El espejo en que te miras


Opinión
Marcos Escánez Carrillo

Marcos Escánez Carrillo


Bicheando por internet me encontré hace unos días con un programa de radio 3 que hace El Niño de Elche. El programa se llama Extrañas heterodoxias y el episodio al que me refiero lo tituló Flamenco Experimental. Le indico el vínculo por si quieren escucharlo.
Flamenco Experimental

Antes de escribir este artículo he vuelto a escuchar el programa por si mi percepción de la primera escucha no obedece a un criterio objetivo. No está en mi ánimo polemizar sobre la estructura del programa, su planteamiento general o el personaje en sí, puesto que para mí, Niño de Elche es un artista interesante.

Pero sí que quiero poner encima de la mesa la intención, porque humildemente no me queda clara. La actitud de Niño de Elche es la de dar un paso atrás, subirse en un peldaño y querer posicionarse fuera del discurso general. Y sin embargo, arremete contra artistas y aficionados cuando habla de integrismo, reabre las polémicas históricas de payos y gitanos, que ya cansa, o tilda de paradójica la existencia del flamenco.

Entre otras cosas dice:

“… artistas clásicos que llegaron a no considerarse flamencos para la afición (Carmen Amaya, Chacón, Caracol, Mario Maya, Vicente Escudero, y hoy su legado y sus fieles se encuadran en posturas más que conservadoras”, y no es cierto.

También dice “Peñas llenas de clase media añorando ser señoritos”, y no entiendo las descalificaciones ni los insultos.

“Sobre grandes renovadores del flamenco y las aficiones que a éstos le siguen, así como las paradojas que envuelven a estas aficiones que llegan a pervertir el discurso del maestro o del dios para después establecer unos dogmas y unos cánones conservadores y estéticos ”, y esto ha sucedido en todas las disciplinas artísticas y no artísticas.

“Los llamados morentianos conservadores, como yo los llamo, se han convertido en la nueva plaga de lo políticamente correcto, deudores de la afinación más académica, de la idea de vanguardia ligada más a la vestimenta de vaqueros y trajes de Nochevieja más que a la atención de lo artístico”, y los morentianos son eso… morentianos, con vaqueros o con pantalones chinos…

Y añade sobre estos: “Son pertenecientes o proclaman, a partir de una mirada furtiva de la no escucha, de las posturas más radicales, de cómo han sido los que más han podido criticar y siguen criticando desde posturas tan banales como entender la belleza como una estética de lo pulcro”, y sigue con las descalificaciones hacia quien no piensa como él.

Y continúa : “Enrique Morente… se ha envuelto de una plaga de fieles integristas que solo repiten como cotorras sus temas más melódicos y comerciales, y que desoyen, denostan la llamada música experimental y radical que Enrique puso en valor en muchos de sus trabajos”, y con esto da por supuesto que el único que sabe de Morente y lo entendió perfectamente es él …

Y sigue con las descalificaciones al decir “El espíritu de este gran músico como de los anteriormente citados son nuestros faros y nada debería enturbiar sus legados a pesar de ser reclamados y defendidos por corazones grises”.

Cierra diciendo : “No sé si este es un programa homenaje a ellos, tal vez un programa vengativo, obsceno, por supuesto, ególatra tal vez, o simplemente crítico”, y pienso que este párrafo si que es un ejercicio introspectivo aunque no lo suficientemente profundo.

Hace referencia a Morton Feldman cuando decía que es posible tener gusto por lo viejo y lo moderno, pero nunca estar comprometido con los dos, y Niño de Elche se equivoca al esperar dicho compromiso del espectador o de quien disfruta el arte.

Pero que conste… Este programa no es obsceno, ni crítico. Puede tener algo de vengativo, pero sobre todo es ególatra, por querer hacer doctrina desde su propia posición sin hacer la más mínima concesión a quien no piensa como él. Está cometiendo los mismos errores que denuncia. Exactamente los mismos. Es curioso… En este programa (y lo hago extensivo a muchas de sus declaraciones en entrevistas) el enemigo de Niño de Elche no es el flamenco, el purista, el conservador o el clásico. Su verdadero enemigo es él mismo, porque después de tantas batallas como lleva en su carrera no ha sido capaz de extirpar esa queja de su discurso, y porque sus afirmaciones destilan intención de hacer daño. Lo importante no es lo que dice sino cómo lo dice, y no es cuestión de ser transgresor, disruptivo, provocador o antisistema… Es la falta de empatía o la falta de tolerancia lo que lo convierte en sospechoso. Es un juego perverso que nada aporta al flamenco, y mucho menos al arte.

Cuando escuché el programa por primera vez, escribí esto:

Del nacimiento a la fuente, de la fuente al agua…. Y del agua a la vida… De la vida, sin reservas… de la vida a la muerte, que es el perfecto complemento, los dos extremos que se tocan… sin apéndices, sin fisuras, sin reproches… hasta fundirse.

Igual que la mañana a la noche, el calor al frío, el amor al odio y la pasión a la desidia. Navegamos de un extremo al otro sin entender que estamos en la misma cosa, en el mismo concepto, en la misma esencia, con distintas intensidades.

Con los años, el flamenco te enseña el equilibrio para todos los extremos. Su excelsa extensión abraza todas las formas y respeta todas las medidas, te permite saltar de punta a punta con consciencia y la espera no existe, porque todo es disfrute.