El flamenco en Francisco Villaespesa


Investigación
Alfredo Arrebola


EL FLAMENCO EN FRANCISCO VILLAESPESA (1877 - 1936)



“EL DESENGAÑO Y LA PENA
ENGENDRAN EL CANTO MIO;
NO EXTRAÑES QUE SEA TAN TRISTE….
¡DE TALES PADRES, TAL HIJO”

(F. Villaespesa, “Intimidades”, 1898)

Es posible que algún estricto ortodoxo del cante se rasgue sus vestiduras, al ver el título de este “Forjadores del Arte Flamenco”. No debería ser así. Mi larga experiencia artístico-investigadora, unida a la de otros tratadistas, me ha hecho ver que el arte flamenco no es simplemente la tradicional trilogía de Cante, Baile y Toque, sino que, a estas tres formas artísticas, hay que añadirle la real, constante e ineludible presencia de los poetas que han sabido captar los valores culturales, literarios y musicales del arte flamenco. Gracias a ellos, el mundo flamenco ha conquistado espacios sociales con la misma categoría que cualquier otra manifestación cultural y artística. Es sumamente larga la nómina de poetas y estudiosos que se han preocupado del flamenco como manifestación cultural. En “nuestra” revista, núm. 120, Pág. 48.Octubre 2003, el poeta y catedrático de la Universidad de Granada, Rafael Delgado Calvo-Flores hizo una perfecta demostración de lo que he dicho, cuando se publicó “Benítez Carrasco. La Muerte Pequeña de Andalucía”. Cante y Poema en la voz de Alfredo Arrebola. Y no menos valiosas fueron las palabras del gran poeta arcense Antonio Murciano defendiendo, en Málaga, la influencia de Francisco Villaespesa en el flamenco. Es decir, que la presencia del poeta de Laujar de Andarax (Almería) no es, de ninguna manera, algo circunstancial en la defensa de los valores del flamenco y –cómo no – su proyección en el acervo cultural del pueblo andaluz. Téngase en cuenta que Villaespesa fue uno de los poetas que más influyó en sus contemporáneos y más admiraciones populares y oficiales concitó durante las primeras décadas del siglo veinte en España y América; y sin ningún género de dudas, el poeta almeriense se constituyó en una personalidad ineludible como agente del cambio poético y agitador de la vida literaria. Porque Villaespesa – escribió el profesor Sánchez Trigueras, Catedrático de la Universidad de Granada, además de figura clave en el triunfo del modernismo en la península, significó en aquel momento muchas cosas: fue el primer escritor español que se planteó la literatura como una “lucha”, donde sólo podían vencer la constancia, la firmeza, la abundancia y una dedicación total al trabajo poético; fue guía de poetas tan jóvenes como él (“Hermes conductor”, lo calificó Rafael Cansino): así, por ejemplo, introdujo a Juan Ramón Jiménez en los ambientes literarios madrileños y aún fue consejero de sus primeros libros, ayudó a darse a conocer a Antonio Machado, cuya primera edición de “Soledades” (1903) publicó como anejo de una de sus revistas (hasta ese momento, Antonio era sólo el hermano de Manuel), presentó en sociedad literaria a José Sánchez Rodríguez ( del que publiqué el disco “Homenaje Flamenco al Poeta José Sánchez Rodríguez” (Málaga,1998), a Isaac Muñoz Llorente, a Fernando Fortín, entre otros muchos escritores. Pero Villaespesa, además, creó todo un amplio espacio de acogida favorable alrededor de la figura de Rubén Darío. Su casa madrileña, donde su primera esposa Elisa se consagró como “musa modernista”, fue centro de tertulias artísticas y reuniones literarias, en las que se forjaron mil y un proyectos; libró, en suma, la primera gran batalla del modernismo español con su libro “La copa del rey de Thule” (1900), y muchos son los tratadistas que reconocen a Villaespesa como el poeta más grande del mundo flamenco, digan lo que digan las pseudocorrientes modernas de la Flamencología. Más aún: muchos poemas de famosos poetas del flamenco están inspirados en los del poeta de Laujar, y no pocos lo plagiaron descaradamente, como lo demostró don Antonio Murciano en los “Simposios Flamencos” organizados por la Diputación de Málaga.

Un día, ya muy lejano, hojeando la obra poética de Villaespesa, me fijé en “Cantares” y, por un simple azar, comprendí que en Villaespesa estaba plenamente reflejada la expresión vivencial del pueblo andaluz: El Cante. Desde entonces, se hizo amigo y compañero mío. Yo no esperaba que el poeta de la “lucha interna” fuera poseedor de una musa tan fina y delicada cantando la milenaria y autóctona cultura andaluza. Creo haber comprendido a Villaespesa. Tal es así, que no dudé de que sus muchísimos “versos flamencos” fueran objeto de un capítulo de mi tesis doctoral (Granada, 1977). Francisco Villaespesa Martín – como otros muchos poetas – merece estar entre los “Forjadores del Flamenco”.

Más de una vez me he preguntado: ¿Qué sintió Villaespesa ante el Cante Jondo?, ¿cómo pudo dejarnos escritos tan “flamenquísimos poemas”, que sirvieron de modelo para las generaciones posteriores? ¿Por qué se tiene postergado y casi sepultado en la cuneta del olvido a un hombre que necesariamente sintió el flamenco en sus propias carnes? ¿A qué se debe que la Flamencología no haya catalogado al “Cantor de la raza” como uno de los primeros que puso su “inspiración poética” para cantar lo que siente el más poeta natural, el pueblo andaluz? Tal vez la sobreabundancia lírica del poeta almeriense haya cubierto con grueso vuelo la exquisita y apropiada de sus “Cantares Flamencos”. Diego Sanjosé calificó a Villaespesa como “heredero único y forzoso” de Zorrilla. Pero Villaespesa – afirma Federico Mendizábal – siempre y más que nada español, es también el andaluz típico del cante, que por expresiva fuerza pasionera nos echa coplas que hablan del patíbulo, la reja, la navaja, los celos, el vino, la cárcel, la noche, la ronda, Dios, la vida futura… con plenitud española, cfr. Introducción y Notas a “Poesías Completas” de Francisco Villaespesa”. Editorial Aguilar, Madrid, 1954. Por citar algunos ejemplos, diremos que Manuel Machado, Lorca, Alberti, Rafael Montesinos, Rafael de León, Tomás Borrás, José Tejada, Julio Alfredo Egea, Sánchez Rodríguez, Antonio Murciano etc. hunden sus raíces flamencas en el almeriense de Laujar de Andarax.

Ahora bien, si el cante se define por los sentimientos naturales dichos en coplas o cantares, sin duda alguna en Villaespesa encontramos perfectamente definidas las ideas y sentimientos sobre la guitarra, la tristeza, el amor, los campesinos, la madre, las enfermedades, saetas, verdades naturales, cantares de ciego, toros, ferias, romerías, fiestas religiosas, supersticiones…Un compendio exacto y una radiografía muy fiel de todo el componente metafísico de la esencia del flamenco. Y de cada motivo ofrece el poeta varias composiciones. Sin embargo, donde más sobresale, según mi criterio, es en el campo de las Soleares y Seguiriyas. La estructura métrica, el pensamiento y el ritmo son perfectos. Se sabe que la vida de Villaespesa transcurrió en un ambiente muy poético, andaluz y flamenco, a pesar de haber quedado huérfano a los dos años de su existencia (1879). El estigma del dolor le acompañará a lo largo de toda su vida: “DE DOLOR HERIDOS / TEMBLARON MIS HUESOS; DOBLÉ MI CABEZA, SE NUBLÓ MI VISTA / Y LLORÉ UN MOMENTO” (Poesías Completas, pág. 78.), este poema, y otros más, lo dejé registrado por seguiriyas en el Lp “Flamenco tradicional”, acompañado por la guitarra de Manuel Cano (Málaga, 1978). Villaespesa fue un poeta excepcional en la forja y desarrollo del Arte Flamenco.