Charlas con Flores el Gaditano


Libros
Juan Rondón Rodríguez
J.Rondón Rodríguez, 2003
Marcos Escánez Carrillo


Contar la vida de Flores el Gaditano no debe ser sencillo, aunque sólo sea por la longevidad de este personaje, pero la cosa se complica aún más si la verdadera pretensión es conseguir un acercamiento a la figura, al artista y más aún, a la persona. El reto que asume Juan Rondón, por tanto, es harto difícil y justo es reconocerlo.

Justo es también, tomándome las licencias que nadie me otorga, el dar fe de que lo ha conseguido muy fielmente. Y lo digo pese a no conocer a Florencio Ruiz Lara personalmente, que curiosidad no me falta después de tan emocionante lectura. La profesionalidad de Juan Rondón le aleja en toda la obra de cualquier tipo de protagonismo. El escrupuloso aseptismo de su intervención da la impresión de limitarse a ordenar con asombrosa maestría todos los elementos que utiliza para conseguir su propósito.

En cada capítulo se trata una etapa de la vida de Flores, unas veces presentan aspectos de su personalidad, otros simplemente vivencias que de una u otra forma han constituido hitos fundamentales en su trayectoria artística. Las herramientas de acercamiento que se utilizan no pueden ser más propicias: el testimonio del propio protagonista, con sus expresiones, sus opiniones y su propia filosofía ante la vida.

Se termina cada capítulo con una serie de anécdotas graciosas, que como indica Flores, son producto de la imaginación en unos casos, de la observación en otras y de las ganas de vivir siempre.

Aunque podría echarse de menos algún testimonio de otros personajes y conocidos de Florencio, hay que señalar lo bien que se ha recogido la personalidad de este polifacético artista. Con sus contradicciones, sus miedos, sus desengaños, sus recelos, sus amigos y sus enemigos. Su chulesca actitud obedece a la idiosincrasia flamenca de una época ya pasada, a la que él pertenece por generación y porque simplemente es la que le tocó vivir. Una época marcada por el “pique” entre artistas. Aspecto que tradicionalmente se ha tratado de evitar en la medida de lo posible y que realmente es la fuente de multitud de anécdotas y piedra angular del cante flamenco de ese tiempo.

Desde la libertad de expresión y la sinceridad que aporta la edad, Flores nos obsequia con estas y otras experiencias profesionales.

Flores el Gaditano es uno de esos misteriosos personajes que hubiera vivido del arte en las más siniestras circunstancias. Si hubiera nacido en el Polo Norte, habría sido escultor de bustos de hielo, y hubiera enseñado a los pingüinos a apreciarlo. Escritor de poesía, novela, artículos y ensayos, cantaor, compositor, humorista, promotor artístico, son algunas de las bondades artísticas de este octogenario mito, lo más parecido al Davinci de la España de los 50.

La trascendencia de Flores en la historia del flamenco es mucho más importante por su propio testimonio que por sus registros sonoros. Y es que si estos son de bastante calidad, su testimonio es el fiel reflejo del espíritu flamenco. En este sentido, no todos los artistas han tenido la posibilidad, ni la preparación para saber transmitir la verdadera esencia de la filosofía flamenca.

El libro termina con la aportación de un buen número de fotografías del artista en sus mejores momentos y acompañado de los mitos más emblemáticos del flamenco, así como de la relación de producciones literarias y discográficas del artista, en aras de facilitar en este punto un verdadero y exhaustivo conocimiento de la obra de Flores el Gaditano, y por tanto, de su verdadera dimensión artística.

Es en este tipo de obras donde se justifica el recientemente aparecido formato “Discolibro”, ya que para aquellos que no han tenido la oportunidad de escuchar a Flores, el libro incluye un Cd con un buen puñado de registros sonoros, unos antiguos, otros más modernos, unos en directo, otros en estudio, unos flamencos, otros menos flamencos, unos bien grabados, otros mal grabados, unos con guitarra, otros con orquesta; pero que en definitiva, nos aportan un exacto conocimiento de este cantaor, que presenta desde su profunda admiración por Gardel hasta su sobresaliente temple por seguiriyas.

¡Qué bonita es mi niña! en la voz de los Gaditanos es quizá la única ausencia imperdonable, ya que es uno de los baluartes del algecireño, pero seguramente la grabación es tan antigua que no da los mínimos de calidad necesarios para un disco actual.

Un libro, sin lugar a dudas, que consigue emocionar al lector, sobre todo en la primera parte, y en el que se puede aprender mucho si se sabe leer entre líneas sobre lo que es y ha sido el flamenco y su esencia.