Aguilar; los críticos Paco del Cid y Paco Martínez; un presentador oficial tradicional, Juan Ramón Martínez; concejales de Cultura y Festejos, así como un técnico de Cultura y los representantes del IMAE-Gran Teatro, su gerente Ramón López y Ana Linares como Encargada de Programación.
Tras la redacción de las Bases, facilitadas al Boletín, a la Comisión le espera una tarea ardua, cual es la elección del Jurado, que en nuestro sentir compartido debe tener una elocuente mayoría de artistas consagrados. La mejora en la cuantías de los premios debe obrar positivamente así como la conformación de los tipos de cante, baile y guitarra en los distintos grupos, que va destinado a mostrar la calidad interpretativa en las distintas formas de una manera que no deje lugar a equívocos. Otra cuestión es la incidencia posterior de los galardonados, a los cuales se les asegura una serie de actuaciones posteriores que refrenden ante los aficionados el público conocimiento y reconocimiento.
OTRAS CUESTIONES CONEXAS
Parece que ha calado en nuestras autoridades la idea de que el flamenco ha de ser una piedra angular en el conocimiento de la ciudad de cara al exterior. El gran número de proyectos de largo alcance y la extensa nómina de organizaciones que acometen los mismos hace que sea algo inexorable la elección en un mismo día –por concurrencia- a qué espectáculo hemos de dirigirnos. Enumeremos algunos de ellos: Cátedra de Flamencología -durante todo un curso académico-, Flamenco en las Tabernas, Federación de Peñas con Jóvenes Flamencos mancomunadamente con la Confederación y el Instituto Andaluz de la Juventud, Diputación de Córdoba -con otro Proyecto de Jóvenes Flamencos-, Noche Blanca del Flamenco, Festival de la Guitarra de Córdoba (que este año estrena dos espectáculos, el de Arcángel y José Antonio Rodríguez y la coreografía de Javier Latorre basada en la adaptación de los textos de Philippe Donnier “El duende y el reloj”) y la coincidencia cada tres años del Concurso Nacional de Arte Flamenco. El lugar común lorquiano de callada y sola parece bien fundado para referirse a esta ciudad, lejos de las alharacas y el culto a lo externo de otras latitudes. Las humanas inquietudes no son ni buenas ni malas, sencillamente son.
Planteamos en el Concurso de Flamenco de Santander -ya por la decimotercera convocatoria este año- la conveniencia de que en lugar de dotar cantidades al concepto de ganadores a diversos grupos de cantes se hiciese partiendo del concepto de cantaor o cantaora más completos, con la premisa de que debían interpretar cantes de todos los grupos. Y así hasta tres premios. Se produce así un alza en las exigencias y una forma de decantarse por parte de los profesionales del cante acerca de si se consideran en disposición de abordar palos de todos los grupos o sólo del grupo de sus preferencias. Se clarifica el panorama y se eleva la cuantía de los premios, o sea, se rompe con la tendencia a la atomización.
Y es que otro tanto ha sucedido en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, del que cabía plantear la repercusión posterior entre la afición tradicionalmente; dicho de otro modo, ¿qué explica que un ganador del Concurso con más solera, nacido en su fundamentación de las cenizas de aquel de Granada en el 22, pero ya en los años cincuenta, no alcance la notoriedad que debiera? Cabría responder que las eminentes figuras que le dieron lustre -a poco que se repase la nómina- han dado paso a un gran número de intérpretes, porque el flamenco se ha extendido ostensiblemente y ha crecido el número de los que han hecho de él una forma de vida. Es una manifestación más de la sociedad de consumo que nos aturde ante una gran cantidad propuestas, ante las que los consumidores o en este caso aficionados no tienen suficientemente claro cuáles han de ser sus preferencias; y si a ello se le une la necesidad de buscar nuevos cauces expresivos con fórmulas híbridas no siempre bien entendidas, crece el aturdimiento.
Pareció tomar buena nota de ello Cultura del consistorio cordobés, que fue asesorado por el IMAE (Instituto Municipal de Artes Escénicas- Gran Teatro) para completar la visión. Fuimos requeridas personas que nos movíamos en el medio para ver la oportunidad de remodelar las Bases toda vez que convenía y modificar la fecha de celebración, dada la concentración de celebraciones de tipo festivo que se dan en la ciudad cordobesa en el mes de mayo. El sentido de ciudad tuvo que ver con la conveniencia de huir del tradicional mayo cordobés y trasladarlo al mes de noviembre, sólo jalonado por las organizaciones peñísticas, con la mirada de reojo puesta en la aspiración a la nominación de la Capitalidad Europea de la Cultura. Se conformó así con el tiempo una Comisión Asesora bastante plural, integrada por intérpretes de reconocido prestigio en las tres manifestaciones, Fosforito, Manolo Sanlúcar, José Antonio Rodríguez e Inmaculada Aguilar; los críticos Paco del Cid y Paco Martínez; un presentador oficial tradicional, Juan Ramón Martínez; concejales de Cultura y Festejos, así como un técnico de Cultura y los representantes del IMAE-Gran Teatro, su gerente Ramón López y Ana Linares como Encargada de Programación.
Tras la redacción de las Bases, facilitadas al Boletín, a la Comisión le espera una tarea ardua, cual es la elección del Jurado, que en nuestro sentir compartido debe tener una elocuente mayoría de artistas consagrados. La mejora en la cuantías de los premios debe obrar positivamente así como la conformación de los tipos de cante, baile y guitarra en los distintos grupos, que va destinado a mostrar la calidad interpretativa en las distintas formas de una manera que no deje lugar a equívocos. Otra cuestión es la incidencia posterior de los galardonados, a los cuales se les asegura una serie de actuaciones posteriores que refrenden ante los aficionados el público conocimiento y reconocimiento.
OTRAS CUESTIONES CONEXAS
Parece que ha calado en nuestras autoridades la idea de que el flamenco ha de ser una piedra angular en el conocimiento de la ciudad de cara al exterior. El gran número de proyectos de largo alcance y la extensa nómina de organizaciones que acometen los mismos hace que sea algo inexorable la elección en un mismo día –por concurrencia- a qué espectáculo hemos de dirigirnos. Enumeremos algunos de ellos: Cátedra de Flamencología -durante todo un curso académico-, Flamenco en las Tabernas, Federación de Peñas con Jóvenes Flamencos mancomunadamente con la Confederación y el Instituto Andaluz de la Juventud, Diputación de Córdoba -con otro Proyecto de Jóvenes Flamencos-, Noche Blanca del Flamenco, Festival de la Guitarra de Córdoba (que este año estrena dos espectáculos, el de Arcángel y José Antonio Rodríguez y la coreografía de Javier Latorre basada en la adaptación de los textos de Philippe Donnier “El duende y el reloj”) y la coincidencia cada tres años del Concurso Nacional de Arte Flamenco. El lugar común lorquiano de callada y sola parece bien fundado para referirse a esta ciudad, lejos de las alharacas y el culto a lo externo de otras latitudes. Las humanas inquietudes no son ni buenas ni malas, sencillamente son.