HOMENAJE A SILVERIO FRANCONETTI
Raúl Montesinos
Guitarras. Antonio Carrión y Ángel Mata
Palmas y Jaleos. Tolo Escavias “Tolín” y Alfonso León
Recitado en el corte primero. José Luis Rodríguez Ojeda
Textos. Antonio Reina, Luis Javier Vázquez Morilla, y Ángel Molina
Casa Discográfica. Karonte Kambayá
CD. Audio Kar 7607
Dep. Legal. M 27741- 2021
Autor. Antonio Nieto del Viso
El cantaor de Puebla de Cazalla Raúl Montesinos Hoyos, nos presenta un nuevo trabajo discográfico, perfecto, tanto en la parte técnica, como en la artística, digno de nuestros elogios y del agradecimiento más sincero.
Dentro de los tiempos que estamos viviendo dentro del Arte Flamenco en la actualidad, es difícil escuchar buen cante como mandan los cánones, aunque al mismo tiempo, se están poniendo al día en muchos aspectos, tantos positivos como negativos. Desgraciadamente, estos últimos abundan mucho.
Los padres de Silverio, contrajeron matrimonio en Alcalá de Guadaíra el 7 de diciembre de 1809, de cuya unión nacieron, que sepa, ocho hijos. El 10 de junio de 1831 nació nuestro protagonista, que tiene un lugar de honor en la historia del Cante. Su infancia quedó rota en 1838, con la muerte de su padre. Con siete años, ya era aprendiz de sastre. En torno a 1839, Silverio y su hermano Manuel se trasladaron a Morón de la Frontera para ayudar en el negocio de su hermano Nicolás, una sastrería que había abierto cinco años atrás.
En 1842, su madre, tomó la decisión de trasladarse con sus hijos solteros a vivir en Morón, en una vivienda situada cerca de una herrería que regentaba la familia de los Salguero, donde se despertó la afición por el Cante del niño Silverio pasando muchos días escuchando a los cantaores gitanos, donde también acudía el legendario Antonio El Fillo, que quedó sorprendido al escuchar al joven Silverio, que tras haber completado su formación como cantaor, decidió emigrar a Hispanoamérica, donde se enroló como picador en la cuadrilla del torero Manuel Sánchez El Pintor, debutando el 7 de junio de 1857 em Montevideo. Posteriormente, se ganó la vida como oficial del ejército uruguayo, hasta que regresó a España el 20 de mayo de 1864, y se tienen noticias de que en el mes de julio ofreció su primer recital en el Círculo Nuevo Gaditano, acompañado por la guitarra del maestro Patiño.
En diciembre de 1868, Silverio contrajo matrimonio en Málaga con Ana Torrecilla. Consagrado como artista, elevó a la categoría de este género como espectáculo. En 1870 decidió vivir en Sevilla para dedicarse a la tarea de empresario. Fundó el Salón Silverio, un sitio de referencia en la capital hispalense donde acudía todo tipo de público.
En 1880, decidió formar una sociedad empresarial con Manuel Ojeda El Burrero y Frasquito El Mango, negocio que acabó mal, fracasando, y tirando cada uno por su lado. A raíz de este incidente, en la primavera de 1881, inauguró en la calle Rosario el Café de Silverio, que fue centro artístico por donde pasaron las grandes figuras de la época, como. Don Antonio Chacón, La Serneta, La Macarrona, y El Chato de Jerez.
Tenía nuevos proyectos en su mente, pero el 30 de mayo de 1889, cuando se disponía a pasear por la Plaza Nueva, un paro cardiaco acabó con su vida. A partir de aquí, la historia y la leyenda llega hasta nuestros días; pero que creemos que poco más se llegará descubrir, aunque nunca se sabe.
Después de este esbozo histórico, pasamos a analizar los cantes de Raúl Montesinos basándose en Silverio, según la tradición y en estilos de la época. Después de escuchar los nueve cantes que conforman este extraordinario Cd., que será de ahora en adelante una fuente de referencia para los jóvenes artistas.
La fabulosa guitarra de Ángel Mata, abre la puerta a la voz del cantaor al que le escuchamos una genial versión de la caña con el macho y la soleá de Silverio que se puede asociar a la escuela de los Ortega de Cádiz. Nos sorprende comprobar como Raúl tiene sello propio a la hora de cantar, como saben hacerlo los cantaores de la Puebla de Cazalla.
Otro gran maestro de la guitarra flamenca como es Antonio Carrión, abre la caja de las mejores esencias para que escuchemos una salía por fandangos de Lucena para seguir en aires de rondeña y completarlo con los cantes de Juan Breva; como recuerdo al genial cantaor veleño.
Con entusiasmo, escuchamos serrana, liviana y cambio de María Borrico, que nos atrevemos a decir que, es una obra maestra a tener en cuenta por la total entrega del cantaor que atesora en su joven memoria la ortodoxia de los cantes clásicos. Con su sentido del deber como artista desarrolla la soleá apolá atribuida a José Lorente, a la que le añade el estilo de Silverio, y que luego continuó Antonio Silva El Portugués, siendo en la actualidad una de las referencias de grandes cantaores.
Ahora, muy bien llevado por la guitarra de Ángel Mata percibimos sonidos antiguos en una voz que refleja la rondeña del Negro magníficamente rematada con una jabera que nos conmueve por su perfecta dicción sonora como pocos saben hacerlo. Encontramos maestría y sentimiento en la seguiriya de sones trianero a los que le introduce el estilo de El Fillo por Los Puertos, que alcanza a bordar magistralmente con la cabal de Silverio, un broche de oro para este palo tan fundamental del Flamenco. No se desvía un ápice de la línea protagonista, y desarrolla el polo cantado con todo el rigor artístico para que no se confunda con la caña. Ambas expresiones tienen aquí un significado especial a cuanto a la pureza. Le agradecemos que estos vuelvan a cantarse con tanta fiabilidad.
La penúltima joya silveriana queda patente en el martinete y la toná, que se cree que la creó el Tío Rivas, con el mérito añadido de una saeta, que es todo un compendio del dominio de estos cantes que sabe cuadrar con la toná clásica de Triana, donde apreciamos la desmedida afición de este cantaor por su oficio, al que le decía muchas horas del día.
Con todos los honores, Raúl Montesinos, cierra el Cd. Con los tanguillos de las Viejas Ricas de Cádiz, coplas gaditanas dedicas al propio Silverio Franconettí, un trabajo que nos llega en el momento preciso para reivindicar las formas y el fondo del buen Cante Grande.