Desvaríos


Discos Flamencos
El Bola y Jorge Pardo
RTVE (2007)
Pablo San Nicasio Ramos


En marzo de 2007, el sello “RTVE Música” encargó a Jorge Pardo y Agustín Carbonell “El Bola” la grabación de un disco para su colección “Jazz en España”. Se juntaban dos músicos que conocían más que de sobra el nuevo concepto de flamenco-jazz. El primero por, entre otras muchas cosas, haberse recorrido el mundo poniendo melodías a la guitarra de “Paco de Lucía”. El segundo, guitarrista con dos discos flamencos en solitario y muchos años de “mestizaje” a sus espaldas, con especialización por cierto en los sones brasileños.

Buenas mimbres para un disco muy asequible a los oídos, quizá lo que se buscaba en dos músicos capaces de cosas más, si se quiere, complejas. Empero se trata de un álbum muy recomendable porque presenta composiciones originales, nada de versiones, de un metraje corto para ser jazz y suficientes detalles para no considerarlos fuera del flamenco. Verdadero híbrido, cuando menos.

Si en otras ocasiones no hemos dudado al no considerar flamenco un disco, en este caso no puede ser así. Rezuman jondura estos “Desvaríos”, no como cabría esperar si nos atenemos a la colección en la que se integran.

Es este flamenco-jazz (o viceversa) el formato que más está siendo explorado por los flamencos de nuevo cuño, nada nuevo. Práctica que sigue abriendo tantas posibles desviaciones y “subestilos” de hacer flamenco (y jazz) que quizá, mientras otras músicas no se impongan o se muestren a los oídos de los jondos, sea lo que toca. 

Con compás irregular de cinco por cuatro inician el disco. “Manos al aire” es un juego de progresiones a diferentes alturas melódicas de un esquema claro. El título viene muy a cuento. El inicio lo firmaría cualquier escena de cine con persecución policial. Técnica virtuosística al servicio del giro cadencial flamenco. El final queda abierto, parece que la pasma no les llega a coger. A otra cosa.

Precioso tema “5000 años”. Ellos lo califican como “árabe”. La introducción por rumba da pie a un re menor tenido, largo, tenso… que nos lleva al cuerpo central de este, reitero, gran número. De los que sonarán. Nuevamente es el grupo de músicos, así en lo sucesivo, el que lleva en volandas a estos dos fenómenos. Amén.

La rumba-songo “El Faro” posee una melodía de claro recorrido. El violín de José Gregorio Lovera y el piano de Sergio Ceballos tienen peso. Tanto que hasta parece injusto en algunos casos que solo vengan con letra pequeña. Vale que el protagonismo lo lleva sobre todo Jorge Pardo (en este tema y en otros, bastantes, “El Bola” se limita a un acompañamiento percusor y alguna falseta) pero también hay mucha música detrás. Este se añade a los números que uno encuadra dentro de los temas “radiables”. Van dos, por lo menos. El disco es de los que al final, hay que reconocerlo, tendrá un poco de todo: buena música y buen mercado.

Es en “Insomnio” donde aparece por primera vez el cante de Enrique Bermúdez “Piculabe”. Esto es flamenco ¿no? Aires camaroneros, no hay duda, en un tema con final abierto para nuevas improvisaciones que seguramente se den en el directo. Es lo que tiene el jazz y el flamenco, esa libertad que no se encuentra tan fácilmente en otras músicas. El peso lo sigue llevando Jorge Pardo. Ahora es el piano y la guitarra las que se reparten el cometido del acompañamiento al cante y al viento.

Peculiar título, “Pañí-H2O”, para proseguir por la senda flamenca. Estamos en pleno “Caño Roto” carabanchelero, en medio de una fiesta donde Las Grecas y alguno más parecen llamar a las puertas. Temazo pegadizo. Otro más. He perdido la cuenta porque no estoy seguro de que los que no incluí antes no lo fueran.

“Albatintín” abre nuevamente el abanico a la improvisación. Ahora con el saxo y la guitarra dando más pie al virtuosismo. Ojo a la técnica del guitarrista porque no es moco de pavo. El estribillo es claro, definido, y sirve de eje para repartir, esta vez sí, los pesos de la música entre los dos protagonistas.

Séptima parada para tocar “La Guitarra de mi abuela”. “El Bola” le ha dado al disco la mayor parte de los sones flamencos y la seguiriya que colocamos aquí no baja el nivel. Es más, lo sube. El flamenco más conspicuo podrá a pensar: “hay que ver lo que puede llegar a ser una seguiriya. Con todo lo que nos habían contado”. El toque se acelera por momentos y pasa a bulerías para, de repente volver a la seguiriya y dar paso al cante desnudo y a palo seco de “Piculabe”. Una de las cumbres del disco.

Jorge Pardo se explaya en un soberano solo. “Desvaríos Orbitales” es un prodigio de técnica. Este flautista tiene una capacidad de acento y fraseo que vale por tres instrumentistas juntos. Valga la expresión…Jorge se fuma las notas y saca un humo que llena la galaxia de sonido.

Los “Tangos del Rastro” los compone “Bola” a su madre. Madrileño barrio, flamenco, que pone al grupo a compás y que hace dialogar a todos sin dirección para nadie. Buen empaste.

Por tanguillos siguen los desvaríos, bastante acompasados, de la pareja. “Qué Movida” para Jorge Pardo, porque asume totalmente el mando de un tema con una melodía muy “cantabile”, de raíces seguramente populares.

Hay una granaína. “Vacíos”, que hace de solo guitarrístico para “Bola”. Lo mismo que antes lo tuvo Jorge Pardo, ahora vemos la nada desdeñable técnica del madrileño. Con un trémolo que vuelve a reivindicar flamencura y la musicalidad de este guitarrista. Algo que en otros números apenas se dejaba notar. Me explico.

En algunos momentos del disco llega a dar la sensación de que “El Bola” compone y participa en él, llevando buena parte del proyecto, claro. Pero dando mucho más peso a Jorge Pardo. Algo que puede no ser cierto. Realmente en ningún momento así se dice, pero es que la guitarra en sí misma, al lado de los instrumentos con los que se junta, tiene mucho que perder en sonoridad. Ese puede ser una de las mermas para este instrumento tal y como se piensan los “combos” flamencos actuales.

De ahí que sólo sea en puntuales falsetas o en temas completamente solistas, como este, donde se pueda verdaderamente percibir que aquí hay un guitarrista con entidad propia.

La zambra del final es como decir…”vale, nos han pedido que hagamos un disco para la colección Jazz en España pero nosotros después de meter todo tipo de toques a compás acabamos con una zambra, algo que no sale ni en los discos más puretas”. Pues ahí queda esa, “Zambra mora de Rafael”.

Queda recordar el grupo de músicos que, además de los citados, rematan un disco que puede llegar a ser todo un clásico en el futuro: Sergio Ceballos, además del piano lleva parte de la percusión, Paco Vega también a la percusión. Los contrabajos, por su parte, fueron de Juan Miguel Guzmán y José Miguel Garzón.

Disco donde la nómina de colaboradores como se puede comprobar es amplia y el empaste sin embargo está logrado. Todos como en el patio de su casa. Trabajo que refuerza aún más el nombre de Jorge Pardo en el panorama musical español y vuelve a colocar en una primera fila a “El Bola”, músico hasta hace no mucho autoexiliado de España que no sonaba tanto en los carteles.

De lo mejor que se ha hecho en ese cajón de sastre que llaman fusión.