Noches de Imán y Luna


Discos Flamencos
Juan Manuel Cañizares
Nuevos Medios, 1997
Carlos Ledermann


En un entorno musical como el que hoy en día exhibe la guitarra flamenca de concierto, es muy difícil emitir una opinión en términos de bueno o malo, brillante o mediocre, flamenco o flamenkito, enraizado o intelectual, novedoso o intrascendente, propuesta interesante o standards repetitivos.

Novedad, exactamente, no parece ser lo que más abunda, aunque hay intentos muy atractivos en la discografía que va apareciendo casi semanalmente. Lo que sí se ve es mucha técnica, mucho dominio, seguramente producto de muchas horas de práctica, pero nos invade la sensación de que para proponer cosas realmente dignas de ser atendidas con detención, la guitarra flamenca de hoy empieza a pedir, en voz cada vez más alta, que haya una formación musical más sólida que la que puede otorgar la familia, el barrio, los amigos, los colegas y las tendencias de la comarca. Juan Manuel Cañizares posee esa formación y este trabajo es prueba fehaciente de ello.

Hoy volvemos una vez más la vista atrás para acordarnos de un disco que estuvimos esperando por años: “NOCHES DE IMÁN Y LUNA” del catalán Juan Manuel Cañizares, uno de los guitarristas más interesantes y promisorios de su generación. Con la impresión de que sus trabajos posteriores no estuvieron a la altura de éste, cosa que ha sucedido históricamente con tantos grandes guitarristas, nos queda de todas maneras la interrogante que hemos compartido con muchísimos aficionados de diversos países: ¿qué pasó que Juan Manuel no ha hecho la carrera artística que todos esperábamos? ¿en qué recodo del río se atascó y porqué? ¿a qué se debe que hoy por hoy no lo veamos tocando por todo el mundo, como suponíamos que debía ocurrir? Hubo un momento en que creíamos que si alguien estaba llamado a darle un nuevo golpe de timón a la guitarra flamenca, era precisamente él, que a mediados de los ’90 ya estaba proponiendo unas ideas originalísimas y de elaborado pero siempre comprensible y novedoso entramado armónico, y nos sorprendía y nos dejaba a la espera de la próxima salida original.

Últimamente, según hemos sabido, ha dedicado su tiempo a transcribir las piezas del disco “Fuente y Caudal” de Paco de Lucía. Loable esfuerzo y meritorio aporte, pero ¿y el escenario y las grabaciones, qué?

Preguntas más, preguntas menos, hemos de esperar a obtener respuestas que nadie mejor que él mismo podría ofrecernos. Entretanto, revisemos un poco este magnífico disco que se abre con el zapateado “Se Alza la Luna”. Tuvimos el grato placer de conocer a Juan Manuel en 1991, cuando viajaba con Paco de Lucía y José María Banderas, y entonces ya le escuchamos en su habitación del hotel algunos bocetos de este zapateado y él mismo se quejaba de que estaba resultando muy difícil. La pieza, poblada de modulaciones sumamente interesantes y sobre todo bien hechas, es de una movilidad en que impera el buen gusto en la construcción del discurso. No es novedad para nadie que Cañizares es dueño de una técnica impresionante y aquí queda demostrado con rotunda claridad. Pero claro, lo que debe haber quedado como remanente interior de la convivencia personal y musical con el monstruo de Algeciras, también es bastante evidente aquí y en todo el disco: el idioma que Juan Manuel exhibe en esta grabación es intensamente “paquero”.

“Lluvia de Cometas” es el título de la rumba que nos entrega en la pista 2. La percusión en este tema es deliciosa, lo mismo que las notas del bajo de Carles Benavent. Los picados de Cañizares, de esos que hoy dicen que “ya no se llevan”, y la flauta de Domingo Patricio, en una estética que nos recuerda demasiado a la de Jorge Pardo, acentúan el recuerdo de Paco y sexteto, lo mismo que algunas líneas melódicas desarrolladas al unísono con la flauta. Un buen tema, pero no lo mejor del disco.

La bulería “La Pajarraca” nos llamó la tención de manera especial cuando escuchamos este disco por primera vez, por la manera en que las palmas llevan el compás. Sin embargo el tema es muchísimo más que eso, no solo por su intrincada complejidad armónica y sus patrones rítmicos por momentos endiablados y, ahora sí, alejados de toda remembranza algecireña. La cantidad alucinante de recursos que Cañizares tiene en la mano derecha, se llevan aquí de maravilla con los que tiene en la izquierda para producir atmósferas, colores, texturas que hasta la aparición de este disco no habíamos escuchado a nadie por bulerías. Frente a esto, la bacanal que cierra el tema hasta casi resulta un poco desconcertante.

“Como Dos Niños” llega por colombiana, pero por colombiana no en la línea de Marchena, sino a la manera de “Monasterio de Sal”, Benavent incluido. Es uno de los temas más inquietos rítmicamente hablando del álbum. Sus líneas melódicas son de gran belleza y en su desarrollo Juan Manuel hace un artístico alarde de su técnica sensacional.

La balada “Lejana” es uno de esos temas bonitos a que los guitarristas flamencos de la última década nos acercaron hasta casi hacérnoslos familiares. Solo la manera de atacar las cuerdas nos advierte que es un flamenco el que toca, más aún en este caso, donde las intenciones del fraseo nos mueven entre Pat Metheny y un Mc Laughlin reposado. Es el tema más breve del disco, tal vez porque no daba para mucho más.

La soleá “Cadencia”, dedicada por Juan Manuel a su hermano Rafael, es impetuosa desde el inicio. Hay originalidad en esta soleá, eso es indiscutible, tanto en lo melódico como en el desarrollo rítmico de las ideas. Un trémolo bellísimo y hasta oscuro por momentos, surge de pronto y deja su lugar a arpegios nostálgicos que dan paso de improviso a un aire más festero que se mantiene hasta el final de esta memorable pieza, en la que nuevamente nos sentimos lejos de la sombra de tú sabes quién.

Por tanguillo dedicado a Paco de Lucía sigue la cosa, con “Aroma de Libertad”. El bajo de Cucurella más las palmas de José María Banderas, Juan Diego Mateos y Bolita y la percusión de Chaboli enmarcan este tema algo intrincado pero entretenido, pero tal vez un pelín largo para la temática que ofrece.

Cerramos la sesión con los tangos “Del Horizonte Vienen”, que reúne a varios de los colaboradores ya mencionados. Vuelve el hálito paquero en gloria y majestad, Benavent le saca a su bajo esos sonidos únicos que lo han hecho mundialmente famoso y por cierto han creado escuela, y algunas líneas melódicas tienen el sabor de un pattern de jazz más que de una falseta de guitarra flamenca. Las percusiones están aquí impecables y todo acaba desenvolviéndose en un ambiente que entremezcla aires morunos con los coqueteos jazzísticos hoy tan de moda.

En suma, y parafraseando a un sommelier, diremos que estas noches de imán y luna tienen un cuerpo no necesariamente aterciopelado, pero sí maduro, con notas de Siroco y Solo Quiero Caminar, un color intenso, bouquet armónico elegante y original, con un final persistente y aromático a frutos de Lucía.

Ideal para acompañar espíritus sensibles, escúchese preferentemente de noche y a no menos de 25 grados.