Cartas de Ricardo Molina a Anselmo...


Libros
Ricardo Molina
Edics. la Posada, 2004
Marcos Escánez Carrillo


Cartas de Ricardo Molina a Anselmo González Climent


Tanto se ha hablado, estudiado, analizado, tergiversado, cubileteado, trasegado y sentenciado sobre el papel histórico -y por tanto su trascendencia- de Ricardo Molina y Antonio Mairena y su libro “Mundo y forma del cante flamenco”, que he dudado seriamente sobre la conveniencia de fajarme con este importantísimo libro que intentaré reseñar, y que desde mi punto de vista aporta luz a tanta controversia y oscurantismo.

El libro tendría suficiente interés simplemente con las cartas de Ricardo Molina a González Climent, pero el prólogo de Agustín Gómez, la introducción de Ramón Porras y José Luis Buendía, y las notas de pie de página de Ramón Porras -éstas sin duda, de lo más sustancioso- ayudarán al lector a situarse y a entender la correspondencia epistolar en el contexto social e histórico en el que transcurrió.

Son varias las vertientes desde las que esta obra despierta el interés del aficionado: Primero, por la importancia de los perfiles de los propios personajes, conocidos en todo el orbe flamenco, y la relación que entre ellos mantienen; segundo, por la evolución de ambos dentro del flamenco, su aprendizaje, sus vivencias, sus trabajos; y por último, por la historia del Concurso Nacional de Córdoba y por ende, la entrega de la 3ª Llave de Oro del Cante.

De todo esto se ha hablado y se ha tratado convenientemente en diversos estudios, objetivos unos y sectareos otros, pero seguramente el quid de la cuestión lo encontraríamos en un estudio psicológico de Ricardo Molina a partir de estas cartas.

Lo que sí parece incuestionable es la honestidad y la objetividad de la que hace gala Anselmo González Climent; objetividad que sólo pierde por mor de su envidiable humildad y su desmedida bondad. Tal es así, que disculpa a Molina de haber enmascarado la entrega de la llave de oro a Mairena en una especie de pantomima de títeres, indicando que “actuaba al dictado de su incontrolada pasión”. Parece ser que R.M. propuso al alcalde de Córdoba sustituir el concurso por la entrega directa de la 3ª llave de oro al mencionado artista y el alcalde se negó, lo que obligó al poeta a “flexibilizar las bases”. Aún así, la sesión del jurado tuvo un sospechoso desarrollo. Claro que esta información no es una confesión extractada de las cartas de Ricardo que tan escrupulosamente conservó Anselmo, por lo que debemos suponer que de haberlo sabido éste, tal disculpa no hubiera tenido lugar.

Esto, que forma parte de nuestra historia, es la punta del iceberg de lo que ha estado sucediendo en multitud de concursos y certámenes. Escandalizarnos sería hipócrita a estas alturas, pero no reflexionar y no establecer parámetros de medida para el futuro, sería irresponsable.

Sigamos con Ricardo. Al principio fue Fosforito quien acaparaba la mirada atenta de R.M. Curiosamente se presenta y gana todas las modalidades del Concurso de Molina. Posteriormente es Mairena quien consigue atraer su atención. Para él estaba reservado el máximo galardón, la llave de oro. En su correspondencia queda patente que su relación con artistas flamencos queda circunscrita básicamente a estos dos artistas. Luego cualquiera podría pensar que era la proximidad con el artista lo que verdaderamente producía una profunda influencia.

Y esta influencia es de tal calado, que no duda en menospreciar la figura de D. Antonio Chacón habiendo escuchado sólo unos caracoles y unas granaínas. Aquí se estaba fraguando lo que vendría después, que no es ni más ni menos que la exaltación de todos los cantaores gitanos, independientemente de su estética, frente a los cantaores gachís o mal llamados payos. Y todo bajo la bandera de la recuperación de la pureza frente al “operismo” imperante, que aun pudiendo ser cierto, posiciones radicales nunca han resultado ser una solución adecuada.

Al meditar sobre los cambios de criterio, las exclusiones sistemáticas, las manipulaciones de R.M., frente a la objetividad, la constancia y la responsabilidad del argentino A.G.C. nos hace pensar que éste último era un verdadero investigador, un flamencólogo, mientras que el primero era un advenedizo, una marioneta en manos de Mairena y Talega, un indocumentado con poder...

Curioso y loable es que todo lo que hizo este escritor haya tenido vigencia a lo largo del tiempo. No cabe duda que R.M. fue el impulsor fundamental de un Concurso que en ese momento se instituyó como el más importante de España y que hoy sigue vigente como uno de los más importantes. La Unión le quitó la hegemonía absoluta. Sus libros sobre flamenco han marcado una estética concreta como la única válida durante más de 25 años. La investigación acabó demostrando que la información era sesgada o incierta. En su dogma revitalizó con estruendosa vehemencia la hipótesis de erigir al gitano como artífice único y creador supremo del cante entendido como puro (soleá, seguiriya y martinete), y al gachí como creador de los estilos de levante (taranta, malagueña y granaína). Esto, hoy día sigue siendo un debate oficioso y no sabemos cuándo se planteará como oficial.

Conste que esto no es una reseña del libro que recomiendo encarecidamente, sino más bien un comentario que me ha provocado la contraposición de dos hechos aparentemente distantes entre sí y que tienen un punto de conexión. No es animadversión contra R.M. y su obra lo que me mueve a escribir esto, sino una debida labor en pro de la objetividad y del rigor que es tan necesario en la investigación sobre el flamenco, y el hecho de que nunca me ha gustado dejarme llevar por clichés establecidos sino por hechos comprobados.