La séptima cuerda


Libros
Manuel Ramos
Esdrújula Ediciones, 2016
José Cenizo Jiménez


Manuel Ramos (Sevilla, 1974) nos entrega una nueva novela, La séptima cuerda, tras su anterior Tres cipreses. Está focalizada en un personaje, Daniel, un niño de siete años, que evoluciona poco a poco, a través de sucesivos capítulos, en su aprendizaje del flamenco, centrado en su afición a la guitarra.


El subtítulo de portada, “Una novela imprescindible para conocer el flamenco”, es muy significativo. Señala el indudable contenido didáctico y la intención pedagógica, podríamos decir, a pesar de ser una ficción literaria, explicitados en determinados comentarios y en la aparición de artistas de la historia real -anterior y actual- del flamenco, así como en el uso de letras de variados estilos -un acierto- en el inicio de cada capítulo.

Pero lo más relevante, con todo, es y debe ser el entramado novelesco. Con cinco personajes básicos se genera la acción: Daniel, sus padres -Concha y Paco-, el maestro de guitarra -Niño Luis- y, casi al final, su novia Lucía, nieta del citado maestro. Alrededor, toda una amplia nómina de artistas del cante, el toque y el baile de nuestros días: Arcángel, Niño Elías, Juan Murube, Eva Manzano, Eva Yerbabuena, Javier Barón… Ambiente realista en este sentido, incluso trabaja el protagonista en el tablao Los Gallos de Sevilla, ciudad en la que se localiza la novela.

El argumento es sencillo, esquemático, incluso predecible en cierto modo: no es difícil adivinar que el amor tarde o temprano tenía que aparecer o que el chico acabaría siendo admitido por el maestro de guitarra, por ejemplo. Lo que sí nos ha sorprendido y encantado -si no es verdad debería serlo- es ese concurso secreto de guitarristas aspirantes a ser bien considerados por el gremio, con la participación de los grandes del momento (Arcángel, Eva la Yerbabuena…).

El autor, a través del personaje de Daniel y su maestro, sobre todo, hace una defensa del valor balsámico y humanizador de la música, y, especialmente, de esa tan especial llamada flamenco. La vocación del niño es apabullante y estremece: deja de lado los estudios, con el lógico enfado de sus padres, para entregarse en cuerpo y alma a la guitarra. Veamos cómo describe el autor la sensación de Daniel tras su primera actuación en público (p. 102): “Cada nota, cada falseta, cada quejío es un regalo para las conciencias ajenas. Un lenguaje invisible que tranquiliza los corazones y alimenta el espíritu. Aquella noche comprobó con alivio que no se había equivocado en su elección”.

A pesar de que algunas partes parecen más ensayísticas que novelescas, ofreciendo opiniones sobre los típicos debates sobre flamenco, y a pesar de la aludida llaneza sin gran pulso expresivo, la novela se lee con interés y, desde luego, está bien ambientada. De seguro que podrá ser lectura no sólo para adultos sino para futuros posibles aficionados a la lectura y de paso al flamenco. Como lectura en colegios e institutos creemos que sería bien aceptada por los alumnos, que acabarían identificándose con este apasionado Daniel y sus peripecias personales y artísticas.