No soy partidario de defender la ortodoxia. Creo que a estas alturas es un discurso manifiestamente caduco. Pero si tuviera que definir a Curro Lucena, creo que decir que “es un cataor ortodoxo” sería una forma de hacerlo sencilla y certera.
Se hace acompañar en este trabajo de tres guitarristas que saben muy bien cómo hacer que un cantaor de este corte se sienta especialmente cómodo. Ángel Mata, Manolo Franco y Ramón Carmona. Tres guitarristas en el toque para acompañamiento, y aún así, tres personalidades distintas, tres sonidos diferentes y característicos.
El objetivo del disco, en palabras de propio autor, era hacer un recorrido por las ocho provincias de Andalucía a través de sus cantes y como “bonus”, término que está ahora muy de moda, un cante para hacer un homenaje a Lucena, su tierra natal y otro para Ronda, su tierra adoptiva.
Para Almería tarantos. Es curioso cómo se ha quedado reinando este cante en el universo flamenco almeriense en lugar de reivindicar la taranta como verdadero cante oriundo, pero eso es tema de otro artículo.
El caso es que los tarantos que interpreta Curro son dignos, a pesar de no estar especialmente suelto. Se puede vislumbrar que no es un cante que interpreta con frecuencia, aunque los conozca con cierta profundidad. En la segunda letra los terciaos 1 y 3 son de taranta para luego reconducir el cante hacia el taranto.
Curro Lucena es un cantaor largo. Conoce muchísimos cantes y los interpreta con solvencia. Y aún así, lo más importante en este cantaor es la expresión. No es tanto la afinación o el dominio del compás, frente a su capacidad de transmisión. Algo parecido a lo que le pasaba a Niño Ricardo con la calidad del sonido. Él reivindicaba la importancia de la expresión frente a la técnica.
Todo esto es apreciable en las alegrías de Cádiz y en las alegrías de Córdoba que ocupan dos cortes distintos, es decir, dos provincias. En las últimas, las de Córdoba, su referencia es el incombustible Curro de Utrera.
Granaínas para Granada, con un Manolo Franco sublime y mucha medida en Curro, que demuestra una madurez artística considerable.
Para Huelva, sus fandangos, con la entrega necesaria para cantar por ahí, y una variedad de estilos muy bien seleccionada.
De Jaén, tarantas; aunque curiosamente, ninguna de las dos que interpreta es de Linares. “De los laureles” con referencia de Jacinto Almadén y la segunda, más cerca de la taranta clásica. Eso sí, ambas muy bien interpretadas y muy flamencas.
Se acuerda de Málaga con la malagueña del Canario y la jabera. Un cante bien planteado y valiente, sin posturas, sin escatimar en las subidas y dando todas las notas de paso en la jaberas, cante de excepcional cromatismo y por tanto de gran dificultad para la afinación en las terminaciones de ámbito más bajo.
La soleá es el cante escogido para homenajear a Sevilla. Más concretamente los estilos de Alcalá de Guadaíra en los que Curro Lucena demuestra su capacidad cantaora. Se hace evidente que este es el palo donde más a gusto se encuentra.
El corte dedicado a Ronda lo reserva para la caña, en la que demuestra sobrada maestría, sin caer en lo cansino y gustándose en la musicalidad.
Lo mejor del trabajo son los cantes abandolaos que se atribuyen a Lucena. Una joya para los amantes del flamenco enraizado en el fandango y un alarde de buen gusto y conocimiento por parte de Curro Lucena, que con este disco viene a engrosar una trayectoria discográfica digna del que podemos considerar un cantaor antológico.
En el entramado actual de la oferta flamenca, este disco, sin intentar aportar algo novedoso al flamenco, ocupa el lugar del cante clásico; conveniente, en cualquier caso, como una opción recomendable a la que recurrir.
Se hace acompañar en este trabajo de tres guitarristas que saben muy bien cómo hacer que un cantaor de este corte se sienta especialmente cómodo. Ángel Mata, Manolo Franco y Ramón Carmona. Tres guitarristas en el toque para acompañamiento, y aún así, tres personalidades distintas, tres sonidos diferentes y característicos.
El objetivo del disco, en palabras de propio autor, era hacer un recorrido por las ocho provincias de Andalucía a través de sus cantes y como “bonus”, término que está ahora muy de moda, un cante para hacer un homenaje a Lucena, su tierra natal y otro para Ronda, su tierra adoptiva.
Para Almería tarantos. Es curioso cómo se ha quedado reinando este cante en el universo flamenco almeriense en lugar de reivindicar la taranta como verdadero cante oriundo, pero eso es tema de otro artículo.
El caso es que los tarantos que interpreta Curro son dignos, a pesar de no estar especialmente suelto. Se puede vislumbrar que no es un cante que interpreta con frecuencia, aunque los conozca con cierta profundidad. En la segunda letra los terciaos 1 y 3 son de taranta para luego reconducir el cante hacia el taranto.
Curro Lucena es un cantaor largo. Conoce muchísimos cantes y los interpreta con solvencia. Y aún así, lo más importante en este cantaor es la expresión. No es tanto la afinación o el dominio del compás, frente a su capacidad de transmisión. Algo parecido a lo que le pasaba a Niño Ricardo con la calidad del sonido. Él reivindicaba la importancia de la expresión frente a la técnica.
Todo esto es apreciable en las alegrías de Cádiz y en las alegrías de Córdoba que ocupan dos cortes distintos, es decir, dos provincias. En las últimas, las de Córdoba, su referencia es el incombustible Curro de Utrera.
Granaínas para Granada, con un Manolo Franco sublime y mucha medida en Curro, que demuestra una madurez artística considerable.
Para Huelva, sus fandangos, con la entrega necesaria para cantar por ahí, y una variedad de estilos muy bien seleccionada.
De Jaén, tarantas; aunque curiosamente, ninguna de las dos que interpreta es de Linares. “De los laureles” con referencia de Jacinto Almadén y la segunda, más cerca de la taranta clásica. Eso sí, ambas muy bien interpretadas y muy flamencas.
Se acuerda de Málaga con la malagueña del Canario y la jabera. Un cante bien planteado y valiente, sin posturas, sin escatimar en las subidas y dando todas las notas de paso en la jaberas, cante de excepcional cromatismo y por tanto de gran dificultad para la afinación en las terminaciones de ámbito más bajo.
La soleá es el cante escogido para homenajear a Sevilla. Más concretamente los estilos de Alcalá de Guadaíra en los que Curro Lucena demuestra su capacidad cantaora. Se hace evidente que este es el palo donde más a gusto se encuentra.
El corte dedicado a Ronda lo reserva para la caña, en la que demuestra sobrada maestría, sin caer en lo cansino y gustándose en la musicalidad.
Lo mejor del trabajo son los cantes abandolaos que se atribuyen a Lucena. Una joya para los amantes del flamenco enraizado en el fandango y un alarde de buen gusto y conocimiento por parte de Curro Lucena, que con este disco viene a engrosar una trayectoria discográfica digna del que podemos considerar un cantaor antológico.
En el entramado actual de la oferta flamenca, este disco, sin intentar aportar algo novedoso al flamenco, ocupa el lugar del cante clásico; conveniente, en cualquier caso, como una opción recomendable a la que recurrir.