Calle del amor


Discos Flamencos
Manuel Cuevas
Exit Records, 2010
Marcos Escánez Carrillo


Manuel Cuevas saltó al panorama profesional cuando se hizo con el máximo galardón del Festival de Cante de las Minas, aunque su trayectoria empezó muchísimo antes. Este “Calle del amor” es su quinto trabajo discográfico, y en él se aprecia una clara intencionalidad de llegar a un público abierto, ya que ha plasmado sus formas cantaoras sobre un acompañamiento moderno y elegante, y con una selección de palos que satisfacen las expectativas de los aficionados más ortodoxos y los menos acostumbrados a escuchar flamenco.


Cuenta con músicos de la talla de Dani de Morón (guitarra), José Losada (bajo), Güito (Percusión) o la Tana (voces), lo que ofrece cierta garantía. En el cómputo global, debo confesar que el directo de Manuel Cuevas me gusta más que el disco, ya que el alarde de su descomunal voz sorprende siempre, a pesar de que en directo las cuestiones presupuestarias no le permitan hacerse acompañar de tan buenos músicos.

Abre con unas bulerías bonitas de corte muy moderno, aunque todo hay que decirlo, no es su palo. Este corte lo salva la Tana, que con un estribillo pegadizo, sugiere y remata…

Siguen alegrías de creación reciente que en algún pasaje se acercan a la copla, con estribillo pegadizo y bien orquestadas, aunque exentas de tensión. La Farruca, acompasada, resulta ser un palo en el que Cuevas demuestra sus extraordinarias condiciones cantaoras, tanto en voz como en capacidad pulmonar.

Lo más llamativo del disco es la interpretación de la serrana sobre una base rítmica de tanguillo, curiosa, interesante, que merece ser considerada como novedad y como innovación. Sigue la copla “Señorita” de Enrique Montoya que Manuel Cuevas desarrolla por bulerías; en los tientos se crece en el gusto, a compás y bien acompañado, sin rematar por tangos; los fandangos de Huelva muy en la línea de lo que este cantaor sabe hacer; seguiriyas con un ritmo muy acelerado en el acompañamiento, pero medidas y serias en voz, con apoyos de taconeos y con cierta pretensión efectista que en determinados momentos recuerda al ruido de esas cafeteras antiguas, que a pesar de proporcionarnos un buen café, resultaban molestas al oído; los tangos-rumba pasan de puntillas para terminar con una caña a compás en la que la guitarra de Dani de Morón emociona, y el cantaor consigue estar a la altura.