Festival flamenco Caja Madrid 2011


Opinión
Antonio Nieto


XIX FESTIVAL FLAMENCO CAJA MADRID 2011
(A la memoria de Enrique Morente)



  • Festival Cajamadrid 2011
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Entre el 8 y el 12 de febrero, se ha celebrado en el Teatro Circo Price, sito en la Ronda de Valencia de la capital de España, el XIX Festival Flamenco patrocinado por la Obra Social de Caja Madrid, y organizado por la productora Cultyart, a cuyo frente está Alejandro Reyes Domene, que con su excelente equipo humano lo ha hecho posible una vez más, acompañado del éxito al que nos tiene acostumbrados a lo largo de todas sus ediciones.

Antes de narrar todo lo acontecido en estos cinco días, quiero destacar que todo ha girado en torno a la memoria de Enrique Morente, artista universal que nos dejó a las 16´40 horas del fatídico 13 de Diciembre de 2010. De entre las muchas frases para ensalzar su figura que hemos escuchado por parte de los artistas participantes, me quedo con la de Marina Heredia: “La muerte de Enrique Morente, ha sido una gran pérdida artística, pero mucho más lo ha sido como gran persona humana”.

El Festival comenzó proyectando el documental “Picasso”, que con una duración de diez minutos, pudimos ver y escuchar al genio granadino cantando unos tangos del Piyayo recreados con toda solemnidad sobre un ambiente rodeado de muchos de los suyos.

Seguidamente, Miguel Poveda, que estuvo muy bien acompañado por los guitarristas Chicuelo y Jesús Herrero, Las palmas sonaron producidas por las manos de Carlos Grilo y Cantarote, y la perfecta percusión de Paquito González.

A pesar de la gran expectación creada por sus incondicionales, hemos de decir que su actuación estuvo simplemente bien; entre otras cosas, porque tendrá que perfeccionar algunos matices musicales pertenecientes a los retos que se plantea al conjugar estilos de maestros muy dispares entre si. Calentó la voz con la serrana según Pepe el de la Matrona, pero con su sello personal, el mismo que siguió con la liviana, para completar con cantes de Los Puertos de Diego el Lebrijano y la correspondiente cabal.

Miguel, es un gran estilista, que sabe estar en todos los tiempos engrandeciendo y apostando por todo lo que pasa por su voz, como por ejemplo, la nana, cargada musicalmente en aire de canción. Es de admirar, que con su juventud sepa tanto de esto, evidentemente su afición le lleva a tratarlo todo. Estuvo brillante en la soleá apolá de Triana recreada por Antonio Mairena (la que generó en su día la polémica de Charamusco), que al cambiar al siguiente tercio no salió bien parado al amarchenar una tanda de soleares de Triana, en las que me pareció, que no estuvo acertado.

Lo mejor de todo, fueron las alegrías de Cádiz, cargadas de bellos matices pasados por las cantiñas de Pinini, y acordándose del maestro Fosforito siguió gaditano en las bulerías con patadita incluida para completarlo todo con el esquema de la rumba del Cojo Pavón.

Se acordó de Enrique Morente para homenajearlo con el fandango personal que creó el cantaor granadino, por su cuenta le agregó la zambra, apta y propicia para este tipo de eventos si se sabe sincronizar. Nos sumergió en la profundidad flamenca con seguiriyas de Jerez con las variedades personales de Manuel Torre, el Marrurro, y el Loco Mateo; todo un alarde de este joven que está llamado a ocupar los primeros puestos de este siglo XXI que estamos viviendo. Con letras de Antonio Gallardo se expresó con las firmas cantaoras de la Paquera de Jerez, Lole Montoya, y Concha Piquer, todo esto cuadrado por Bulerías como remate. Con el más absoluto compás, se comportó muy trianero con los tangos del Titi, que nos recordó a Naranjito de Triana. Estuvo muy clásico en la granaína de Chacón aprendida en la discografía de Bernardo el de los Lobitos. Con todo su grupo amenizó un Fin de Fiesta con Bulerías de Jerez y de Utrera; sin perder el hilo musical con un cante de fragua, y retomar la bulería con baile, duende, y buen gusto, que puso al público de pie. Poveda, que es muy agradecido a estos gestos, nos regaló el pregón del uvero, con lo que nos quedamos satisfechos.

En la segunda noche, la correspondiente al 9 de Febrero, escuchamos al madrileño Paco del Pozo, que estuvo acompañado magistralmente por el guitarrista Antonio Carrión. Melódico, nos agradó con la malagueña de Chacón y el Mellizo, que adornó con los cantes de Juan Breva. Como homenaje a Madrid cantiñeó por caracoles chaconianos. Carrión le dio notas con su sonanta para las soleares del Zurraque, en las que pudimos distinguir los estilos del Pinea, el Sordillo, y Oliver. Se despidió con unas modernas bulerías que fue posicionando para acabarlas en el compás de Jerez.

Fuera de programa, nos causó una agradable sorpresa la Talegona, una bailaora que desarrolló con su elegancia unas alegrías, con movimientos clásicos que sorprenden en estos tiempos de heterodoxia. Eduardo Serrano el Güito, siguió en la misma línea sobresaliente bailando muy bien según lo aprendido de la gran Pilar López. Da gusto verlo exponer esta escuela, de la que él es el único superviviente, tras las lloradas muertes de Antonio Gades y Mario Maya.

El Güito por tarantos, sobrio, justo, cabal, flamenco, en todas sus posiciones sin estridencias extemporáneas, se nos fijó en la retina para no olvidarlo nunca, ya que desgraciadamente con él se termina una forma de trabajar con el baile flamenco con mayúscula.

Valderrama (hijo de Juan Valderrama) se presentó con su obra “Maestros”, un homenaje a su padre, y a otras figuras de aquel tiempo, en el que se mezcló copla, canción, cante, y lo aflamencado. No voy a juzgar este periodo, ya lo ha hecho la historia; claro, que ahora tampoco nos libramos de algún que otro advenedizo, menos mal, que actualmente está todo perfectamente delimitado.

Valderrama, dividió su concierto en dos partes, la primera, sinfónica, muy bien expuesta, todo un acontecimiento con sus esplendidas facultades, buscando y recordando canciones que dieron mucho éxito a su padre. En la parte flamenca, dejó al descubierto la falta de garra para acometer esta labor, con bastantes carencias de pellizco y de jondura para los palos difíciles de la ortodoxia.

Músicos de lujo ilustraron al cantante en un amplio recorrido por este tiempo que duró hasta principios de la década de los años setenta del pasado siglo. El piano lo toco con mucha elegancia Laura de los Ángeles, Rafa Domínguez supo estar a la altura con el violonchelo, Alberto Román en el contrabajo, el violín estuvo en buenas manos con la pericia de Alejandro Álvarez, y quiero tener una mención especial para el guitarrista de Estepona Daniel Casares.

Para muchos, nos trajo recuerdos de Manolo Caracol, la Niña de la Puebla, Pepe Marchena, con este histórico cantaor, abrió con la milonga canción “era un jardín sonriente”. Y por supuesto con los conocidos temas de su padre. Se acopló con la Farruca, marcheneando y valderrameando (si se me permite la expresión), todo estuvo muy bien trabajado con el guitarrista. Me gustó la guajira, no tanto en el adorno con el cante de Juan Breva. Muy bien en el recuerdo de Juan Valderrama, que en su momento hizo para Manuel Vallejo con saeta incluida, así lo fue también en la granaína que recreó este gran cantaor sevillano. Acertó de pleno en los cantes camperos con la pajarona de Porcuna.; lo mismo de bien lo decimos de la rumba de Vallejo, conocida como “Catalina”.

Valderrama se deslució a si mismo en el apartado de los cantes puros; ni sabe, ni puede, ni conoce la seguiriya, ni tampoco la taranta del Cojo de Málaga que le escuchamos. Esos estilos se deben dejar a los que de verdad engrandecen, y no son aptos para los que los empequeñecen; tuvo algún detalle por fandangos naturales del Sevillano, y de su padre.

Improvisó entre bambalinas un recuerdo para Enrique, con la colaboración de Paco del Pozo, ambos cantaron por tangos morentianos el conocido tema“si yo tuviera una estrella”. Emocionante fue también el recuerdo a los gitanos de Granada, y la soleá que compartió sobre un dueto en una grabación audiovisual con su progenitor, que se la dejó para poder cantar juntos aunque él no esté.

Para despedirse, Valderrama tuvo la gentileza de corresponder al cariño del público con la canción más famosa en la trayectoria de don Juan Valderrama “el emigrante”; supo darnos un magnifico Fin de Fiesta por parte de todos los artistas participantes con el baile de lujo de La Talegona, y el Güito con el acento bulearero.

El jueves fue un buen día para la historia, quedó patente que el flamenco es capaz de expresar todos los estados anímicos del ser humano, y al mismo tiempo hermanarse con la literatura, lo pudimos corroborar con la gran maestra del cante actual Carmen Linares, que presento lujosamente su obra “Oasis abierto”, una exaltación al universal poeta Miguel Hernández. Voz, poesía, belleza, todo ello, combinado con imágenes sobre la pantalla con secuencias de paisaje de arena y fonemas que iban formando palabras, un jeroglífico artístico para conseguir el máximo interés, con las fotografías de Miguel Hernández sin presagiar la tragedia que le tocó vivir en la incivil guerra de 1936-1939, aunque antes dejó aquí en la tierra su rica obra literaria, ya que, que la sin razón de la fuerza acabara con la esperanza de una generación literaria que en su mayoría acabó en el exilio.

La perfección se alió con el desarrollo en la parte alícuota que a cada uno le correspondió musicalmente hablando, incluso hasta cuando se le rompió levemente la voz a Carmen en algunos pasaje, pienso que por la responsabilidad y la emoción puesta al servicio de este arte declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad; tardará tiempo en conseguir una noche como la que vivimos.

El reparto de los participantes fue el siguiente: Salvador Gutiérrez y Eduardo Pacheco fueron los guitarristas, Tino di Geraldo fue el encargado de que sonara el cajón, la inseparable Ana María González, Rosario Amador, y Carmen Amaya, pusieron el compás y las palmas, Tomasito con sus canciones, chuflas, y baile, demostró mucho conocimiento en lo que hace; el piano con su elegancia en las teclas, estuvo en los dedos de Pablo Suárez; la dirección escénica fue de Emilio Hernández,que unido a la música de Luis Pastor y de la propia cantaora los llevó directamente al éxito. Felicidades a todos.

Sobre el escenario en penumbra, hubo una introducción con una canción popular acrecentada por Tomasito por bulerías, en este, y en todos los pasajes que intervino. La cantaora en su plenitud, elegante, bella, y artista a más no poder, recreó a Miguel Hernández en el poema “andaluces de Jaén” con bulerías lorquianas, peteneras y verdial. Poesía, palabra, sentimiento, y tragedia con bulerías por soleá, bamberas, soleares y seguiriyas con la cabal de Silverio.

En el discurrir de la obra, cada cante en su justa medida, se agigantaron paulatinamente con la milonga “Oasis abierto” en sincronía de imagen y sonido con cantes de fragua en la que Carmen llamó a la melancolía reconfortante de una malagueña. La señora, la cantaora, con todo su grupo introdujo al público en un tiempo que es perceptible en la propia realidad.

En la rondeña, apareció la frase clave para comprenderlo todo “no puedo olvidar”, que con intervalos apareció más veces para recordar la tragedia del final de Miguel Hernández. Tanguillos de Cádiz, cantiñas de Córdoba y alegrías de Cádiz son el preludio de final que se funde con las imágenes secuenciadas en la Puerta del Sol de Madrid en blanco y negro, y sobre nuestra memoria la frase “no puedo olvidar”.

En la plenitud de su carrera Carmen Linares sigue subiendo peldaños para demostrar que puede con todo lo que se proponga en el flamenco. También rindió su homenaje a Morente con una bella y melódica canción, que con las notas del piano sonó a gloria.

El viernes fue la noche del homenaje a la gran bailaora sevillana Manuela Carrasco, a la que se le ha concedido el Galardón Flamenco Calle de Alcalá, que falla anualmente un grupo de grandes especialistas del arte flamenco. En nombre del jurado, habló el profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia don Juan Francisco Gutiérrez Carbajo, que hizo una breve introducción en la historia del baile, y de personajes míticos de esta disciplina, acordándose de Los Camborios, rama con los que Manuela está emparentada.

Don Rodrigo de Rato Figaredo, como director de Caja Madrid, entregó a Manuela Carrasco este importante premio. Los compañeros de la prensa gráfica inmortalizaron el momento, la homenajeada lo agradeció diciendo: “Que después de 42 años bailando, esto es para mí, un orgullo”.

Por indisposición del cantaor Luis de Córdoba, la organización llamó para sustituirle a Manuel Moreno Maya el Pele, al que acompañó el excepcional guitarrista Manuel Silveria. En esta ocasión no me gustó el cantaor cordobés, que estuvo anárquico, inseguro, y fuera de lugar; no supo, o no pudo darle las tonalidades que el Cante necesita.

Silveria, muy seguro en su labor de acompañamiento nos deleitó con un toque limpio y artístico, que el público valoró. El cantaor abrió con una zambra caracolera que nos recordó al inolvidable Beni de Cádiz. Bien en la malagueña por los estilos de de el Mellizo y Baldomero Pacheco; para pegar un bajón en el cante de Juan Breva según Fosforito. En la escuela de Aurelio Sellé estuvo bastante bien por Soleares de Cádiz y de Triana, pero inexplicablemente en la soleá de Córdoba la rompió por completo, lo que provocó que su actuación quedara deslucida. Las cantiñas, pasaron sin pena ni gloria, eso si, con ráfagas de belleza personal recordando a Rafael Alberti con el poema “si mi voz muriera en tierra”, que completó con tonos de “avante claro”, un cd. que grabó hace ya algunos años. Lo mejor de su repertorio fueron las seguiriyas de Jerez con los personalismos de Manuel Torre, el Marrurro, y Antonio Mairena, a lo que agregó la cabal de Juanichi el Manijero, y la de Los Puertos del Tuerto de la Peña. No estoy de acuerdo en la forma de cantar los fandangos naturales basándose en Pepe Pinto y Manuel Torre en los aires de Huelva. Finalizo caracolero, como es su costumbre, entre canción y heterodoxia fue a más cuando por Bulerías terminó con el Romance de la reina Mercedes.

A las diez en punto e la noche, abrió el tarro de las mejores esencias Manuela Carrasco pletórica de facultades y de ganas de agradar al público. En un alarde de maestría se apoderó del escenario, para lo que contó con Joaquín Amador, Román Vicente, Miguel Iglesias, Enrique el Extremeño, el Tañé, Emilio Molina, José Carrasco, Juan Carlos Rubio, Óscar de los Reyes, Antonio Molina, y Juan Salguero; todos en sus respectivas labores de guitarristas, bailaores, cantaores, y percusionista, nos dieron una gran lección de arte, pundonor y el más exquisito trabajo.

Con el brillante cante de Enrique el Extremeño, se abrió la puerta de los misterios del baile con un romance por bulerías. El indescriptible sonido del repiqueteo sonoro producido por los pies de la Carrasco nos hizo perder la noción del tiempo y caer en la felicidad que pocas veces se producen en la vida del ser humano para admirar este bendito arte.

Cuatro jóvenes bailaores (cuatro corceles humanos) diría yo desarrollaron en un primer plano la caña con toda la elegancia academicista que a veces se puede conseguir a base de muchas jornadas de ensayo, que con todo rigor lo volvieron a demostrar en la bulería.

Manuela zapateó con fuerza, motivada con el añadido de la pureza y su raza gitana, que la distingue de las demás; nos fue ofreciendo “Suspiro Flamenco”, un título como pretexto para alcanzar la genialidad por alegrías sobre la composición musical de Manolo Sanlúcar. Tocó la cúspide por soleá, embrujada por misterios que se arremolinaron en el Circo Price para envolverla en la atmósfera de arte que se concentró alrededor de la plástica del baile que genera esta mujer, que tantas noches de gloria lleva dando al flamenco, con la parte positiva de que todo el mundo lo comprende.

Para irnos preparando para el fin de esta edición, “Luz de guía” ocupó el penúltimo lugar del programa. Lo presentó, Tomatito ,en un concierto de guitarra flamenca que el músico de Almería, demostró que es de los pocos que en estos tiempos tenemos. Estuvo muy a gusto tocando en Madrid rodeado de un grupo de artistas, como la segunda guitarra de Cristóbal Santiago, cantaron Morenito de Illora y Simón Román, Antonio Ramos en el bajo, el gran Lucky Losada tocando el cajón, que lució con su baile José Maya.

Lo que si eché en falta fue la variedad, es decir más palos de la baraja del toque, como pudo ser la seguiriya, la taranta, la malagueña, o la granaína, ya que él tiene toda esa capacidad para exponerlo en estos auditorios en la que hay diversidad de gustos personales. Valiente y artista, nos fue preparando con tangos de larga experiencia en sus dedos, la rumba estuvo muy bien conseguida, así como las composiciones propias que ha creado, reconozco que me emocioné en las bulerías, y estoy seguro que las llevo a cabo acordándose de su amigo Camarón de la Isla.

Consiguió lucidez musical tocando los temas que en su día hizo con Michael Camilo. Por soleá nos volvió a entusiasmar al comprar los buenos movimientos con el bailaor José Maya, con el cante como guía para llevarnos a las bulerías.

La clausura corrió a cargo de la joven cantaora Marina Heredia, que guapísima y elegante compareció en el escenario teniendo a su lado a los guitarristas José Quevedo Bolita y a Luis Mariano, asistida por los coros de Anabel Rivera y Jara Heredia.

Marina, aquí en Madrid, nos tiene acostumbrados a actuaciones más sobresalientes que la de esta noche, eso fue lo que pude percibir en algunos tercios con curvas melódicas menos afortunadas. Como carta de presentación, nos ofreció cantes de Levante en los que incluyó, la cartagenera de Chacón, la taranta de la Gabriela y del Cojo de Málaga, con la minera como garantía de sus conocimientos. Con buen toque se introdujo en la soleá de Alcalá de Joaquín el de la Paula, coqueteó con la del Zurraque consiguiendo la unidad requerida de Utrera para recorrer este estilo básico. Buscó, y encontró la perfección en unas juveniles alegrías de Cádiz coreadas con palmas; dominó el cante de su tierra con Frasquito Hierbabuena como referencia para estar granadina de los pies a la cabeza, en el verdial descargó excelentes esencias. En la seguiriya de Jerez se pellizcó, y la bordó, sobre todo al cerrar con María Borrico. Para homenajear a Morente, escogió una tanda de fandangos naturales que le dieron fuerza para seguir agradando a un a un auditorio deseoso de seguir disfrutando de su cante. Para despedirse eligió unas bulerías de Jerez, adornadas con tercios de la personalidad rumbera que creó Bambino y su conocido tema “la niña de los labios fríos” que encandiló a todos; fuera de micrófono se pegó sus pataditas con mucho salero con el buen ambiente que se respiró.

Fue muy aplaudida, causó muy buena impresión, agradeció tanto cariño correspondiendo con una Fiesta por tangos para mitigar la nostalgia de lo vivido en este febrero madrileño disfrutado con toda la intensidad que los buenos aficionados saben apreciar.