Plaza de los Herradores


Discos Flamencos
Manolo Simón
La Bodega, 2015
Antonio Nieto Viso




Plaza de los Herradores. Antología del Fandango


Lo conocí, y lo escuché cantar por primera vez a Manolo Simón a principios de los años ochenta del pasado siglo XX. Desde entonces, en directo y a través de sus discos, he seguido su trayectoria hasta la más reciente actualidad con este Cd. que me dispongo a comentar, que fue grabado el pasado verano, pero que hasta ahora no lo había recibido.



A lo largo de diecinueve cantes, en los que está muy bien acompañado por la sabia guitarra de Pascual de Lorca, así como por las palmas, castañuelas, y jaleos de Angelita Gómez. Reciban los tres, nuestro aprecio y reconocimiento por este prolijo documento.

Manuel Muñoz Martín, artísticamente Manolo Simón, es un jerezano por derecho propio desde 1953 en que tuvo la suerte de nacer en este importante rincón privilegiado para el arte flamenco. Si a ello le añadimos que desciende de la rama cantaora del Loco Mateo, ya tenemos razones más que suficientes para que su voz nos lleve al sentimiento andalúz con su cante.

Para comprender el título de este Cd. nos introduce en el primer corte con el cante granadino de Frasquito Hierbabuena manejando bien los tiempos de esta modalidad caracterizada por su ritmo inconfundible con el verso “Plaza de los herradores.

Nunca comprendí porqué el fandango de Macandé, creado a partir de un pregón como base musical no tenga más seguidores. Me alegro que aquí tenga su sitio destacando además los matices personales cargados de carácter.

Sin perder de vista el toque abandolao, nos deleitamos con un tercio de malagueña como salida para luego volver a Hierbabuena y cerrar con jabegotes como cuerpo central de este estilo, con matices cercanos, pero que mantienen sus diferencias.

Pascual de Lorca tiene un trabajo muy destacado a lo largo de la audición de esta formidable obra, que para aquellas personas que estén interesadas por conocer todos los estilos de cante, y del fandango en particular encontraran muchas de las modalidades para así grabarlos en su memoria.

El fandango del Bizco Amate sale aquí fortalecido con la aportación personal de Manolo, una voz peculiar que viene como anillo al dedo en muchos estilos, ya que el dramatismo de sus letras es un mensaje lastimero que en la vida no encuentra respuesta.

El cantaor nos demuestra que el flamenco no tiene secretos para él, con el entrañable recuerdo que tiene para Niño Miguel, aquel gran guitarrista llamado a tener un destacado lugar como músico de las seis cuerdas, pero la mala suerte personal se lo impidió. En el mensaje de su voz se le nota el cariño que le tenía al son de unos fandangos de Huelva por el estilo de Cabeza Rubio y su remate a la manera de Paco Toronjo.

Apreciamos la forma en que se expresó Pepe Aznalcóllar, que causó furor en su época por la temática que empleó, así como sus inigualables quiebros vocales. Lo mismo hemos de decir en el caso de El Rubio, que conocemos mejor gracias a Camarón, que lo llevó en su repertorio. Sabemos que José Monge Cruz, con su privilegiado oído engrandeció a todos los cantaores que le sirvieron de referencia.

Los fandangos de Calaña son unas de las modalidades más pegadizas de Huelva, pero que requieren un don especial para llevarlos a buen puerto. Aquí lo disfrutamos por su ritmo inigualable que le marca el intérprete, y el buen toque. A mi juicio está entre lo mejor de este gran repertorio en cantidad y en calidad.

Dos grandes jerezanos en nuestra memoria son Manuel Soto El Sordera y Antonio Núñez Chocolate, genuinos fandanguilleros que tuvimos la suerte de escucharlo en vida dentro de un repertorio variado. Aquí brillan con luz propia cuando Simón los calca en sus matices, un patrón que ha seguido para estos maestros que Manolo alcanzó a escucharlos en persona. Estamos descubriendo a un intérprete inspirado que acredita con los fandangos por bulerías de su terruño, su gran responsabilidad por conocer en profundidad su trabajo.

Tampoco podía faltar la modalidad que creó El Carbonerillo, que aunque vivió pocos años, nos legó su lamento en su peculiar interpretación. Ahora en el centro de Andalucía irrumpe en su paisaje con unos fandangos de Lucena empleando las versiones de Fosforito y Antonio Ranchal con el eco de Cayetano Muriel, que remata con el verdial de Lucena según El Niño del Museo. No nos debe resultar extraño, él conoce esta comarca cantaora desde sus inicios como cantaor.

Vuelta de nuevo a su tierra para dejar en buen lugar a José Cepero y al Niño de Bárbate, que aunque poco conocido resulta importante escuchar. Suena Antonio El de la Calzada, que alcanzó fama entre los aficionados de su tiempo, que aunque luego cayó en el olvido, Camarón lo dio a conocer en sus recitales y en las grabaciones discográficas.

De nuevo, la guitarra nos dice por sus notas que estamos en los aires de Huelva con modalidades que marcan su ascendencia. Volvemos a los fandangos personales, y escuchamos el estilo de El Gloria, y otra vez Chocolate, un recreador de viejos cantes que emocionó a toda España, pero particularmente a Sevilla, ciudad en la que vivió y donde ha querido quedarse para siempre.

Esta antología es un gran paso de Manolo Simón para que la afición aprenda en las fuentes claras de los buenos cantaores. Se despide con un fandango de Manolo Herrero, casi un desconocido para la mayoría, pero que aquí recibe un empujoncito para que los nuevos valores lo aprendan y lo difundan, y por supuesto, esta enciclopedia habrá que tenerla en cuenta para hoy y para el futuro.