Pá er Teto


Discos Flamencos
Antonio Soto
Musigrama (2004)
Eusebio Rioja


Hace unos días, Antonio Soto presentó en Málaga su disco compacto Pa’ Er Teto. Antonio es miembro de una de las familias flamencas de mayor abolengo en Málaga. A ella perteneció la legendaria Pirula, La Cañeta, Manuel: padre de Antonio, bailaor, y Gema Garcés, esposa de Antonio y bailaora. El curioso título del disco mienta a su hijo, El Teto, un simpatiquísimo chaval, despierto y vivaracho, que asegura de motu proprio y con entusiasmo, ser el destinatario de la Bulería que lleva su sobrenombre y titula el disco.

Desde hace años, Antonio Soto forma parte del grupo Jábega, donde se integran su esposa y Raquel Castro al baile, cantan Nuria Martín y El Roto, a la percusión está Juan Heredia, Alejandro Mateo toca la flauta y José Ruiz la guitarra. Además, Antonio es acompañante habitual de Fosforito y toca frecuentemente a cantaores como El Agujetas, Chano Lobato, Rancapino, Cancanilla, La Cañeta y Remedios Amaya, entre otros. En su poder se encuentra el premio Juan Carmona: Habichuela, del Concurso Nacional de Flamenco de Córdoba de 2001, y el Bordón Minero del Concurso Nacional de Cantes de la Minas, de 2002. No es fácil conquistar dos premios nacionales, ni abundan los guitarristas que los poseen. A propósito del Bordón Minero, Antonio realizó numerosas actuaciones con el espectáculo Vienen del Sur, donde se iría fraguando el disco.

La experiencia de Antonio Soto como acompañante al cante y al baile, es larga y ancha. Según bien observa Norberto Torres en la presentación del disco, la personalidad tocaora de Antonio evoca de inmediato las de míticos guitarristas que se iniciaron como acompañantes o tocaores de cuadros, con dilatada anterioridad a ejercer el toque solístico. La construcción de sus temas, su sentido del ritmo, sus armonizaciones y su sonido, por ejemplo, así lo delatan, sobre todo en el soniquete de sus toques con medida o acompasados. Incluso en sus toques libres o sin medida, es fácil apreciar igualmente dicha virtud: el gustito.

Sin renunciar a su virtuosismo, Antonio Soto no nos agobia con espectacularidades vanas, ni con apabullantes saltos en el vacío. La impresión que se cuaja tras la audición de esta opera prima, es la de haber compuesto Antonio su música poquito a poco, con madura serenidad. Madurez y serenidad conquistadas en las tablas, a la vera del cante y del baile. La composición de sus temas denota buen gusto, hasta para sin perder nunca la originalidad, permitirse guiños a los maestros más creativos. Las intervenciones de la voz de La Vito, los taconeos de Gema Garcés, las palmas de la misma Gema y de Diego Magallanes, la percusión del mismo Diego y de Juan Heredia, el bajo de Manuel Nieto y los coros de Paco Ortega y La Vito, lejos de estorbar al desarrollo de su toque, consiguen en los momentos cuando intervienen, un complemento sosegado y de grato paladar, sin concesiones a la estridencia.

El disco, que en su corta vida ha obtenido positivas críticas y acogida favorable, fue grabado el pasado año en los estudios madrileños de Musigrama, con la ingeniería sonora y las mezclas de Javier Ustara, la masterización de Juan Hidalgo, los arreglos de Diego Magallanes y la producción de Paco Ortega. Su repertorio se compone de Gema (Rumba), El carburico (Taranta), La bocana (Tanguillo), Maestro Fosforito (Soleá), Pa’ Er Teto (Bulerías), Poquito a poco (Tango), Alma en Cái (Alegrías), Fuente de las Gitanillas (Malagueña), Con sabor (Guajira) y A mi papa Manuel (Bulerías). Diez temas, con un total de 47’58”, duración correcta que no cansa. Incluso las fotografías de Laura León y el diseño gráfico de Raúl Verdú son originales y acertados. El párrafo de agradecimientos rubricado por Antonio, resuma sensibilidad, exquisitez.

En un mundo donde las prisas locas, la violencia y el mal gusto nos empachan de continuo, el ocho sonoro de Antonio Soto nos deleita y nos cautiva con su personalidad, su creatividad, su musicalidad, su madurez, su delicadeza, su sosiego, su sensibilidad, su aire, su sonido, su paladar, su serenidad y su flamencura. Una guitarra con cariño de familia, con calor de hogar, de sabor a pan con aceite.