La crítica y su réplica


Opinión
Marcos Escánez


No suele haber temas escabrosos del flamenco que yo rehúya, pero debo confesar que el asunto de la crítica flamenca no es un tema atractivo con el que pueda aportar un punto de vista que ayude a alguien, y mucho menos, clarificar nada.

En estas últimas fechas, por un lado he asistido como espectador a varios “rifi-rafes” en las redes sociales protagonizados por artistas y críticos a los que aprecio de veras, y por otro lado, el amigo y admirado Manuel Bohórquez reflexiona públicamente en varios de sus artículos sobre su situación y la conveniencia de seguir o no, en esta profesión en el futuro. Así que sin sentir la necesidad vital ni cultural de abordar el tema, y sin la más mínima intención de crear la más liviana polémica, creo que exponer mi opinión en este editorial es algo que, además de gozar de cierta actualidad para quien, como yo, comparta estas lecturas sobre lo flamenco, también nos ayude a elevar un poco el discurso para eludir enfrentamientos estériles que nada aportan a nadie, ni como artistas, ni como críticos, ni como personas.


Los artistas son los que hacen posible el flamenco. Sobre eso, nadie tiene la más mínima duda. Pero cuidado, que no vale todo…. porque hay buenos y malos artistas. Hay artistas profesionalizados y otros que utilizan el flamenco para conseguir un sobresueldo. Por tanto, hay artistas profesionalizados y otros que son amateurs. E independientemente de todo esto, hay artistas que son buenos profesionales y otros que tienen de profesionales lo que yo tengo de “capaor de ranas”. Y por último, ahora recuerdo una frase con la que sentenció un día mi maestro Enrique Morente a un artista que me puenteó pidiéndole trabajo a un alcalde para un festival que yo dirigía: “Marquitos, es que son profesionales porque han vivido toda la vida de esto, pero no son artistas”. Y esto, define muchas cosas….

Y siempre ha habido críticos… Y sería un desastre que no los hubiera, porque el flamenco no aparecería en los papeles. Nadie se enteraría de que el flamenco tiene lugar. Estébanez Calderón escribió sobre qué sucedió en una reunión de Triana en el siglo XIX utilizando valoraciones personales. Gracias a él, sabemos cómo era el flamenco en esa época, y seguramente, el Solitario, que de flamenco sabía más bien poco, fue uno de los peores críticos de la historia. Porque también hay buenos y malos críticos. Hay críticos profesionalizados y críticos amateurs, críticos que practican el periodismo con rigor, y otros que lo hacen de forma sectárea y sin ningún tipo de preparación.

Con este panorama, el lienzo sobre el que se pinta el mapa del flamenco es complejo y confuso. Sería conveniente cierto esfuerzo colectivo por clarificarlo desde las propias entrañas del sector. Exigir la profesionalización de los grupos de interés es el primer paso, y yo creo que se está dando ya, aunque en lugar de partir del propio gremio, está partiendo de las administraciones. Por eso este proceso resulta más lento y pesado.

Lo digo abrumado. Cuando me he encontrado con grandes artistas que menosprecian a la crítica flamenca, aunque ésta sea excelente con ellos, siento la pesadumbre de pertenecer a la única disciplina musical del mundo que menosprecia a sus profesionales. Por ejemplo, en el desarrollo del rock o del pop, los críticos y los periodistas han sido piezas fundamentales para su difusión y su definición como estilo musical. En cambio, en el flamenco se abomina de los críticos, de los productores, de los managers o de los promotores, e incluso de otros artistas, del compañero… Todos son piezas a batir o elementos a los que hay que evitar.

Y que nadie lo dude. Si los profesionales que se dedican al flamenco estuvieran bien definidos, todo estaría mejor gestionado, los conflictos serían escasos y todo tendría más calidad. Por un lado, aunque no todos sabemos aceptar una crítica negativa, seríamos lo suficientemente artistas y profesionales como para no perseguir al crítico con la estaca en la mano; por otro, los malos profesionales serían mucho más visibles como tales y acabarían disipándose (y me refiero a críticos, artistas, manager o lenguas viperinas… que también las hay).