Pablo de Málaga


Discos Flamencos
Enrique Morente
El Caimán (2008)
Marcos Escánez Carrillo


Cada vez que el Maestro Enrique Morente presenta un disco nuevo, los medios de comunicación nacionales se revolucionan, la entrevista al protagonista es el trofeo de cualquier periodista que se precie, y las radios de todo el mundo reclaman material promocional para obsequiar a sus oyentes. Yo sé muy bien lo que digo, porque me jacto de tener el honor de ser el webmaster de la página personal del Maestro y por tanto, soy yo quien recibe todos los mensajes que le envían.

Con este disco, en cambio, no se puede decir que haya sido así. El Maestro hizo descansar la promoción en una empresa que demostró no saber lo que tenía entre las manos y el sello discográfico no ha sido capaz de dimensionar correctamente su difusión.

El resultado final es que estamos ante el trabajo discográfico de Enrique Morente que menos éxito ha tenido debido a lo comentado y a otras circunstancias que iremos exponiendo a lo largo de este texto.

En cualquier caso, la línea de trabajo iniciada por Morente en el ámbito discográfico obedece a cánones absolutamente innovadores, muy especialmente desde su “Pequeño reloj”; donde todo tiene sentido, pero el proceso es muy parecido al de un proyecto de ingeniería en que se construyen piezas a partir de pequeñas cosas. Por eso, un disco como este, tan alejado de las formas de trabajo tradicionales del flamenco, no puede ser valorado sin el prisma de la modernidad y la vanguardia. Quizás, más adelante, quizá hagan falta años, el aficionado de a pie entenderá qué estaba sucediendo en una mente tan creativa y estriada como la de Enrique. Esto no debe sorprendernos puesto que en la trayectoria de este artista, esta situación se ha dado anteriormente en varias ocasiones.

Desde que se inaugurara el Museo Pablo Picasso de Málaga, la idea constituía un reto atractivo e inusual. Pintar a Picasso con música era un alarde, una aventura de locos, un ejercicio de creatividad donde por primera vez podía resultar más fácil el cómo decirlo que el qué decir. Pero Pablo se pintó a sí mismo en un montón de poemas de cuya existencia se sabía muy poco hasta ahora. Posteriormente fueron editados por Plataforma Editorial, con el título “Poemas en prosa”; un título apropiado para poemas sin rima ni estructura. Y es que a pesar de ser escritos por Picasso, los poemas tienen muy poco valor literario aunque su valor documental sea indiscutible. Un genio pintor no tiene por qué ser un genio escritor. El mismo Cervantes, que escribió la novela más universal de la historia, era un mediocre poeta…

Pero Enrique Morente es un hombre de arte y valora todas las manifestaciones artísticas, muy especialmente la pintura. Le ha costado muy poco implicarse en el proyecto cuyo objetivo principal es hacer un homenaje permanente a un artista al que admira con sinceridad, a pesar de estar inmerso en cien batallas diferentes.

Este “Pablo de Málaga” que el Maestro nos presenta es un disco mucho más medido de lo que puede parecer si estudiamos los distintos aspectos que definieron la vida y el carácter de Picasso: Málaga, la postguerra, el exilio, Francia, el surrealismo, el flamenco…

Empieza el disco con el plato fuerte si el Gernica así se considera en la obra del pintor. En este caso, Gern-Irak es una visión actualizada del sinsentido atemporal que implica cualquier guerra. Una especie de hecatombe por seguiriyas que desemboca en un debacle absoluto donde todo es un ruido ensordecedor, para terminar en una seguiriya dolorosa y lejana. Esta obra para la que Josele ha hecho los arreglos de guitarra, siempre tan interesante, siempre tan acertado, es la mejor ilustración de un Morente que persigue jugar con las dimensiones a través del sonido en la búsqueda de sensaciones tan gráficas como la cercanía o la lejanía, la luz y la sombra, el orden y el caos…

Los tangos griegos, utilizando el grupo de laúdes y bandurrias del Albaicín con el que ya tuvo relación para el disco de Estrella Morente titulado “Mujeres”, son unos tientos con ritmo azambrado, con letra de Rafael Inglada, una de las personas que le han facilitado el conocimiento sobre Pablo Picasso, y con la guitarra del Maestro Pepe Habichuela, flamenquísimo en estas lides.

El Autorretrato es uno de los temas que construyó para la inauguración del Museo Pablo Picasso de Málaga, donde el pintor se autodefine; y se hace acompañar de la guitarra de Rafael Riqueni, breve y certero, pero sin pausa, la guitarra de Miguel Ochando irrumpe por trepidante soleá para un par de letras urgentes sobre sus aficiones terrenales.

Otro de los temas rescatados es “Borrachuelo con aguardiente”, con coro familiar y la guitarra de Miguel Ochando. Una bulería vertiginosa de vigorosa energía en la que Enrique canta de bien para arriba.

La Malagueña de la campana, armonizada por el Paquete, es un ejercicio de musitar poemas sin forma ni rima. Una malagueña con tintes levantinos, y con una guitarra fría y falta de tensión.

Con “Compases y silencios” entra de lleno en el movimiento surrealista. Para ello utiliza un formato musical parecido al del universal disco Omega aunque con un sonido absolutamente distinto. Tras dos preciosas letras por soleá, con la guitarra de Rafael Riqueni, campanas de Llorens Barber y la batería de Eric Jiménez, de los Lagartija, consigue una obra increíble, que parece ir contra el sentido común de la ley de la música, pero que al escucharlo con detenimiento, podemos comprobar que las subidas aparentemente amorfas de la parte central, aunque independientes del resto de la composición, tienen su propia estructura, llegando en cada tercio a ámbitos más altos de la misma nota. Según se indica en el libreto, esta parte representó la Muestra de Arte Contemporáneo de la Huerta de San Vicente dirigida por Hans Ulrich en 2008.

Y para Málaga, malagueña y verdiales, con la guitarra de un extraordinario Miguel Ochando. Se inicia con preciosista delicadeza desde los primeros compases de la sonanta, con voces livianas que dibujan melodías, para abordar una malagueña de Chacón como sólo Morente sabe decir, y confluye en un espectacular cante abandolao donde toma cuerpo la voz de su hija Estrella y una panda de verdiales. Un sonido bañado en el sabor más malagueño y refinado que se puede concebir en este palo.

La “Soleá de los Números” empieza con una toná para continuar con un cante en compás de soleá; otro ejercicio, otro alarde de musitar letras difíciles. Ahora, con la guitarra de Josemi Carmona, el bajo de Maca y el baile de Juan Andrés Maya e Iván Vargas.

Con “Pan tostao” Enrique construye una bulería para la que elige la joven guitarra del nieto de Juan Habichuela, que repite nombre artístico y que en el 2008 ya apuntaba formas que está consolidando en el 2009, también de la mano del Maestro del Albaicín. Hace gala en esta bulería de un estribillo con estructura de cierre, muy de Morente, y que repite como si de una obsesión se tratara hasta dejarlo instalado como soniquete en el oidor.

El siguiente corte es una canción, un soneto de Luis de Góngora con la Orquesta Chékara de Tetuán, guitarra de David Cerreduela y arreglos de Paco Crespo. Y engarza con otra obsesión cantada titulada “Angustia de mensaje”, cuya autoría no aparece en los créditos, pero que intuyo es del Maestro, para el que el teléfono representa una agresión en determinados momentos de creatividad. Pero ojo, porque lo que puede parecer una broma, forma parte de esa obra de ingeniería a la que hacía referencia anteriormente. Este original tema sorprende cada vez que se escucha al descubrir nuevos sonidos, nuevos detalles, siempre importantes, que resultan ser guiños del silencio.

Y la despedida en el corte trece con el título “Adiós, Málaga”, con la misma composición que el corte anterior. Una bella canción escrita y compuesta por Enrique Morente; la mejor culminación de un extraordinario homenaje…

En estos dos últimos cortes se despega Soleá Morente como una maravillosa voz por descubrir y la incorporación significativa de elementos electrónicos que seguro serán fuente de investigaciones futuras para próximas entregas discográficas.

El Maestro, como siempre, genial. Un genio que homenajea a otro genio. Y así, necesitaremos años para entender un disco que de seguro, acabará siendo un clásico.