El barbero y la guitarra


Libros
A.del Campo y R. Cáceres
Editorial Almuzara. 2013
Antonio Nieto Viso


HISTORIA CULTURAL DEL FLAMENCO
El barbero y la guitarra
Alberto del Campo Tejedor y Rafael Cáceres Feria
Editorial Almuzara. 2013





Resulta muy positivo para el arte flamenco, que el mundo universitario lleve muchos años investigando sobre esta música desde todos los ángulos de visión posibles, para así dar respuesta a los temas que cada día nos planteamos.

Editorial Almuzara, está apostando fuerte por estos trabajos flamencos en la parte escrita, lo que podemos comprobar en la ya larga lista de títulos publicados. El más reciente es esta Historia Cultural del Flamenco, que trata de los barberos y la guitarra, que ampliará el conocimiento de los lectores a lo largo de sus 542 páginas


Personalmente, felicito a los profesores de Antropología social don Alberto del Campo Tejedor, y don Rafael Cáceres Feria, que imparten su magisterio en la Universidad pablo de Olavide de Sevilla. Ambos docentes, han llevado a cabo esta tarea que completa todo lo referente a este mundo del barbero, que en parte también anduvieron en la medicina más rudimentaria de la época, así como de la música que precedió al incipiente flamenco.

Después de una pausada lectura cargada de interés por la enorme cantidad de información que contiene, voy a tratar de resumir para ustedes lo que a mi juicio es lo más interesante del libro del que recalco, que está perfectamente diseñado para una comprensión en general.

En la introducción, ya nos damos cuenta que es un tratado académico cuando nos dice que: La afición de los barberos a la música, especialmente por la guitarra, constituyó un arraigado estereotipo, al menos desde finales del siglo XVI. El instrumento en cuestión se convirtió de hecho en el utensilio y símbolo del gremio, como se comprueba por la referencia que Quevedo dedica a los barberos y sus guitarras en una obra satírica y festiva: Pregmática de Aranceles Generales (sic) (1615).

Dentro de lo citado, los autores avanzan adentrándose en el mundo del flamenco y desarrollando una práctica que en su opinión es en exceso especulativa. El flamenco parecía un terreno pantanoso, y sus orígenes, un totum revolution (sic) donde se entremezclaban sin aparente orden ni concierto lo contado por los viajeros románticos, cantaores míticos, sainetes y gitanos. Cuando se buscaban orígenes aún más profundos, aparecieron los moriscos, los judíos. El flamenco constituía un cajón de sastre donde todo cabía y nada encajaba. Se ha afirmado que es imposible conocer y explicar con certeza los orígenes aduciendo una etapa hermética insondable de esta música, que se había forjado en el interior de los hogares gitanos como una especie de religión mistérica. Tal es la visión extendida hasta que llega la obra de Ricardo Molina y Antonio Molina Mundos y Formas del Cante Flamenco en 1963.

Por supuesto, convenimos en que a partir de la publicación de este importante título, sin olvidar otros trabaos anteriores, comienza una brillante etapa en la flamencología que aportan nuevos conocimientos y el interés que ha dado lugar a nuevos aficionados, que aparte de escuchar, también quieren saber más al mismo tiempo que se interesan por la historia y gestación del cante con sus creadores o recreadores. Labor que afortunadamente está en pleno vigor, valga como ejemplo, lo expuesto en esta Historia Cultural del Flamenco, que estamos analizando.

El capítulo I, trata del barbero, arquetipo y realidad. Leemos que en 1596 Juan Carlos Amat (1572-1642) publicaba el primer tratado de guitarra española. Entre finales del siglo XVI y principios del XVII, la guitarra española relegó a la vihuela de seis órdenes, convirtiéndose en el instrumento típico de las clases populares, que utilizaban para acompañar sus canciones y bailes, mientras era despreciada por la mayoría de autores cultos.

No quiero pasar por alto, el dato muy interesante de que con la guitarra española vino asociada con esa particular manera de tocar, el rasgueado, que permitía a cualquier principiante acompañar canciones y romances.

El oficio de barbero en los siglos XVI y XVII en general, puede afirmarse que era un trabajo no demasiado considerado, que estaba muy extendido entre la población de ascendencia modesta, vinculada en gran medida a las prácticas médicas populares, que aparte de ejercer su oficio también practicaban sangrías, sacar muelas, dar puntos, entre otros menesteres, ya que entonces no había médicos como hoy, esta profesión se inicia en el siglo XVIII, que toman el relevo los titulados salidos de las facultades universitarias, para conseguir más información al respeto, será necesario recurrir a la historia de la medicina en España.

Referente a la guitarra de cinco órdenes se divulgó rápidamente entre las capas populares a lo largo del siglo XVI y siguiente. El estilo rasgado o rasgueado se utilizaba desde hacía décadas. Hemos de decir que se llama así, según podemos comprobamos cuando nos adentramos en este método para acompañar al flamenco.

Lo mismo que las ventas, las barberías fueron lugares no solo para ganarse la vida, sino también de recreo y de aprendizaje musical, y por donde pasaban personas de toda condición. Los guitarristas barberos eran requeridos para saraos, bodas, y demás acontecimientos festivos hasta principios del siglo XX. Teniendo en cuenta que el barbero es de los pocos oficios que requieren un cliente para ejercer su trabajo. Eran tocaores cortos que en los ratos libres aprovechaban para perfeccionar y ampliar conocimientos, que luego le generaban unas pesetillas para completar sus maltrechos bolsillos.

Tocar a lo barbero, era sinónimo de un estilo jaranero, festivo, populachero, luego asociado al rasgueado frente al punteado. Rasgar o rasguear, significa asimismo tocar la guitarra u otro instrumento arrastrando toda la mano por las cuerdas formando un sonido menos apacible que cuando se puntea. En definitiva, explican los autores de este libro, que el punteado y el rasgueado coexistieron en el siglo XVIII.

Lo más importante a mi juicio del libro, el núcleo central de toda la información está en el capítulo XX, que habla de la guitarra barbera y su posterior evolución a la flamenca con todas sus consecuencias.

Un breve trabajo de campo en las provincias occidentales llevado a cabo entre 2010 y 2011, nos muestra que numerosos guitarristas y cantaores se han iniciado en el flamenco de la mano de un barbero, o al menos en el contexto de una barbería. No es un hecho aislado en un período concreto a los inicios del flamenco, sino que llega hasta nuestros días. Tampoco aparece limitado a una localidad concreta, sino que se repite por toda la geografía flamenca.

Nos hablan de un conocido guitarrista como fue Francisco Díaz Fernández, más conocido como Paco el de Lucena, nacido en 1859, que aprendió sus primeros compases con un barbero de su pueblo. Cien años después, otro guitarrista, Daniel Navarro Cruz, artísticamente el Niño de Pura, que nació en 1966, se inicia como tocaor en la barbería de un barrio de Sevilla. No son casos puntuales, podemos rastrear el caso de otros profesionales como: Paco el Barbero y Manolo de Badajoz. Durante toda la segunda mitad del siglo XIX y hasta al menos los años sesenta y setenta el siglo XX, las barberías juegan un importante papel como cultivo de reuniones de flamencos; las barberías han podido ser academias de música.

Para ir preparando el final de lo que ha sido la lectura de este importante texto, nos centramos en el siglo XIX, en el que se gestará lo que hoy denominamos guitarra flamenca. Al igual que sucede con el cante, es imposible determinar con absoluta precisión cuales fueron sus inicios y quienes los primeros guitarristas de este género, no sólo porque el flamenco no nació por creación singular de ningún artista, sino porque la figura del tocaor en principio fue anónima.

Entre los primeros guitarristas flamencos encontramos a Francisco Sánchez Cantero, conocido como Paco el Barbero, y Paquirri el Guanté, valorado muy especialmente, lo mismo que Paco el de Lucena del que tenemos bastantes datos biográficos, y sobre sus actividades artísticas, sin olvidarnos de Francisco Rodríguez Navarro, nacido en Granada en 1795.

Como es lógico, el libro termina su andadura en el siglo XX, cuando el flamenco es una música plenamente profesionalizada, lo que provoca un cambio radical en los mecanismos de aprendizaje, que ha llevado a que la guitarra flamenca a la etapa más brillante de su historia.

El maestro Patiño es considerado fundador de la llamada escuela gaditana, en la que se incluye a Paco el Barbero, Juan Habichuela (no confundir con el Habichuela actual) y José Capinetti. Entre los seguidores de Paco el de Lucena, sobresalieron el Niño de Morón y Pepe Naranjo.

Evidentemente, son muchos más los temas a tratar, y guitarristas a enumerar, pero pienso que no debemos abusar del espacio, ni de la generosidad de los autores, por lo que me atrevo a sugerirles que se adentren en este interesante Historia Cultural del Flamenco, el barbero y la guitarra.