El Festival Flamenco Cajamadrid cumple la mayoría der edad
Entre el 15 y el 20 de Febrero de 2010, le hemos tomado la temperatura al mundo del flamenco, en sus modalidades, de cante, toque, y baile, que una vez más ha patrocinado la Obra Social de caja Madrid, y durante dieciocho años perfectamente organizado por Cultyart. Recién cumplida la mayoría de edad, hemos asistido a unos eventos variados, que nos han servido para ir adentrándonos en el flamenco del siglo XXI, que en general, salvo excepciones, ha dejado satisfecho al variopinto público, no solo de la capital de España, sino también de otros puntos de nuestra geografía.
Para atenerme al rigor cronológico, os lo contaré, tal como lo he vivido, noche por noche. El acto de apertura, consistió en la entrega del Galardón Flamenco de Honor Calle de Alcalá, al escritor y poeta José Manuel Caballero Bonald, como reconocimiento por su valiosa colaboración con este Festival, y por su histórica defensa del arte flamenco. El galardonado, agradeció de todo corazón a todas las personas allí presentes el premio concedido.
La inauguración propiamente dicha, corrió a cargo del cantaor jerezano Vicente Soto Sordera con su obra titulada “Las geografías flamencas: Sevilla, Jerez, y Cádiz”. A capella con su voz, le escuchamos el martinete y la debla, como queriendo dar a entender lo más antiguo del Cante. Con las guitarras de Pepe del Morao y Manuel Valencia, Sebastián Fuenzalida en el violonchelo y el bajo, Edu Soto en el piano, la percusión de Manu Soto, a lo que hay que añadir los excelentes coros de Gema y Lely Soto para completar el cuadro.
Sobre un poema de Antonio Machado, Vicente Soto, quiso transmitir, pero no lo consiguió, ni tampoco con el romance, menos mal, que los coros supieron sacarlo de lo anodino de la situación creada. Sin pena ni gloria pasó por los tangos de Triana del estilo del Titi. La verdad, hay que decirlo, es que estaba frío, y le costó lo suyo entrar en calor, según pudimos comprobar a medida que avanzaba en su intervención.
Con letras de José Manuel Caballero Bonald, si se encontró a gusto en soleá por bulerías, aunque a mi, me pareció más bien, unas bulerías para escuchar; en las que el piano, con su música señorial supo embellecer estos minutos, que fueron los mejores de su repertorio. El cantaor fue a más, sacó su casta gitana, en la seguiriya del Marrurro y de su antepasado Paco La Luz para cuadrar con el estilo de Los Puertos según Manuel Torre. Sin dejar su casa, supo estar bien en los fandangos naturales, tal como los cantaba su padre, el recordado Manuel Soto.
Sobre la famosa obra literaria, La arboleda perdida, de Rafael Alberti, bordó a la perfección las alegrías de Cádiz. No abandonó los aires gaditanos, y con su grupo, le sacó un buen partido a unos tangos en los que se notó la excelente comunicación entre todos los componentes, según su misión musical. Cantó, todavía mejor, las bulerías por el estilo de la Perla de Cádiz poniendo de manifiesto Vicente, que lo suyo son los cantes básicos, y no, esos experimentos vanguardistas, que en algunos casos no llevan al artista a ninguna parte. Sin perder el tono bulearero terminó su actuación con la bien paga (sic) y la tarara, todo ello aderezado con su patadita final incluida, que él sabe muy bien desempeñar.
Esta primera noche, se cerró con la intervención de Carmen Linares y su grupo habitual, que lo forman, Salvador Gutiérrez y Eduardo Pacheco como guitarristas, Ana Mari González y Javier González en coros y palmas, con el añadido de Adolfo Lobato en coros y baile. Con el título La poesía en el cante, presentó un recital con poemas de Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, y Caballero Bonald.
Según nos iba desgranado su repertorio, nos dimos cuenta, que Carmen se reinventó a si misma, me explico, sus cantes, la mayoría de ellos, los lleva desde cuando comenzó su andadura como profesional con letras populares, esos mismos, sonaron como siempre, pero ahora las mismas melodías con letras de los autores mencionados; por lo que tiene mucho mérito el saber ensolerar sin alterar su contenido. Con una excelente puesta en escena, nos recreó unos buenos sonoros tientos tangos. Con una sola guitarra, sonó a gloria en la malagueña del Canario, de Chacón en la versión de La Trini, que completó con la rondeña. Estuvo maestra en la taranta de Linares engrandecida con la letra de Caballero Bonald en una cartagenera clásica.
Con calidad y cantidad, fue variando los estilos con toda la seguridad por delante en las cantiñas y romeras sobre la base de Rosario la del Colorao. Estuvo de antología en su selección de cantes por soleá de Utrera, Frijones, Alcalá, Juaniquí, y Triana. Me gustó mucho en la seguiriya de Los Puertos adornadas en el cierre con la cabal de Silverio. Para despedirse, volvió a brillar con su grupo con unas bulerías jerezanas muy bien sincronizadas.
En la primera parte de la segunda noche, quedamos muy satisfechos con Maite Martín, y pienso que nos lo debía, puesto que en las anteriores ocasiones que ha pasado por este Festival, estuvo sobria y corta de repertorio. Con la guitarra de su habitual Juan Ramón Caro, se templó con la petenera de Medina y de Pastora Pabón. La cantaora catalana va ganando en sabiduría con los años, además ha sabido granjearse el respeto del público con sus exquisitos modales, y su excelente educación sobre el escenario.
Cantó muy segura dos malagueñas de don Antonio Chacón y el fandango de Lucena según el Cojo de Málaga y Canalejas de Puerto Real, estando sobresaliente por el estilo de la calle Rute, el verdial, y la bandolá que nos dejó Juan Breva. Supo estar a la altura de las circunstancias en la seguiriya de Jerez que recreó Manuel Torre, y que luego ella derivó a Manuel Vallejo y la Niña de los Peines, que cerró magistralmente con la cabal de Triana de Silverio en la versión que recreó el Pena padre.
Maite Martín, está a gusto con la mayoría de la baraja de estilos del flamenco, lo demostró con el garrotín, que se lo agradecimos de corazón, por ser poco escuchado en estos tiempos. Resolvió bien los fandangos de Huelva, en las modalidades de Alosno, y el personal del Almendro. Apostó fuerte en los aires de ida y vuelta, y nos deleitó con la guajira que aprendió directamente de Juan Valderrama, que llena de lirismos nos dejó plenamente satisfechos.
Sin embargo, creo que tiene que practicar más las bulerías, en las que dejó al descubierto sus carencias, tanto que perdió mucho brillo; debió darse cuenta, y para compensar las deficiencias, nos obsequió con una balada, que aunque no sea flamenco, sonó bien en su despedida.
El Festival Flamenco Caja Madrid, en este año de gracia de 2010, ha tenido a bien reconocer el mérito y el prestigio como guitarrista y concertista a Enrique de Melchor, concediéndole el prestigioso Galardón Flamenco Calle de Alcalá, que el maestro de la guitarra agradeció tras la bella alocución resaltando sus cualidades, que pronunció el catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, nuestro amigo Francisco Gutiérrez Carbajo.
En su extraordinario concierto, Enrique de Melchor, contó con la colaboración de Luis Miguel Manzano como segunda guitarra, Juan Parrilla en la flauta, el Guille en la percusión, cantó el Chato de Vélez, además de dos vocalistas de lujo como son, Marta y Loli Heredia, para darle más colorido si cabe, trajo como bailaor invitado a Alfonso Losa. El sonido de la flauta, supo crear ambiente para que el concierto fuera emocionante, y como tiene que ser, todos los participantes dieron lo mejor de si mismos para que el concertista pudiera dar rienda suelta a su extraordinaria música.
El toque fue flamenco cien por cien. Es decir sin estridencias extrañas al género, geniales fueron la rondeña y la seguiriya. Hubo cabida también para escuchar cantar un martinete trianero, mientras tanto, el bailaor completó con su plástica la seguiriya de Triana, que resultó un bello espectáculo que pudimos captar en toda su dimensión humana, para dar paso luego a un rumba moderna, que envolvió el ambiente desde un escenario que esparcía grandeza, los coros se unieron a la magia de Enrique en una colombiana, que gracias a Dios podemos volver a escuchar, al estar contenida en su amplia obra discográfica. El bailaor, con su bella estampa, y el cantaor se unieron en una bulería por soleá, y bulería propiamente dicha. Esto fue el resultado de una gran Fiesta, que fue premiada con los olés de admiración a todos los componentes, para terminar una jornada con despedida apoteósica cargada de calidad, y muchas más cosas en un ambiente indescriptible ante tanto arte como derramó Enrique de Melchor.
¡¡qué gran acierto, dedicar la tercera jornada al baile!!. Nunca se lo agradeceremos lo suficiente al director de Culty Art Alejandro Reyes. Una excelente pareja de baile ortodoxa como son, Toni el Pelao y La Uchi, fue como una vuelta al pasado que atesora esta centenaria dinastía de bailaores de Madrid, que desgraciadamente se extingue. Con la coreografía del propio bailaor y de Juan Serrano, bajo la dirección de La Uchi; tocaron las guitarras Luis Miguel Manzano y Pepe Jiménez, y en el cante, como artista invitada estuvo Charo Manzano.
Toni el Pelao, único en esta forma de bailar, compareció en el escenario como un artista antiguo para bailar la caña de rancio abolengo, apareció el misterio, sobre todo cuando La Uchi, recorriendo el escenario reencarnada en una bailaora del siglo XIX ,mientras la galanteaba como un faraón, su marido y compañero artístico, en una manifestación genuina sobre un tablao de inmensa categoría. El bailaor madrileño derrochó clase metiendo los pies con la forma de las escuelas tradicionales. La Uchi, le siguió el juego sobre un fondo rojo haciendo compás con un vestido del mismo color, pasión en la bellas filigranas por alegrías y romeras, actos inigualables, que quedaron grabados en las retinas de los que presenciamos baile del bueno en el Teatro Circo Price, situado en la Ronda de Atocha 35. Una propina por Bulerías, y la nostalgia, embargó a lo que llevamos muchos años viendo baile flamenco, que nos trajo a la memoria a Pilar López, Carmen Amaya, Antonio Ruíz Soler, y Matilde Coral.

El Cigala dividió en dos partes su concierto. En la primera, demostró que sabe cantar bien flamenco por derecho; antes de nada, tuvo un emocionado recuerdo para Fernando Terremoto (hijo) recientemente fallecido, naturalmente, todos lamentamos su pérdida, y desde aquí enviamos nuestro más sentido pésame a toda su familia y amigos.
A Diego, le escuchamos la toná de Chacón según Rafael Romero y un extraordinario romance. Muy bien en el taranto, y en las alegrías de Cádiz por el estilo de Camarón, así como la contrabandista, que no me gustó, por más que se empeñe una y otra vez. Concluyó la parte flamenca muy bien con la soleres de Triana, y la Soleá petenera basándose en Pepe de la Matrona.
Ahora vamos con parte heterodoxia de el Cigala, por mucho que algunos sectores digan que esto es la vanguardia del flamenco, a lo que me resisto con todas mis fuerzas. Baladas y canciones de siempre, empobrecidas musicalmente, que me resultaron soporíferas, y mucho más, con el libre albedrio de los músicos, y del vocalista, deficiencias claramente perceptibles al oído para los que hemos tenido la oportunidad de escuchar las versiones originales, en las que me he sumergido en otros momentos de mi profesión; sigo pensando que esta música no es apta para un festival flamenco, estoy plenamente convencido.
Este año, nos ha sorprendido muy gratamente el cantaor Arcángel. Por fin ha cantado por derecho en Madrid, y en este Festival. Le acompañó la guitarra de Miguel Ángel Cortés, el percusionista Agustín Diassera, y Antonio, y Manuel Saavedra en los coros, y palmas.
Muy consciente se entregó a la toná y a la debla. En la caña estuvo perfecto utilizando las formas en el recuerdo de Juan Varea y Rafael Romero, que fundió a posteriori con la soleá petenera con todo el esplendor de Triana. Muy bien estuvo en los jaleos extremeños como introducción a los tientos tangos, arreglándolo con su famoso tema tres puñales. Buscó en su interior y encontró el lamento de la seguiriya de Cádiz, y en el “reniego” de Antonio José Cagancho, para terminar el recorrido seguiriyero en Los Puertos.
A ritmo de bulerías cantó el pregón, con lo que consiguió mucha aceptación. El artista onubense nos siguió gustando con su forma personal melódica de expresión por alegrías de Cádiz y cantiñas de Córdoba, todo ello ilustrado por los vocalistas y palmas durante el recorrido. Se despidió con los aires de su tierra, Fandangos de Huelva de tantas variedades, que sería engorroso enumerarlos todos, aparte, tuvo el detalle de regalarnos una tanda de fandangos naturales.
En esta ocasión, ni me gustó, ni estuvo bien el gran pianista Dorantes, que trajo al bailaor Joaquín Grilo, a Yelsy Heredia manejando el contrabajo, cantó Rafael de Utrera, como percusionista estuvo Tete Peña.
Percibí demasiado coqueteo de los músicos con el jazz. En mi opinión, la inspiración no es solo exponer lo que se siente, sino también se lo debe transmitir al público mayoritario, en este caso amantes de la música flamenca. Parecía que tenían la mente en otras músicas, hasta el bailaor se salió de la línea intentando su lucimiento personal. Bastantes sectores del público se aburrieron presenciado esta obra, solo nos dio algo de flamenco con su conocido tema orobroy. Poco más dio Dorantes musicalmente hablando, y se lo digo con todo el respeto que me merece, pero esta noche decepcionó dejándonos un amargo sabor
El XVIII Festival Flamenco Caja Madrid, se clausuró con el importante concierto de Enrique Morente, que consiguió llenar este teatro hasta la bandera, además de la enorme expectación que se creó, como viene sucediendo cada vez que participa en este ciclo. Con su grupo habitual, formado por David, e Israel Cerreduela como guitarristas, bailaron Nino, e Isaac de los Reyes, y Pedro Gabarre, estuvieron en los coros Ángel Gabarre y Kike Morente, como percusionista estuvo Bandolero.
Completamente a oscuras, desde las tinieblas, surgió la voz de Morente para este primer acto que nos hacía llegar lentamente, el martinete de puro sabor trianero, lo mismo que la debla. Los ecos fragüeros se fueron fundiendo con el murmullo de voces, como simulando el sonido del martillo sobre el yunque. A partir de aquí, el júbilo se apoderó del ambiente que fue aplaudiendo junto al calor humano, todo el recorrido de las ricas variantes flamenca que el artista granadino fue impartiendo en su lección magistral con mayúscula.
Experimentó con nuevos ecos desarrollando un tema personal en forma de bulerías. Poesía tradicional para una excelente canción, que sin perder el ritmo convirtió en verdial de Lucena según Antonio Ranchal. Fabulosos fueron los fandangos de Lucena basándose en el Cojo de Málaga, que completó homenajeado a su paisano Frasquito Hierbabuena con letras de poetas actuales.
Enrique Morente, atesora en su memoria todo lo vivido a lo largo de su intensa vida, que inició aquí en Madrid al lado de inolvidables maestros; así lo percibimos en la serrana y en la liviana, tal como la interpretaba Pepe el de la Matrona. Muy maestro fue en la selección de soleares, entre las que pudimos dilucidar las modalidades de Alcalá, Triana, y Cádiz. Sin darnos cuenta, como por arte de magia, despertamos en la malagueña de don Antonio Chacón, y en la malagueña granaína de Manuel Torre, para cerrar el círculo con Enrique el Mellizo.
Ritmo y tropel, tres bailaores, se encargaron de poner la variedad a la noche en la soleares de Utrera, todo sincronizado con el grupo en el que el genio del maestro puso todo su corazón para hacer un espectáculo único hasta la fecha.
Sobre poemas de Rafael Alberti, nos deleitó con unas alegrías de Cádiz, en las que percibimos a los grandes de los últimos tiempos. Resultó muy interesante una bella composición musical dedicada a Pablo Picasso que desembocó en soleares de Triana, de las denominadas de los alfareros y el Zurraque.
Enrique seguía componiendo y sacando a flote genialidad, ahora, al son de bulerías metió el pregón de la verdulera. Vanguardia flamenca para esta noche madrileña, pero sin desmarcarse de la ortodoxia con baile incluido para una seguiriya de Jerez con los ecos del Marrurro, de Los Puertos, y el famoso “reniego” que popularizó Tomás Pabón, pero que creó Antonio José Cagancho.
Después de haberle escuchado doce temas, que se dice pronto, se propuso terminar con bulerías renovándose en cada tercio. La Fiesta por todo lo alto siguió ganando calidad coqueteando con el taranto de Manuel Torre encadenando tangos y cantiñas de Pastora como punto final para redondear el recital.
El público muy satisfecho, y puesto de pie aplaudió, como se merece a este gran genio del Cante universal. Consciente de ello, nos regaló más variedad, acudiendo a la gama de cantes de ida y vuelta, con una vidalita, y una milonga, que con el color del baile, la categoría de las guitarras, y el sobresaliente flamenco para una noche grande protagonizada por don Enrique Morente Cotelo.