Navidad Flamenca


Investigación
Alfredo Arrebola


Estamos en plenas fiestas navideñas: Paz y Bien . Una de las más preclaras inteligencias de la filosofía, J. Hegel, dijo que “...Toda la historia tiende a Cristo y viene de El; la aparición del Hijo del Hombre es el eje de la historia humana”. Aunque sea brevemente, quiero exponer qué significa el flamenco en una fiesta tan específicamente cristiana y, al mismo tiempo, tan andaluza. No olvidemos que fue en esta tierra donde se instaló el primer belén artificial para recordar el hecho más trascendental en la historia de la humanidad: El nacimiento del Mesías, anunciado por los profetas del Antiguo Testamento y tan esperado por el pueblo Israel. Es decir, DIOS HECHO HOMBRE. Es, simplemente, un misterio, y nada más, aunque pueda ser estudiado a la luz de la razón natural. Pero siempre traspasará los límites de la “razón pura”.


Es cierto que la Navidad es tiempo de alborozo, de besos cálidos, de luces de colores, de fiestas luminosas, de regalos y regalos... La Navidad es tiempo también de pastorales callejeros con sus zambombas, panderetas, botellas de anís, villancicos.... Pero la Navidad son días, para muchas personas, de coposas heladas y nevadas sin fin sobre el alma; días de establos abandonados, de frío, de hambre, de soledad, de dolor... José y María sufrieron en sus almas y en sus cuerpos la desolación y la amargura de verse rechazados por insolventes de los lugares donde palpitaba el fuego, alrededor del cual comían, bebían y reían los considerados pudientes, los teóricamente dichosos. Asimismo, la Navidad es tiempo de zozobra para quien le calcina su soledad no deseada; para quien en fecha aún lejana perdió para siempre a un ser querido; para quien ve crecer en su jardín, descuidado por la falta de ilusiones, la planta amarga del desamor; para quien tiene su nave envarada bajo las blancas sábanas de una cama hospitalaria; para quien eligió con valentía la soledad silenciosa al desterrar de su alma, de su sangre y de sus días a un corazón indiferente; para quien no tiene nada qué comer ni qué beber o no tiene ganas ni gusto en ello; para quienes, como dijo Antonio Gala, desearían que los dejasen comer un huevo duro y un yogour, de pie, mirando a ningún sitio, con los ojos demasiados secos para ver, o demasiados arrasados en lágrimas... Para ellos, esta efemérides religiosa es una fiesta de gozo y de gloria, precisamente para ellos, los no dichosos, porque la Navidad y el “pequeño Dios” vienen a despertarlos de tantos y tantos sueños de tristezas, soledades, amarguras y miserias, y a enseñarles a mirar la vida y a vivirla con la sonrisa abierta y la mirada inmaculada de un niño.

Cada una de estas personas tienen siempre un lugar privilegiado en mi corazón y en mi cante. A ellos, para endulzarles, en lo posible, no sólo estos días cimeros de la fe cristiana, sino todos los días de cada año; para ayudarles a transportar sus cargamentos de soporíferas montañas, y para darles luz de ilusiones y trigo de esperanza en el trayecto tortuoso del camino por donde van, yo les ofrezco esta breve y simple reflexión.

La lengua juega con los términos Navidad, Natividad, Nacimiento.... pero de Dios, hecho “Hombre” misteriosa y milagrosamente en las purísimas entrañas de una mujer, a la que llamamos con admiración todos los cristianos la “Virgen María”. Declaro públicamente que tengo la sublime dicha de ser “hombre de fe”, pero a nadie obligo a que acepte lo que siento y manifiesto públicamente; sin embargo, hablo desde de mi propio testimonio: Español, Andaluz, Cristiano y, por la “Gracia de Dios”, Cantaor Flamenco. Esto me ha llevado a reflexionar sobre qué puede decirnos el arte flamenco en relación a la Navidad. Porque,¿qué expresa el flamenco? Todo: lo que pensamos, sentimos y creemos. El flamenco es la voz universal de Andalucía, y en esa alma está presente el sentimiento religioso, reflejado en sus coplas. Una forma clara de manifestar el pueblo andaluz “su” religiosidad la encontramos, precisamente, en la Navidad, aparte de que muchos cantes hundan sus raíces en los llamados “cantos religiosos de la Iglesia”. Verdad que, por desgracia, ignoran la inmensa mayoría de los autodenominados flamencólogos. “Asina es...”, decía el pueblo sencillo.

Ni la ciencia, ni la literatura, ni el arte pueden prescindir de las realizaciones que el pueblo ha logrado, no colectivamente, sino sirviéndose de guiones creadores especialmente aptos para las faenas científicas, literarias o artísticas que, precisamente por responder a las necesidades simbolizadoras del “Alma popular”, cayeron en el anonimato. Pues bien, algo parecido les ha ocurrido a los cantes flamencos por Villancicos, aunque los “villancicos navideños” marcan la plenitud de la inspiración religiosa en la breve historia flamenca. El Profesor José L.Buendía dice que en casi toda la lírica primitiva se dan dos fenómenos:

1.a) letras que no se han concebido con un contenido religioso, sino como mero canto laico dedicado a la mujer, se carguen de espiritualismo “a lo divino” y con ellas se cante a la Virgen María o a cualquier otra advocación religiosa, y
2.b) utilizar como tema profano alguno de los concebidos como materia religiosa. Resulta, por tanto, difícil saber cuándo estamos en presencia del villancico primitivamente navideño. Se admite que ya en el siglo XIII afloran gran cantidad de villancicos y la fusión de lo profano y religioso. Ambas formas se adaptaron perfectamente en Andalucía. Y tal es así que el andaluz se acerca al Misterio con una gracia y sentimientos especiales:
MARÍA SE ESTA PONIENDO

UN VESTIDITO DE NOVIA ,

QUE VA A PARIR ESTA NOCHE

UN NIÑO COMO UNA ROSA.


Ahora bien, si otros aspectos religiosos representan residuos ancestrales y bastardos de panteismo o formas corrompidas de cristianismo, los villancicos se caracterizan por su pureza cristalina y por la ternura de su inspiración. Todo es en ellos alada gracia y cálida humanidad. Los villancicos flamencos desbordan alegría y esperanza ante el suceso sublime y generoso del Nacimiento del Señor. Sus letras están entre las más bellas y conmovedoras; se nutren de los Evangelios, incluso los Apócrifos y añaden, por su cuenta, episodios y circunstancias de extraordinaria fuerza poética.

La Navidad nos invita a contemplar lo que Dios ha hecho por nosotros: amarnos en la persona de Jesús de Nazaret. Por eso es una fiesta de alegría, aunque para algunos sea triste. No obstante, el espíritu de la Navidad siempre debe producir una alegría y un gozo que nada ni nadie nos debe quitar. Porque la Navidad es la celebración, la toma de conciencia del amor que Dios tiene a los hombres manifestado en Jesús, que toma nuestra condición humana y anuncia un mensaje de liberación que entraña un gran gozo. Ser consciente de esta realidad de salvación es el fundamento de la alegría de Navidad. Todos estos sentimientos los sabe expresar muy bien el Arte Flamenco, que supo asimilar todo el caudal lírico peninsular que desde lejanas épocas medievales cantaba la Navidad y formó con él un nuevo y fresco venero de limpias y flamenquísimas manifestaciones andaluzas de ese mismo sentimiento. Y por ello, no es raro encontrar por todos los “ palos flamencos” las estrofas que venían del más viejo tronco de nuestra lírica nacional: EL VILLANCICO. Desde siempre se ha tenido al villancico como “ la más rara manifestación lírica europea”. La Real Academia de la Lengua lo define así: “Composición poética popular con estribillo, y especialmente de asunto religioso, que se canta en Navidad y otras festividades”.

Andalucía ha entonado, desde siempre, sus mejores villancicos, nanas, canciones festeras para celebrar la venida del Salvador a la tierra . Se afirma también que Andalucía ha compuesto una completísima antología de temas navideños no sólo en el folclore, sino también en los más variados estilos flamencos. La Navidad condensa una transida gama de 3 emociones - alegría, júbilo, angustia, soledad, ternura y amor - que encuentra paralelamente en los distintos estilos del cante gitano-andaluz su expresión más certera y diáfana. Por su parte, el flamenco adquiere su dimensión más profunda al impregnarse de emoción religiosa. Andalucía toda ha cantado siempre a la Navidad: desde Linares a Andújar, donde hay una rica tradición, hasta Ayamonte, el flamenco celebra la Navidad con sus cantes por villancicos, campanilleros, nanas, bulerías, malagueñas, peteneras o fandangos,etc.; incluso los villancicos pueden bailarse. Quizá hayan sido Sevilla, Cádiz y Jerez los centros cantaores más destacados en villancicos. Nombres como Niño Gloria, La Pompi, Manuel Torre,Terremoto,en Jerez; Niña de los Peines,Manuel Vallejo,El Sevillano, Antonio Mairena, en Sevilla, y Manolo Vargas, Pericón de Cádiz, Niño Solano,Canalejas de Puerto Real.... en Cádiz, cantaron por Soleares, Cantiñas, Martinetes, Tanguillos, Tientos, Malagueñas, Bulerías... al Niño Dios. Huelva ofreció su rancio y difícil fandango para cantar a Dios hecho Hombre; Granada también dio sus antiguas Cachuchas,Tangos del Sacromonte, La Mosca, Bulerías, mezclados en sus zambras, para alegrar al Jesús Infante de Belén; Córdoba lanza al Rey de los Cielos los cantes por Serranas y Fandangos de Lucena. Málaga, “La cantaora”, despliega sus policromados Verdiales a Aquél que, siendo todo, tomó para sí la “nihilidad” humana, como así también Jaén y Almería cantan a Dios en la noche de la luz que iluminaría a la humanidad entera. Andalucía ha cantado, y seguirá haciéndolo, a la Navidad por los más variados estilos flamencos. Por algo se ha llamado a nuestra Andalucía “La tierra de María Santísima”.