Guitarra PreFlamenca


Discos Flamencos
Alfredo Mesa
La Cupula Music, 2018
José Cenizo Jiménez


Guitarra PreFlamenca
Alfredo Mesa
La Cupula Music, 2018


Alfredo Mesa (Maracena, Granada, 1981) es un inquieto guitarrista, licenciado en la especialidad de Guitarra Flamenca por el Conservatorio Superior de Música de Córdoba “Rafael Orozco”, profesor en el Conservatorio Profesional de Danza “Luis del Rio” de Córdoba y profesor del Conservatorio Profesional de Música “Músico Ziryab” de Córdoba. Ha participado en diferentes espectáculos como “Pa atrás” (Flamenco viene del Sur), “Cien años y un día de baile”, “Maestros” (de la bailaora Silvia Lozano), etc.

Su preocupación didáctica es patente en su trayectoria, así como el interés por la investigación. Por ello en el disco que comentamos, “Guitarra preflamenca”, se ha esforzado en interpretar y poner al día en su revisión personal composiciones de la etapa llamada preflamenca. Así, encontramos seguidillas gitanas, guajiras, polo gitano, panaderos y peteneras (todo de Juan Parga), soléa de Arcas, juguetes de la Rosa y jaleo por punto de fandango (de Juan Arcas), jaleo de Cádiz de Trinidad Huerta y malagueña de El Murciano. Variado repertorio de estos compositores a los que rinde homenaje y recupera su memoria, sobre todo de los menos conocidos. Todo grabado con guitarra de ciprés del Generalife del constructor D. Francisco Manuel Díaz, como explica con justicia el autor. Ha pretendido, dice, “una visión e interpretación muy personal de lo que pudieron ser aquellos sonidos” de los maestros de la guitarra clásica del siglo XIX. Destaca, sobre todo, concluye, “matices e ideas de composición, como la Cadencia Andaluza el modo Flamenco, presentes en estas obras, extraídos de la música popular de la época”.

En conjunto, Mesa imprime su sello de técnica impecable y elegante interpretación a todas estas formas dotadas de belleza. Unas veces se destaca, porque así lo exige el estilo, la emotividad y el tempo lento, como en las seguidillas castellanas de Parga, otras se ahonda en el donaire, la fresca sucesión de acordes y escalas, la alegría sonora, como en los jaleos o en las guajiras. Demuestra dominio formal, con sensibilidad, en los punteados y los rasgueos, en los preludios, en los remates airosos cuando se requieren (como en la soleá), en los trémolos (como en la malagueña), en los fraseos que se suceden con equilibrio y destreza. Y todo sin extenderse, a veces con una brevedad intensa, como en los Panaderos, de apenas un minuto.

Se agradece la recuperación de un olvidado como Juan Parga o la presencia de una mujer guitarrista como Trinidad Huerta. En definitiva, un esfuerzo de recuperación digno de toda discoteca flamenca y musical, una obra elegante y bien estudiada.