Origen y Evolución de la Saeta lucentina


Libros
Juan Carlos García Moscoso
Ayto. de Lucena, 2008
Antonio Nieto Viso


El ingeniero técnico industrial Juan Carlos García Moscoso, que nació en Lucena en 1974, escribió el año 2008 un interesante libro titulado. “Origen y Evolución de la Saeta Lucentina” que es fruto de sus experiencias semanasanteras vividas en toda su profundidad religiosa, unida al interés por la etnología tradicional de esta ciudad forjada con influencias hebreas y moriscas junto a la evolución cristiana, pero sin eclecticismo, para no confundirnos.

Sin duda, la Semana Santa se vive en todo el orbe cristiano español con la misma fuerza, pero en Andalucía alcanza otras dimensiones expresivas. En Lucena, desde el siglo XVI en que el Concilio de Trento acentuó la espiritualidad hasta llegar a nuestros días. En general, desde Fernando III el Santo todo el sur de España fue cristianizado paulatinamente, obra que culmina con los Reyes Católicos.


Felicitamos cordialmente al autor del libro, primero por su fe, y luego por su amor a esta bendita tierra lucentina, que celebra la Pasión de Cristo procesionando sus inigualables imágenes a hombros de santeros con la cara descubierta, pienso que puede deberse en origen, para demostrar que son auténticos cristianos sin tibieza de ningún tipo, por aquello de desterrar los profundos arraigos de esta ciudad con los judíos primero, y luego con los moriscos.

Juan Carlos García Moscoso, manejando una excelente bibliografía sobre la saeta, ha sabido concatenar los temas de forma diacrónica hasta concluir en la página 87 con una antología de letras de esta modalidad de cante, incidiendo especialmente en los estilos lucentinos.

Son muchos los autores que se han ocupado del estudio de la saeta popular, pero pocos los que la han tratado a nivel local lucentino. Entre ellos están, Francisco Sánchez González, Antonio Gómez Pulín, y José Sánchez Arjona, con la particularidad añadida de que la vivieron en primera persona, y que luego lo plasmaron en sus escritos y libros, por cierto, difíciles de conseguir.

El autor tiene la gentileza de agradecer públicamente a las personas que le han facilitado información oral sobre la saeta y sus creadores en la esfera lucentina desde sus recuerdos personales inalterables en su memoria.

En la página 23, leemos que la Semana Santa es una expresión musical netamente andaluza, exclusivamente dedicada a todo lo relacionado con la Agonía, Pasión, Muerte, y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Etimológicamente, el término saeta procede del latín “sagita”, que significa flecha, dardo, arma arrojadiza que llega directamente al corazón; según lo describe el ecijano Benito Mas y Prat.

La primera noticia documental que se tiene sobre la saeta, la aporta Fray Diego de Valencina en su libro “Historia Documentada de la Saeta”. También leemos que, este cante se emancipa rompiendo sus lazos de procedencia sacros, olvida sus orígenes moriscos sin dejar de ser exclusiva de los misioneros, para luego volar a los labios del pueblo y convertirse en expresión del sentir popular al paso de las imágenes en Semana Santa. Todas las saetas que se cantan en los pueblos andaluces se asemejan en la sencillez y en los profundos ayes melismaticos.

El señor García Moscoso, como buen conocedor de las tradiciones de su pueblo, nos da a conocer que en Lucena, existen dos tipos de saetas viejas que se deben a sus creadores “Alcantarilla” y “Perilleja”, hombres que vivieron entre finales del XIX y el primer tercio del XX. Aparte claro está, de otra modalidad saetera conocida como saeta de santería no procesional, para la que no se necesitan facultades artísticas, ya que lo que se tienen que decir uno al otro, lo expresa al calor de una copita de más durante las reuniones de santeros mantienen varias ocasiones al año. Entre los lucentinos las llaman cariñosamente “borrachunas”.

Dedica un párrafo a la saeta que se canta en la vecina ciudad de Puente Genil, que es la “cuartelera”, un canto dialogado en el que intervienen varios hermanos en las reuniones de las cofradías y corporaciones bíblicas.

En cuanto a la saeta flamenca, se empezó a cantar a principios del siglo pasado coincidiendo con la primera etapa de la expansión del cante jondo, se suele desarrollar por seguiriya, por martinete, o bien por carcelera. Esta sería la sencilla forma jerezana que se empezó a llamar saeta por seguiriya, a la que se refería don Antonio Mairena. El más claro ejemplo de cantaor de saeta flamenca primitiva fue Manuel Torre, que la grabó en 1878. Posteriormente lo hicieron el “Cojo de Málaga” en 1880, Manuel Centeno en 1885, la “Niña de los Peines” en 1890, Manuel Vallejo en 1891, y después vendría el “Niño Gloria”. A partir de 1920, la saeta aflamencada alcanzó su actual estado de perfección, y se la comienza a llamar saeta artística en las voces de Manuel Vallejo, el “Gloria”, entre otros. A partir de aquí, distinguimos entre la saeta flamenca, y la vieja o autóctona, para continuar hablando de la laudatoria, plegaria, narrativa, explicativas, y afectivas.

Volviendo a Lucena, la primera noticia escrita sobre la saeta, data del año 1906 en una crónica del Viernes Santo. La proliferación de tantas instituciones religiosas existentes, se debe al patronazgo del Marqués de Comares, que obtenía elevadas rentas de sus numerosas propiedades. La presencia de los dominicos propiciaron las prácticas del rosario de la Aurora, que contribuyeron a la popularización de los trovos piadosos.

En la página cincuenta, está la referencia a los grandes saeteros lucentino de finales del XIX, que unido a las tendencias por la saeta flamenca, que fue relegando a la saeta vieja a segundo plano hasta que literalmente desaparece en los años cuarenta. Sería Manuel Alba Castillo, conocido como “La Chana” quien a principios de los años setenta del siglo pasado quien rescataba las saetas antiguas de Lucena, que aprendió el estilo “Perrilleja” de su madre, Genara Castillo Calzado. Por otra parte, su padre, Domingo Alba Cordón, le enseñó la saeta personal de “Alcantarilla”.

Destacar por último, que en Lucena han cantado a sus imágenes saeteros de la talla de Cayetano Muriel, Pepe Marchena, la “Niña de la Alfalfa”, “Fosforito”, Antonio Ranchal, Manuel Mairena, Antonio de Camillas; sin olvidar a los grandes saeteros locales Felipe García Aroca, Curro Lucena, la “Quica”, y el joven Antonio José Nieto Fernández.

En definitiva, un libro que viaja a través de siglo y medio por la fiabilidad de la tradición oral más cercana como referencia para ensamblarse con las grabaciones audiovisuales de los documentos sonoros que marcaran otra época de esta manifestación religiosa.