Barrio Alto


Discos Flamencos
Potito
Sony BMG (2006)
Miguel Angel Aguilar Avilés


Antonio Vargas, de nombre artístico Potito, nació en Sevilla hace 30 años y pertenece a una familia de tradición flamenca. Desde pequeño pudo ver a los grandes del momento en primera persona (Camarón, El Lebrijano, etc.). Fue descubierto como artista, digamos oficialmente, por Pepe de Lucía, quien, acompañado por Camarón y Curro Romero, lo escuchó cantar en una caseta de feria y le firmó, in situ y sobre una servilleta, el que sería el contrato para su primer disco, que grabó con ¡catorce! años, y con el que inició una carrera discográfica de hasta 6 discos como solista en total (uno de ellos recopilatorio) hasta la fecha. Ahí es nada. Treinta años, en concreto.

Ha cantado regularmente para Tomatito y para Paco De Lucía (disco Zyryab, sin ir más lejos), lo que ya nos da pistas sobre su cercanía artística, y personal, para con Camarón de La Isla. Y es que estamos ante un discípulo, un seguidor… -cada cual aplique el término que prefiera- del genio de San Fernando. Y eso se nota también en su nuevo disco, para bien y para mal. En gustos va.

Este disco se titula “Barrio alto” (haciendo un homenaje a sus orígenes en el sevillano pueblo de San Juan de Aznalfarache) y cuenta con la mano productora de Diego Amador (pianista flamenco, compositor sevillano, hermano de los Pata Negra, etc.). Buena mano la de Diego Amador, que ha tenido el inmenso acierto –entre otros- de dar un papel destacado en el disco al joven guitarrista Diego del Morao (que ya tiene un justificado nombre propio, a pesar de ser hijo de Moraito chico).

Seis palos festeros en un disco que cuenta con nueve piezas, en donde el “eco” de Camarón está presente desde la rumba versioneada del propio Camarón, que lo abre, hasta los tanguillos que lo cierran, pretendiendo seguir la recordada senda de adaptar a Federico García Lorca en “La Leyenda del Tiempo”.
Hablaba antes de la influencia de Camarón para bien y para mal. Para bien porque es una voz y un artista en el que mirarse: ahí queda para la historia del flamenco, sin el menor resquicio de duda. Es, por tanto, un camino desde el que se puede aprender, disfrutar y, lo más importante, seguir andando. Para mal, porque, con Camarón, se tiende demasiado a imitarlo más que a asimilarlo (reconociendo que asimilarlo es, creativamente, una labor de titanes), y eso puede llegar a suponer una limitación.

El timbre de Camarón es similar al de José Mercé: sus músicas y entonaciones no (siendo ambas muy diferentes y muy válidas). He ahí la clave que marca la diferencia, y en “Barrio alto” se me hacen demasiado presentes, literalmente, los modos y maneras de Camarón a lo largo del trabajo de Potito. Potito tiene unas tesituras que son las suyas, obviamente (las que la naturaleza nos concede a cada uno), pero con ellas juega –en exceso para mi gusto- a seguir, paso a paso, la senda del gaditano. Excepción hecha de las personales aceleraciones del cante en algunas coplas (normalmente bulerías) que nos avisan de que Potito –admiraciones camaroneras al margen- está ahí.

De otra parte, la utilización recursiva de coplas que hacen apología de ser gitano (la reivindicación de ser “gitano cien por cien” de “ser muy canastero”, etc.) sobrepasa mi personal umbral de credibilidad. Saber que quien canta “mira si yo soy gitano, que a la vera de los ríos, haciendo canastos gano” tiene actualmente treinta años le resta credibilidad a la copla. Reconozco que es una apreciación circunstancial y muy personal, y que también puede formar parte de una corriente lírico-flamenca largamente enraizada con la antropología gitana, pero uno, particularmente, preferiría esa reivindicaciones actualizadas, más allá del enquiste canastero, y de la romántica visión dieciochesca de los gitanos españoles.


Los seguidores y los aficionados al cante de Camarón (que es una modalidad muy concreta, y real, de aficionados al flamenco) se van a encontrar con un disco que no les defraudará: lo van a disfrutar, sin duda. Para los que le pedimos a un cantaor con las grandes facultades, y el bello timbre, de Potito que vaya más allá, que se crezca como artista (además de como ejecutante, que ya lo es) nos quedaremos con el regusto de que seguimos esperando otra vuelta de tuerca. Nada de esto va a misa, por supuesto; Va, en concreto, a los oídos de cada quien que escuchemos este “Barrio Alto”. Un muy buen cantaor, Potito, al que le pido toda la fuerza y verdad del disco “En un ratito”, por ejemplo, trasladada a un disco con nombre propio, con su nombre.

Debo, por último, destacar la guitarra de Diego del Morao, que brilla con luz propia sin, en ningún momento, eclipsar al cantaor. Y esto es un doble y altísimo mérito entre los actuales guitarristas que tienen mucho que decir (como es este caso): decirlo pero sin pisarle el terreno, y el protagonismo, al cantaor. Un magnífico guitarrista que, además de ser creativo, acompaña estupendamente bien al cante. En definitiva, un ovni.



Rosa del amor (rumba)
Rumba de Camarón y de Tomatito (incluida en un muy antiguo disco de este último) cantada por Potito, con Carles Benavent, Paquete, Piraña, etc. Muy similar –salvando tesituras- a la versión original. Me recuerda la versión de “Psicosis” que rodó Gus Van Sant: Sí, reproducimos, paso por paso, el original, pero… ¿algo más?. Precisamente por eso, parece lo menos indicado para abrir un disco. A no ser que sea una declaración de intenciones, en cuyo caso estamos hablando, literalmente, de otro cantar. Cabe, por supuesto, que se trate de un homenaje y de que el corazón haya prevalecido a la hora de abrir el disco con esta versión, que está dedicada en el disco “A José” (pienso que a Tomatito –José Fernández Torres-, aunque Camarón también se llamara José).

Rematailla (bulerías)
Entretenidas bulerías, con unos amables coros a media voz. Bella presencia de la sonoridad de la guitarra de Diego del Morao.

A mi Malena (taranta)
Una de las joyas del disco. Taranta en la línea de Camarón, con la suave y acolchada guitarra de Diego de Morao, cuyo segundo plano le da una dimensión particular a la composición.

El tiempo (tangos)
Lo más destacable de estos tangos es la inimitable impronta que el bajo de Carles Benavent les aporta, junto a la mandola de Diego Amador. En estos coros, como en otros a lo largo del disco, aparece la Tana, en el papel de voz agitanada para coros. Una composición amigable, y al uso, de tangos con arreglos actuales. La pieza está dedicada al bar flamenco de Madrid “Candela”.

A mi compadre Pepe (siguiriya)
Tanto la voz de Potito como la guitarra del Morao están estupendas. La melodía (preciosa) final de la guitarra acaba en “perdendosi” (va desapareciendo el volumen). Probablemente, la mejor pieza del disco. Parece un tópico señalar los palos más “áridos” como los mejores (para curarse uno en pureza, mal entendida), pero así sucede, ciertamente, en este disco.

Yerbagüena (tangos)
Buen ejemplo de la apología, desmesurada para mi gusto, de “lo gitano” a la antigua usanza (demasiado antigua). Buena parte de esta composición formaba parte de la pieza “Que yo no quiero dinero” del disco de 1993 “Veloz hacia su sino” de Jorge Pardo. La versión original de Pardo se come cualquier otra versión, sic.

Gayiuela (bulerías)
Mención especial, de nuevo, al bajo de Benavent que, con la guitarra de Diego del Morao, son los artífices de unas bulerías de cámara, desnudas y elegantes, miniaturistas, sin mayores pretensiones.

A la fragua del tío Monje (soleá)
Sin guitarra, sólo percusión de nudillos. Potito está bien, por soleares, con ese timbre de voz más maduro que recorre todo el disco. Habla de “la leyenda del patriarca” y de hacer canastos a la vera de los ríos... Justificado homenaje, si tenemos en cuenta el título-dedicatoria.

Sonsonete (tanguillos)
Según mi impresión, estamos ante un intento por poner música flamenca a una letra de Federico García Lorca, en la línea de “La Leyenda del Tiempo” de Camarón. A pesar de la letra del estribillo “El silencio sin estrellas, huyendo del sonsonete” es, precisamente, esta composición la que se ve afectada por ese modismo actual del flamenco que son los “coros de la factoría José Mercé”. Las guitarras están bien, correctitas para lo que es la canción. Fundamentalmente lo que me chirría es la siguiente pregunta que lanzo: ¿Por qué tengo que estar pendiente de qué dice la voz (descifrando la letra), cuando son la voz y la música las que deberían de adaptarse al contenido de la letra (máxime en este caso)? Nunca lo entenderé, aunque estéticamente pueda ser agradable.



Potito: cante
Diego del Morao: guitarra
Carles Benavent: Bajo
Paquete y Potito: otras guitarras
Ramón Porrinas, Piraña y otros: Percusión
Diego Amador: producción, mandola, piano y guitarra