Los cantes mineros


Libros
R.Chaves y N. P. Kliman
EFV, 2012
Marcos Escánez Carrillo



Los cantes mineros a través de los registros de pizarra y cilindros de cera de

Rafael Chaves Arcos y Norman Paul Kliman


El cante de levante o cante de las minas es la disciplina más desconocida del flamenco. Por eso, cuando vi en la prensa la publicación de este libro, me sedujo la idea de leerlo y poder reseñarlo en Jondoweb. He tardado casi dos años en hacerlo por varios motivos, el primero es la falta de tiempo, mal endémico de nuestra época, y el segundo es por la densidad del trabajo mismo, que me ha requerido más de una lectura para poder enfrentarme con cierto criterio a este papel en blanco.

Debo aclarar antes de nada que los cantes mineros han constituido siempre para mí un foco de atención que me ha llevado a la observación más profusa y la escucha incansable y analítica de todo lo que a mis manos ha llegado. Soy de Almería y amante del flamenco. Por tanto, el interés es, cuando menos, razonable.

Un trabajo tan exhaustivo y cuidado como este, siempre es una fiesta para los aficionados al flamenco. En él encontramos un estudio completo de casi todas las grabaciones conocidas en discos de pizarra, un censo riguroso que permite profundizar y catalogar la diversidad de cantes conocidos. Pero además, el autor intenta reconstruir la historia a partir del análisis de todos estos cantes, atendiendo a los distintos y últimos estudios que se han realizado sobre los artistas de la época que los cultivaban.

Rafael Chaves se encarga del cante y Normal Paul del estudio de la guitarra. Analizan cada uno de los registros y los clasifican. Un trabajo de verdaderos maestros.

Lo acompaña un DVD con todos los registros sonoros que se han considerado en el estudio, clasificados convenientemente para obtener un acceso rápido y seguro.

Adicionalmente a lo escrito, el autor ha contado con los testimonios orales que ha considerado conveniente en cada uno de los territorios afectos, centrados en Linares y La Carolina por la provincia de Jaén, La Unión y Cartagena por Murcia y en Almería capital.

Es aquí, en este capítulo, donde más aguas hace el análisis, ya que los testimonios orales brillan por su rigor en muy pocas ocasiones. La investigación, a estas alturas, no puede encontrar ningún fundamento en estos terrenos, mucho menos, cuando se refieren a tiempos pasados que ningún vivo ha podido conocer por edad.

En este caso, por ejemplo, si los autores no fueron a Murcia a indagar sobre los cantes, sino que se dirigieron a los pueblos como La Unión y Cartagena, por qué no intentaron encontrar fuentes testimoniales en la sierra de Gádor y en la sierra de Almagrera, en lugar de acudir a los artistas y aficionados de Almería capital, que pueden hablar como aficionados si es que alguna vez han tenido a bien profundizar en los estilos levantinos distintos al taranto, pero sin ningún conocimiento de los personajes ni las zonas donde se desarrollaron estos cantes.

Imagino que en un estudio de esta envergadura tiene que haber espacio para datos y anécdotas que están fuera de toda realidad, como por ejemplo sucede con un cante llamado “parralera” que según un aficionado de Almería cantaba una tal Cayetana de Laujar. Yo no sé si esta señora existió o no, lo que sí sé es que este cante lo bauticé yo como “parralera” en el año 2008, en un disco de Juan Gómez en el que hice las veces de director artístico y ejecutivo, y este cante es una versión minimalista de Juan Gómez de un verdial que nada tiene que ver con Laujar. Con esta perspectiva, es inevitable preguntare cuantos datos se están barajando en este libro con este nivel de veracidad…

En otro orden de cosas, e independientemente de que la extensión provoca teorías contradictorias en torno a la genealogía de algunos cantes, es bastante clarificador en líneas generales con respecto a la clasificación. Otra cosa son los argumentos que se utilizan para defender que un determinado cante es una cartagenera de Chilares o que el origen de la taranta se encuentra en Linares, que si bien podría serlo, los razonamientos no son en absoluto contundentes. Sinceramente, yo esperaba extraer conclusiones de más calado en este sentido.

Otro de los aspectos mejorables hubiera sido el contextualizar estos cantes en el tiempo, aportando un mayor conocimiento socio-económico de las distintas zonas mineras. Es necesario realizar un estudio antropológico de las zonas, de los itinerarios migratorios y de la influencia que ejercía en toda la población la situación económica condicionada por la minería. Sólo de esta forma podremos entender el nacimiento, el desarrollo y la evolución de estos cantes. Y si bien es cierto que este no es el objeto de este libro sobre los cantes mineros, no es menos cierto que en la justificación de las atribuciones de los cantes que proponen utilizan algunos datos relacionados con estos temas, pero nunca se hace de forma global sino como refuerzo argumental. Por tanto, esto supone una asignatura pendiente junto con un mayor conocimiento de las explotaciones mineras, su cronología e insisto, los movimientos migratorios.

En cualquier caso, estemos o no de acuerdo con todo o con parte, es un libro necesario. La labor de censo y catalogación que realizan es impagable, obviando las atribuciones de cantes a artistas y su paseo por el mundo de la especulación.

Espero que esto anime a otros investigadores para seguir en la línea que estos autores han iniciado. Y entiéndame... Si usted ha llegado hasta aquí es porque también le interesa este tema, así que no quiero que me malinterprete. Este libro es una OBRA EXTRAORDINARIA. Por eso estoy obligado a entregarme en el análisis minucioso, pero lo he leído dos veces y pienso leerlo muchas más.