Por suerte, y desde hace años ya, somos testigos gozosos de un aumento cualitativo y cuantitativo de la investigación flamenca seria, académica, científica. Blas Vega fue de los primeros en darle a la misma un enfoque científico, y no meramente impresionista, superficial, incluso poético. Ya hay muchas tesis doctorales sobre flamenco, sólo queda difundirlas apropiadamente. Y muchos trabajos semejantes, pues ya no se perdona un trabajo de investigación que no cumpla los requisitos de la misma. Es decir, investigar es aportar a partir de lo conocido.
Una introspección, por tanto, centrada en el siglo XX, realizada con las herramientas de la metodología para la ciencia, de manera especial por las desarrolladas por el sociólogo francés Pierre Boordieu. En fin, como comprenderán, una obra erudita, doctoral, académica, universitaria, no divulgativa ni fácil no ya para el aficionado sin formación, sino incluso para el formado, pues es un trabajo de sociología, rama que no conoce más que el que la estudia. Siguiendo a Bordieu, desmenuza los campos de lucha, de poder, dentro del flamenco, en puro dinamismo. Rechaza las injerencias políticas (como la concesión de la Llave a Camarón), no obvia aspectos escabrosos de los protagonistas (como la relación amorosa entre Mairena y Ricardo Molina) ni ahorra críticas duras contra, por ejemplo, el Congreso sobre Antonio Mairena, la Junta de Andalucía, el PSOE, las peñas (clientelizadas por la Junta, dice), la cultura de escaparate, en fin, que no deja títere con cabeza. Y no podríamos negarle al menos buena parte de razón en lo que dice, no. Lo dice después de investigar y lo dice con cierta arrogancia, pero suele dar en el clavo: hay mucho escaparate y poca profundización y verdadera defensa del flamenco, y en esto hay responsables no sólo en las instituciones, sino entre los propios artistas, investigadores y aficionados. Que cada cual (me incluyo) aguante su vela.
A pesar del acopio de información, hay aspectos que no están recogidos o actualizados, o erróneos. Por ejemplo, y perdón, no recoge los libros que hemos escrito sobre Antonio Mairena, a pesar de estudiarlo, y cuando nos cita, lo hace mal -Manuel Cenizo, y no José- y como firmante (no hemos vuelto a firmar nada parecido) del manifiesto “¡Ya está bueno lo bueno!” de 1996. Por aquel entonces obtuve, por cierto, el premio de investigación sobre Antonio Mairena. No revisa, para la publicación de la obra, que la revista “El Olivo” hace unos años que desapareció, y lo del puntito para señalar masculino y femenino (l.s, los y las), como filólogo y profesor de Lengua, no deja de parecernos una opción innecesaria, una arbitrariedad y una concesión absurda.
Dicho lo cual, estamos, que quede claro, ante un estudio serio, complejo, atrevido, de base sociológica pero de orientación multidisciplinar, que todos deben estudiar para compartir sus criterios o para rebatirlos. Así se avanza. Gracias, pues, por tanto esfuerzo.