UN ESPECTÁCULO FALLIDO


Opinión
José Cenizo Jiménez


Espectáculo “Oh vida!”,
de Esperanza Fernández y Gonzalo Rubalcaba.

Cante y canción: Esperanza Fernández.

Piano: Gonzalo Rubalcaba.
Bajo: José Manuel “Popo”.
Percusión: Jorge Pérez “El Cubano” y Javier Teruel.
Guitarra flamenca: Miguel Ángel Cortés.
Coros y palmas: Los Makarines y Dani Bonilla.

Artistas invitados: Arcángel (cante) y Juan de Juan (baile).

Teatro de la Maestranza,

Sevilla, 16 de septiembre de 2016.



Vaya por delante el reconocimiento y la admiración por la carrera, como cantaora de flamenco, de Esperanza Fernández, clásica y actual, dueña de un registro variado y una inquietud artística elevada. Pero este espectáculo, “Oh vida!”, en una palabra, es un espectáculo fallido en su planteamiento. Como recordó una persona maleducada del público, voz en grito, se presentaba en una Bienal de Flamenco, y no de boleros o de canciones. Por cierto, cómo no amar los boleros y los sones cubanos. Pero cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa.

No encajaba un recital con estas características en una Bienal de Flamenco, y no siempre, dicho sea de paso, eran magistrales las interpretaciones de canciones que cubrieron sobre todo la primera parte. Un famoso crítico de flamenco de Sevilla se marchó antes de la mitad del recital, otro crítico que estaba a mi lado decía “No le van a dar na mañana…”, y le dieron, y, de veras, entre lo que estaba viendo y el citado maleducado de la queja pocas veces lo he pasado tan mal en un espectáculo… de flamenco. La dirección de la Bienal debe cuidar estos… detalles. En otras ocasiones, como la obra de Mayte Martín sobre Manuel Alcántara, tampoco había casi nada de flamenco, pero al menos el resultado final era más redondo. Aquí el flamenco, más presente hacia el final, parece estar metido como para justificar la presencia en una Bienal… de flamenco.

Además se pretendió ofrecer un homenaje a dos ídolos: uno de la canción cubana, Beny Moré, con el maestro Gonzalo Rubalcaba el piano, y otro del flamenco, Caracol. No encajaba la cosa, como que no. En el popurrí de zambras la presencia de Arcángel, como artista invitado, fue un revulsivo, pues estuvo por encima de la cantaora. Otro artista invitado, el bailaor Juan de Juan, eléctrico y agilísimo, amenizó la noche, aunque su baile nos resultó excesivo, histriónico, exagerado en los movimientos, con más ruido que nueces. Por cierto, ya que Rubalcaba tuvo su solo, quizá podría haber aprovechado la presencia de Miguel Ángel Cortés para otro solo de guitarra pues hubiera adornado de calidad flamenca la noche.

No obstante, después de la queja del maleducado, Esperanza, la cantaora, la grande, dijo “aquí estoy yo” y “ahora verás” y cantó con fuerza por martinetes. Pero el daño ya estaba hecho, el espectáculo, como decíamos, en su conjunto, como idea, es, al menos para una Bienal de flamenco, una temeridad, un desacierto. La próximo vez que quiera hacer un homenaje a Caracol, tal vez le bastará incluso con una guitarra y su gran voz, y nos dejará atónitos a todos. Otra vez será. Pero lo de “Oh vida!” había que decirlo: cuando se tiene la grandeza hay que servirla a cada paso y los espectáculos hay que modelarlos conforme al marco en que se ofrecen.