Conferencia
Pepe Pinto. El nonplu de la Bulería por Soleá
José Torres Garzón, Pepe Pinto para el arte, fue esposo de La Niña de los Peines y cuñado de Tomás Pavón, gitanos ambos; en 2003 se cumplió sin resonancia el centenario de su nacimiento sevillano y macareno. Indudable discípulo de ambos, y obseso por la protección del arte de sus parientes calés, este payo procuró cantar flamenco lo más «gitano» posible. Y exaltó de tal modo el gitanismo, que su pasión sirvió de base a la ulterior construcción politizada de los años 70, cuando él ya no estaba para corregir desvaríos. Cantando desde niño, y discípulo de Tomás (que siempre quiso montar su Academia de Cante, sin lograrlo), gran letrista, rapsoda, cultivador infatigable de su arte hasta la muerte, El Pinto fue un cantaor generalísimo. Además de ser eminente por soleares, seguiriyas, tientos, saetas y martinetes, malagueñas y tarantas, tangos y bulerías festeros, le metió mano con fortuna (en juergas y en teatro) a las guajiras, las peteneras, las cantiñas, la zambra, la caña, etc. Y de todo ello queda constancia grabada. Como hombre de la época de Pepe Marchena, El Pinto cultivó el fandango, en el que se inició con su coetáneo El Carbonerillo; eso no sólo significa que cantó la mayor parte del repertorio ajeno, sino que fue un creador de numerosos modelos, entre los que se cuentan algunas de las más audaces y prodigiosas invenciones. Rey del fandango de El Almendro, entre los propios son inmortales el «encadenado» y el «tríptico»; hay que añadir que supo hacer prodigiosamente también los de Huelva, las rondeñas de Córdoba y Málaga, y el dificilísimo y muy exclusivo fandango por soleá. Pero Pepe Pinto (este “caracol dominguero”, como estúpidamente lo definió el argentino González Climent) es, ante todo, en la historia del arte flamenco el Non Plvs Vltra («nonplu» en la jerga del género) de la Bulería por Soleá, el más selectivo, riguroso y refinado de todos los palos flamencos, feliz cruce de soleá y seguiriya. La burda ignorancia presenta ahora la soleá por bulerías o la soleá-bulería —título que no obliga a dar el arte ni de la una ni de la otra—. La solera de los Pavon alcanza en José Torres Garzón, las cimas de este palo cimero: por ellas solamente, sin otros méritos que tuviera, merece la gloria que tantos le niegan.
Romualdo Molina