El segundo disco de Rosario la Tremendita es mucho más personal que el primero, y también más arriesgado. Ha llovido mucho desde que esta cantaora ganaba un premio en el concurso nacional de Córdoba cantando soleá por bulerías, y finalmente se ha destapado como una artista de claro perfil creativo. Nada habitual en el género femenino actual. Seguramente la mujer más creativa del flamenco joven, que no sólo confecciona sus propias letras, sino que además a partir de ellas construye sus músicas y por si esto fuera poco, con autoría perfectamente identificable. Ya hemos podido encontrarnos con alguna composición de la tremendita en discos de otras compañeras, y sin leer los créditos pudimos asociar el sonido a su nombre sin errar.
Mientras que en seguiriyas se autolimita al corsé del cante clásico, resuelve su inquietud en tangos, rumbas, malagueñas, tonás, alegrías, tientos, bulerías o granaínas, haciendo surco en el lienzo del pentagrama flamenco, libre de claves flamencas, y aún así, nadie dudará de su flamencura.
La acompañan Salvador Gutierrez y Juan Requena en la guitarra, Manuel Nito en el bajo, Manuel Pájaro en la percusión, Ramón Porrina al cajón, Antonio Coronel en la batería y Rafael Pipio con la guitarra eléctrica.
Rosario está en un camino difícil, el de su verdad creativa, y este no es camino que se elija. Más bien, obedece a una necesidad vital, un viaje sin retorno al que el verdadero artista se ve abocado. Ya se ha dibujado, y ahora sólo le queda seguir creciendo. Un nombre perfecto para un disco que viene a vaticinar una trayectoria, la de una creadora inquieta y exigente. Y además, canta extraordinariamente bien.