Libro Carmen Amaya - La biografía


Opinión
José de la Vega


Presentación del libro "Carmen Amaya. La biografía" de Francisco Hidalgo

La verdad es que uno se siente muy honrao y muy orgulloso cuando un amigo de la categoría y sensibilidad de Paco Hidalgo, (Pacorrón, como yo le llamo) te pide a través de internet si quieres presentarle este libro.

Voy a ser muy breve en mi exaltación a Carmen Amaya, ya que será el autor quien les desgrane a ustedes la apasionante biografía de la genial bailaora, con esa locuacidad que le distingue.

Vi bailar por primera vez a Carmen Amaya en el Teatro Cervantes de Sevilla, en 1947. Carmen regresaba de América después de 11 años de ausencia.

Una hora antes de empezar la función ya estaba yo por la puerta del Teatro. Cuando abrieron, los que teníamos entradas de gallinero se mataban abriéndose paso a codazos para coger buen asiento.

Yo me quedé en el vestíbulo para ver a los artistas que llegaban: Allí estaban Lola Flores y Manolo Caracol, La Macarrona, La Malena, Estrellita Castro, La Niña de los Peines, Eloisa Albéniz, Arturo Pavón padre e hijo, Pepe Pinto, Manuel Vallejo, Juanito Valderrama…

Me metía entre los corrillos para escuchar lo que hablaban. En fin, aquello era para mí como un entrante del espectáculo que íbamos a presenciar. De repente sonó el timbre y salí corriendo, escaleras arriba, que me las pelaba, hasta alcanzar el gallinero.

Se levanta el telón y aparece Carmen Amaya, bailando el Bolero de Ravel, vestida con pantalones, (cosa que chocaría bastante en Sevilla) descendiendo por una rampa que pendía del lado izquierdo del escenario hasta llegar al centro donde le esperaba un gran tambor en el que la Amaya seguía machacando a Ravel. Esta presentación ha quedado indeleble en mi memoria. El teatro lo puso en llamas. Nunca he visto cosa igual.

A continuación : Teresa y Luisillo, bailando la Orgía de Turina. (Pareja de baile que no tardarían mucho tiempo en hacerse famosos y formar compañía propia.)

Y nuevamente Carmen, coreada por toda la tribu de Los Amayas, bailando a guitarra y con bata de cola.

Aquel baile no tenía nada que ver con las bailaoras que yo venía aplaudiendo en los espectáculos folklóricos, imperantes en los años 40.

Si las bailaoras andaluzas paseaban las Rosas de las Alegrías, con esa grandilocuencia que les caracteriza:

ILUSTRACIÓN

Braceando hacia afuera, tronchás hacia atrás, bordando con las manos esos arabescos, exclusivos de la mujer, que parecen, como dicen los escritores, palomas al viento…

El baile de Carmen Amaya era todo lo contrario.

Carmen tenía un baile vertical, braceaba hacia dentro, recordándonos a los farruqueros antiguos como Faico, El Gato o los Pelaos. Por eso su baile estaba cargado de ese andrógino sex appeal, sin que por ello, en ningún momento, quedase mancillada su feminidad.

ILUSTRACIÓN

Cuando bailaba de pantalones, tenía en los pies tanta o más velocidad que esos bailaores, huérfanos de brazos, que tanto proliferan. Y cuando bailaba con bata de cola, era una reina la que aparecía en el escenario.

Estábamos ante dos estilos de baile completamente diferentes, pero ambos, ortodoxos.

No fue, como muchos piensan, la primera bailaora que llevó pantalones. Fernando el de Triana en su libro “Arte y Artistas Flamencos“, nos dejó el grafismo de Trinidad Huertas “La Cuenca” y de Salud Rodríguez “La Hija del Ciego”, vistiendo el atuendo masculino, allá por los años 1890.

A mí, las dos mujeres que más me han gustado llevando el pantalón, han sido Marlene Dietrich, en “El Ángel Azul”, y Carmen Amaya.

Ya no la volví a ver más hasta el año 1959, cuando vino a Barcelona para inaugurar la fuente de Carmen Amaya, en la Barceloneta. Por la noche dio una representación en el Palau de la Música Catalana a beneficio del Asilo de San Rafael. Y aquel adolescente que en Sevilla la aplaudió desde el gallinero, en esta ocasión estaba en un palco proscenio, flanqueado nada más ni nada menos que por los dos críticos más importantes del mundo del baile: Sebastián Gasch y Alfonso Puig.

Carmen se presentó con “El Embrujo del Fandango”, de José María Palomo, luciendo el traje verde y oro, de corte torero, con el que la inmortalizó el pintor mejicano Ruano Llopis en los afiches que dieron la vuelta al mundo. El Teatro se venía abajo, formó un verdadero alboroto. Jamás se ha conocido éxito igual en el Palau de la Música Catalana.

Al final del espectáculo pasamos a saludarla al camerino.

El duende y el aura que envolvía a la bailaora, me dejó extasiado.

Al año siguiente la volví a ver en París coincidiendo con una de mis actuaciones en la Sala Pleyel. “Fiebre del Baile Español en París” destacaba en sus titulares el periódico “Le Fígaro:” En el Bobinó actuación del Ballet Español de Pilar López, Lola Flores en el Olimpia, Carmen Amaya en el L´Etoil y José de la Vega en la Sala Pleyel.

A partir de entonces, cada verano, hasta el 63 que se nos fue, alternábamos nuestras actuaciones por las Salas de Fiestas de la Costa Brava.

No recuerdo el nombre de aquel periodista, inepto, que se dejó caer diciendo que los palillos no eran un elemento flamenco.

--- Siéntese usted y aprenda viendo las películas y los videos de Carmen Amaya acompañándose las Soleares con esas postizas que despiden fuego en manos de la Capitana del Somorrostro.

Antonio Mairena me decía: “Yo me encuentro muy a gusto a tu lao, porque eres el único con quien no discuto de cante”

“José, tú no puedes figurarte la que formaba Carmen en el Teatro Fuencarral de Madrid en 1949, cuando yo le cantaba las Seguiriyas. Había un momento en que ella se venía hacia mí, con aquellos palillos en las manos, que aquello no eran palillos José, aquello eran dos corazones encendíos”. (Ahí queda eso.)

Más tarde, Carmen Amaya diría de su esposo Juan Antonio Agüero: “Nadie en el mundo me ha tocao las Seguiriyas como mi marío. Me las tocaba como Dios” .

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(Oye, Paco: ¿Tú no crees que me estoy alargando demasiao?)

--Bueno, yo es que no quiero que le pase a tus lectores lo que le pasó a Matilde Coral en el Teatro Villamarta de Jerez.

Mi querida y admirada amiga y compañera Matilde, me contaba:

“José, me fui al Teatro Villamarta, para ver un espectáculo flamenco de vanguardia, bueno de esos que llaman ahora de búsqueda y, mira José, me quedé frita. Y tú no puedes figurarte la que se formó, porque con mis ronquios desperté a los de la fila de alante”.
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Siempre se habló de la Escuela Flamenca Andaluza, Sevillana, Gaditana o Granaina, pero nunca de la Escuela Flamenca Catalana habiendo nacido aquí uno de los monstruos más grande del Baile Flamenco. Y, es que el baile de Carmen Amaya, era un baile anárquico, sin reglas ni doctrinas, con ella se rompió el molde y todas las que intentaron imitarla se quedaron en eso, en el intento.