Recital Flamenco


Discos Flamencos
Manolo Sanlúcar 
Ediciones Marita, 2005
Pablo San Nicasio Ramos


Se han recuperado recientemente para los aficionados un buen puñado de toques del maestro Manolo Sanlúcar. Bajo el título de “Recital”, se incluyen en este disco diez composiciones de una primera época creativa, allá por los setenta. Momento aquel donde el flamenco bendecía la llegada de varias jóvenes figuras de un talento colosal, entre las que, por supuesto, se encontraba el gaditano.

No hacía falta descubrir la guitarra de esta leyenda viva del toque, pero es muy valioso poner al día un repertorio genial que corre riesgo de perderse si no se hacen estos trabajos de rescate.

Se trata de guitarra solista en estado puro. Apenas aderezada por puntuales percusiones “exóticas” y castañuelas. Eran otros tiempos. Tiempos de probar y arriesgar con otras propuestas que ahora parecen prehistóricas. Tiempos de feroz competencia con Paco de Lucía, donde los toques básicos, se percibe aquí, sabían a poco a intérpretes de esta clase. Con apenas treinta años, Manolo Sanlúcar estaba llevando la guitarra flamenca de concierto a un grado de perfección tal que, desde la distancia, parece obligatorio que abriera brecha al poco tiempo, como así hizo. Hacía falta más y así lo comprendió. Él y el compadre sobre todo.

Se echa a andar con unas bulerías que se definen como “flamencas” para distinguirlas de las que conforman la cuarta pista, catalogadas como “clásicas”. Son diferentes conceptos para un mismo ritmo, pero de velocidades y acentos diferentes. Realmente escuchar la música de Manolo Sanlúcar, ya en aquella época, otorgaba a los flamencos un plus de cultura musical. Es bueno siempre matizar para enriquecer un amplio acervo de toques que sólo unos pocos dominan.

Dos estilos que llevan a diferentes sensaciones. Mientras las primeras bulerías son propias del acompañamiento festero, las segundas recuerdan a los decimonónicos toques “del candil”. Ambas de una ejecución impecable. Más si tenemos en cuenta la poca manipulación de que han sido objeto. Esta guitarra ya empezaba a definirse como partidaria de los adornos mordentes en los sitios más insospechados.

La guajira de nombre “El Cañaveral” es una de las cumbres del disco y de toda la guitarra flamenca en este toque. No hay duda de los motivos y las células melódicas. Todo con una exquisitez brillante. El complemento perfecto a las “Guajiras de Lucía”. Perdón por la comparación pero mientras allí teníamos un huracán de sonido y contundencia, aquí tenemos contratiempo y expresión. Delicatessen.

En tercer lugar “Puerto de Málaga”. Malagueña de vértigo, con castañuelas que, quizá hoy serían vistas como elemento de un flamenco anticuado. Puede ser, pero ayudan a situar la época y la descomunal trayectoria evolutiva de este autor. Técnicamente, como en toda su música, hay una gran diferenciación de las voces. Manolo Sanlúcar posee un pulgar personalísimo, que hace muy fácil la distinción armónica de las secciones de los toques. Sin agresividad pero con una nitidez muy grande se percibe un trémolo perfecto y un arpegiado con música en cada nota. Ese “algo” que hace que los fuegos artificiales aquí no asusten, sino más bien conmuevan.

Las alegrías “Puerta Tierra” se encuadran en un toque clásico, al hilo de los anteriores y de los que ya no se hacen. Nos llevan a cortes de esta misma época y estilo como “Recuerdo a Patiño”, de Paco de Lucía. Sobre todo por los remates, que hoy a más de uno le harían confundirlas “a simple oído” con una soleá. Por ello de nuevo se debe recalcar la importancia de esta labor de recuperación flamenca.

Con el título “Recuerdo de Javier Molina” Manolo Sanlúcar logra una farruca con sabor jerezano total. Su escuela guitarrística debe mucho al “brujo” de la guitarra, no en balde su padre fue discípulo del genial jerezano. La farruca es para que Lola Flores se explaye allá donde esté. Obra de arte para penar y penar a gusto.

Una pista de apenas minuto y medio, una falseta larga, es lo que duran los tientos “Pincelada”. El maestro nunca fue de brocha gorda.

Siguiendo con la estela virtuosística llegan los números finales. Taranta, Zapateado y Soleares.

Números estos con acentos que denotan una personalidad tan acusada que descoloca a cualquier guitarrista. La introducción al zapateado posee un sonido absolutamente único, como el de la farruca. Con la estética, armonía y pulsación idéntica a la que usaría un vihuelista y el reposo de un clásico en los ritardandos cadenciales. Y de ahí a un tema logrado, pegadizo y con una ejecución del contrapunto melódico al alcance de casi nadie.

Se hace inevitable aún a día de hoy una comparación entre los estilos de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar a la hora de abordar estos trabajos. Y hay que decir que sus guitarras en la época de este disco eran bastante similares. Sobre todo teniendo en cuenta sus posteriores caminos, aquellos que sí les hizo verdaderamente complementarios.

El “Recital de Manolo Sanlúcar” sería de gran ayuda con un libro de partituras adjunto. Alto flamenco más cerca del alcance de todos, los que oyen y los que tocan.

Manolo Sanlúcar hoy posee otro sonido, tiene otras miras, ha llegado a todo el flamenco conocido y quizá sólo él sea capaz de arrepentirse de algún aspecto de su obra.