Cuchichí


Discos Flamencos
Enrique de Melchor
Fonomusic (1992)
Carlos Ledermann


Siendo Enrique Jiménez (Marchena, 1951), conocido con el nombre artístico de Enrique de Melchor, uno de los grandes guitarristas flamencos de su generación, que es la de nombres como Niño Miguel y los un poco mayores “Serranito”, Manolo Sanlúcar, Pepe Habichuela y Paco “El Grande”, entre otros, nunca nos ha quedado claro el motivo por el que, teniendo los méritos para ello, no hizo una carrera de solista como la que desarrollaron los demás nombrados, excepción hecha del Niño Miguel, por razones de todos conocidas.

Técnicamente, ha sido un dotado desde su juventud temprana, cuando ya tocaba la guitarra mejor que su ilustre padre. Musicalmente, siempre ha tenido buenas ideas. Quizás no ha sido extremadamente original en el desarrollo de ellas, pero de que han sido muy buenas, no cabe la menor duda. Ha recorrido mucho mundo tocando sus “Conde” y ha acompañado a tantos cantaores, en directo y en disco, que posiblemente ya ni él mismo los recuerde a todos. De cuando en cuando ha formado agrupaciones para actuar en concierto, pero no ha mantenido esa línea y ahí es donde queda el espacio para el signo de interrogación.

Este mes, el último del 2006, comentaremos su disco “Cuchichí”, aparecido en 1992.

El álbum se abre con una rumba que es la que aporta el título al disco: “Cuchichí”.
El bajo eléctrico de Antonio Ramos, absolutamente subsidiario del estilo Benavent, y las percusiones en congas y dan la entrada a un estribillo simple, de armonías sencillas y acordes claros. Alguna modulación interesante otorga mayor atractivo a esta pieza, entendiendo que por rumba nunca es muy largo el resultado esperable y que estos temas casi siempre se hacen en torno a un estribillo muy pegajoso, pensando en la radio y que ojala los auditores los pidan hasta quedar entre algo así como “los 40 principales”, porque si eso se logra, el disco se vende.

En el segundo corte, aparece la bulería “De mi Fuente” que comienza con una atractiva línea melódica “a cuerda pelá” para dar entrada a la voz de José Mercé sobre las palmas y la guitarra tapada. Luego prosigue uno de los fraseos característicos de Enrique de Melchor, consistentes en exponer una idea rítmica en dos tonalidades diferentes o, en su defecto, repetir una idea melódica variando en la segunda el final de la primera. De cualquier forma, el de Melchor es un compositor intrínsecamente melódico, y estamos hablando de unas bulerías de 1992, cuando ya un gran número de guitarristas estaban transitando preferentemente (y a veces obsesivamente) por el camino de la armonía como elemento principal.

El final se anuncia con la repetición de esa línea melódica con que había empezado y unos “ayes” de José Mercé, cuya intervención en este tema nos parece un poco pobre para las posibilidades que la participación de semejante cantaor ofrecía.

Los fandangos de Huelva “Aguardiente” asoman con el canto de las flautas de Juan Parrilla. El entramado sonoro de estos fandangos es muy interesante y el tratamiento de los acompañantes es de corte semi orquestal, en el sentido de que de pronto dejan a la guitarra en solitario, para reaparecer luego en un lenguaje que recuerda trabajos de Manolo Sanlúcar a comienzos de los ’80, como “Azahares” o “Al Viento”. Un tema liviano y alegre que no pretende ser ninguna cátedra de fandangos y aporta una cuota de frescura (¿brisa marina?).

“Vivencias” es el título de la taranta, que comienza con un arpegio de gran belleza que luego se cierra con el característico ligado Fa#-Sol-Fa#-Mi-Fa# de la sexta cuerda. Respecto a este tema, nos permitiremos una reflexión: a veces uno debe aceptar convivir con la sensación de desconcierto que ciertas similitudes producen, cuando se entiende que la mutua influencia entre los artistas de flamenco, del cante, del toque y del baile, puede llegar a convertirse en un extraño duendecillo que traiciona la veracidad de lo que jubilosamente se cree “recién parido” y puede que estemos garrafalmente equivocados, pero aquí nos parece olfatear algo del estilo del “Callejón de la Luna” que Vicente Amigo había publicado un año antes en su primer disco. No estamos hablando de copias ni nada parecido, sino de influencias casi a nivel de inconsciente que hacen que cualquier día alguien cree haber compuesto una falseta estupenda, hasta que un tercero se la escucha y le dice de quién es la idea y en qué disco está ¿a ti no te ha sucedido nunca? ¿estás seguro?

No hay muchas cosas nuevas en esta taranta. Bonita, sin duda, pero suena a algo ya escuchado. Y sobre esto, recordando una expresión propia de un admirado amigo que escribe en otro sitio web, diremos que “en todo caso, esto es solo una opinión personal”.

Tenemos la sensación de que esta “bulería de taranta” titulada “La Dehesa” ya la había grabado Enrique de Melchor varios años antes en otro disco. Sin la flauta de Parrilla, claro, pero el mismo tema en definitiva. La composición es pegajosa y agradable de escuchar, pero nos sigue pareciendo una reposición ¿puede alguien sacarnos del error?

“Desnudando el Alma” es una rondeña de atractiva factura, pero entre los múltiples colores que hay en esta pieza, aparecen con cierta nitidez unas cuantas pinceladas que nos recuerdan, inevitablemente, a otra rondeña: “Doblan Campanas”, de Paco de Lucía, grabada por éste veinte años antes en su disco “El Duende Flamenco de…”. Es un asunto de intenciones, tipos de modulaciones y recursos expresivos. La aparición de una orquesta de cuerdas un tanto simulada en el trémolo, no parece aportar nada que la guitarra no estuviera ya diciendo por sí sola y con plena solvencia. Dicho de otro modo, el recurso no era en absoluto necesario. El final es de aire abandolao como casi siempre lo ha hecho Enrique de Melchor y nuevamente aparecen aquí los condimentos de esas cuerdas, ahora con pizzicatos graciosos que remachan los acentos a contratiempo.

Las sevillanas “Babucha” nos parecen el tema más interesante del disco por su sonoridad, por el uso de un laud muy atractivo, por la ausencia de la característica introducción rasgueada, por los tercios modulantes y los elementos melódicos interesantísimos. Hoy es raro que un guitarrista incluya sevillanas en sus discos, parece que no fueran bien miradas como toque de concierto y que como material de grabación no tuvieran mayor prestigio fuera de la feria y el Rocío, pero esta “Babucha” demuestra lo contrario: originalidad, modernidad, audacia armónica, movilidad rítmica e interés musical. Tal vez lo mejor de este disco, mira tú…

Se cierra el trabajo con el tanguillo “Al Aire tu Pelo”. Ya asumido el formato impuesto por “El Grande” en “Casilda” del disco “Siroco”, sería interesante saber quién o quienes pusieron las voces, pero en el disco no está ese dato. Grave omisión, porque esas voces aportan un grato color, por demás muy flamenco.

El tempo de este tanguillo es más bien rápido pero intenso, con ideas muy bonitas y alguna modulación sorprendente. Un tema inquieto, casi ansioso en el que de pronto surgen ciertos aires jazzeros de atractiva calidez. Junto con las sevillanas, lo mejor de “Cuchichí”.

Enrique de Melchor sigue siendo uno de los grandes tocaores flamencos de las últimas tres décadas. De sintaxis directa y sencilla, no cae en remilgos ni pretende ser sofisticado ni demasiado profundo: hace lo que sabe hacer y lo hace muy bien. Este disco, como cualquiera de los otros que ha grabado como solista, puede gustar más o menos, eso depende de las preferencias de cada cual, pero tiene su sello y su estilo y eso se agradece y se reconoce. Sabemos que actualmente es muy difícil encontrar este disco y hacemos votos por su pronta reposición en los escaparates.