Los últimos tiempos no han sido bueno para la guitarra flamenca. En menos de un año han muerto: Moraito Chico, Justo de Badajoz, Joaquín Ponce y Enrique de Melchor. Dos son de Badajoz: Justo y Joaquín y hoy quiero recordar al primero porque su muerte ha pasado injustamente inadvertida, por su edad y por las condiciones en que se produjo.




  • Justo de Badajoz
  • Justo de Badajoz
  • Justo, Manolo y Pepe de Badajoz


Justo Álvarez Fernández, Justo de Badajoz, nos dejó para siempre, sin que nos diéramos cuenta y sin una mínima referencia publica, el 27 de octubre pasado, el mismo día que cumplió los noventa años. Nació en Badajoz el 27 de octubre de 1921 y se crio en un ambiente flamenco, dedicado a la guitarra en torno a la peluquería de su abuelo el maestro Paco, que continuaron su padre y sus dos tíos, Los Badajoz: Manolo, Pepe y Ernesto de Badajoz y aquí estuvo hasta los 13 años, fecha en que su padre, que se encontraba desde 1928 en Madrid, siendo ya un reputado guitarrista, con el nombre de Manolo de Badajoz, consigue llevarse a toda su familia, su mujer y sus tres hijos, a la capital de España instalándose en el barrio de Lavapiés, en la calle El Olivar, junto al domicilio del gran guitarrista Ramón Montoya, uno de los mas grandes de la historia del flamenco, que al poco tiempo, dada esa relación de vecindad y también de amistad intima con su padre, le daría clase y lo pondría en disposición de ser un excelente profesional de la guitarra flamenca.

No obstante, su padre, celoso de su educación y conocedor de la dificultad y el peligro de la vida artística, primero le obligó a estudiar y así superó unas oposiciones al banco Hispano-Americano, que rehusaría para dedicarse a vida artística.

Justo hizo el servicio militar en Badajoz, donde su tío Ernesto todavía mantenía la barbería familiar, que era lugar de encuentro y tertulia de todos los flamencos que estaban y pasaban por Badajoz. Terminada la entonces larga mili, Justo encontró pronto sitio en el flamenco profesional, ayudado por la fama y el prestigio de su padre y de su tío Pepe de Badajoz. La vida artística de Justo de Badajoz fue espléndida y dilatada, y en ella acompañó a todos los artistas de su época y recorrió todo el mundo con su arte. Realizó numerosas grabaciones e intervino en varias películas.

Cuando creamos la Federación de Entidades Flamencas de Extremadura, iniciamos una labor de rescate y reconocimiento de nuestros cantes y de nuestros artistas, entonces desconocidos y olvidados en nuestra tierra. Así recuperamos a nuestro artista mas emblemático, Porrina de Badajoz y recuperamos a Los Badajoz, a los que dedicamos el primer Concurso Internacional de Guitarra en 1987, en el que para darlos a conocer hicimos, además del cartel, un díptico con un resumen de sus biografías artísticas.
Y naturalmente aunque Justo tenía su vida centralizada en Madrid, nos acordamos de él porque era el único de la Saga de los Badajoz, que nos quedaba y en 1985, le tributamos un homenaje, junto a Julia la Extremeñita, madre del Niño de Badajoz, en el que actuaron y estuvieron con nosotros: Ramón el Portugués, que recuerdo estaba pendiente de una delicada intervención quirúrgica y Carmen Linares, con la que compartimos después en compañía de su marido, casi toda la noche y que durmió en la casa del otro guitarrista fallecido en diciembre 2011, del que nos ocuparemos en otra ocasión por la importante labor didáctica que desarrolló en Badajoz, Joaquín Ponce, al que le unía una buena amistad desde sus inicios.

En 1989, Justo de Badajoz, me acompañó junto al Niño de la Ribera, Miguel Vargas y la Kaita, en una conferencia que di en el Ateneo de Madrid, con el titulo de Extremadura la gran desconocida. La ultima vez que tocó en Badajoz, fue en 1990, en el XVIII Congreso Nacional de Arte Flamenco, recogiendo el pequeño homenaje que otra vez le hicimos a su padre, editándole un disco que recopiló Joaquín Rojas con algunas de sus grabaciones.

Sus últimos años, mientras lo acompañó la salud plena, siguió realizando la labor de enseñanza que había iniciado bastante tiempo atrás y actuando en Madrid en peñas y colmaos. Sus últimos días fueron tristes, ya que estuvo dedicado en una residencia fuera de Madrid al cuidado de su mujer que tenía la Enfermedad de Alzheimer, donde le sorprendió un episodio cardiovascular que terminó con su vida en un hospital periférico, por lo que su muerte pasó inadvertida y su noticia nos llegó casi tres meses después de sucedida. A su memoria, va este artículo. Descanse en paz.